En la Galería 1 del Museo Jumex se presenta la obra de la brasileña Fernanda Gomes (1960), quien ya en los años ochenta trabajaba con materiales “sobrantes” para, más que reciclarlos, reinventarlos como se observa en esta puesta, que de primer vistazo “engaña” al espectador, quien entra a un espacio blanco, luminoso, mínimo, que se despliega de adentro hacia fuera.
Para esta muestra, nombrada sencillamente Fernanda Gomes, la artista generó una arquitectura dentro de una arquitectura. Las obras exhibidas, a las que llama “cosas”, están dispuestas para invadir la galería: esculturas sutiles que son también arquitecturas efímeras, las cuales simulan estar colocadas con la intención de crear un ambiente prístino, una atmósfera silenciosa y ordenada que se rompe al momento en que el visitante se percata del juego entrópico que Gomes ha puesto en marcha.
A la repetición de las diversas versiones de un cuadrado blanco de 90 x 90 cms —que genera la ilusión de simetría— le sigue la vara estrellada en el piso con sus restos abandonados y apenas visibles. A los cuadros blancos inmaculados los vigilan pedazos de madera triangulares que podrían ser desechos de los bastidores pero que en esta pieza son un detonador de la entropía. Un desorden que cuestiona qué es el adentro y qué es el afuera, que desafía la noción de acabado y que, sobre todo, irrumpe para desenmascarar a ese orden-ficción.
Esta instalación exige atención. El visitante debe entrar dispuesto a realmente observar, a enfocarse en los detalles, a sentir el espacio y el tiempo para así lograr compenetrarse con la fuerza visual de la pieza, no caer en la trampa del prejuicio ni mirar dando por hecho que no hay nada que mirar.
Aquí el espectador superficial se sentirá defraudado. Lo que “verá” es un “lugar común del conceptualismo” o nada. Esta breve exposición es un reto para el espectador curioso, para ese que desea contemplar para descubrir, el que tiene tiempo para detenerse a escuchar la pieza…, para ese que se enfrenta a la obra, que prefiere sentirla y escudriñarla más que teorizarla.
Nada está ordenado, no hay definición. Reina la incertidumbre, una que marca un ritmo, una cadencia visual que hace una cita a la tradición plástica brasileña. Porque entre la pintura blanca, los textiles lisos, las maderas crudas, los hilos, están citas a la poesía visual, a los movimientos concreto y neo–concreto a la estética del hambre, a la antropofagia, que Gomes recupera para medir la incertidumbre tan necesaria en el acto creativo.