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“Mi idea de un concierto es pasar hora y media fuera de la realidad”: Alexander Malofeev

El pianista ruso viene a México para ofrecer un recital y otros dos conciertos con la Orquesta Filarmónica de la UNAM en la Sala Nezahualcóyotl.

José Juan de Ávila
Ciudad de México /

Alexander Malofeev (Moscú, 2001) atribuye a la suerte el haberse convertido en pianista, un prodigio ruso que desde los 11 años se ha presentado con grandes orquestas y que viene a ofrecer un recital y otros dos conciertos con la Orquesta Filarmónica de la UNAM (Ofunam) en la Sala Nezahualcóyotl.

“La razón principal fue la educación, ocurre con la mayoría de los artistas. Teníamos una pequeña escuela de música al lado de nuestra casa, y mis padres simplemente querían conocer algo, así que me llevaron ahí. En segundo lugar, fue la suerte de contar los siguientes 15 años con mi profesora (Elena Berezkina). Fue pura suerte, porque mi hermano y mi hermana también empezaron a estudiar música, aunque mis padres no entendían nada”, dice el pianista de pelo rubio, casi blanco, y rostro aún de niño.

El patio del hotel alberga la instalación' Vita Bit. Transmutación digital' del artista mexicano Manuel Lozano. (Foto: Mariela Gómez Roquero)
El patio del hotel alberga la instalación' Vita Bit. Transmutación digital' del artista mexicano Manuel Lozano. (Foto: Mariela Gómez Roquero)

En algún momento se hizo evidente el talento Alexander Malofeev (en ruso se escucha Aleksander Malafiyef) y comenzó a entrar a competencias desde los 11 años; a los 12 ya tenía una agenda de conciertos y a los 13 ganó en su natal Moscú el célebre Concurso Internacional Tchaikovski en 2014.

“Era obvio que lo correcto era tocar el piano”, añade en entrevista la víspera del recital que tendrá este jueves 6 de febrero en la Sala Nezahualcóyotl dentro del Festival Internacional de Piano, que organiza la Dirección de Música de la UNAM, para después abrir la temporada de la Ofunam el fin de semana.

Su recital es el mismo que viene de tocar a finales de enero en el Hahn Hall de California, con Tres piezas para piano D 946, de Franz Schubert; la Sonata número 3, de Dmitri Kabalevski; La Niebla, de Leoš Janáček; Funerales, de Franz Liszt, parte de su ciclo Armonías poéticas y religiosas; y cierra con dos obras de Alexander Scriabin: Cuatro Preludios, opus 22, y Fantasía en sí menor, opus 28.

Con la Ofunam, bajo la batuta de Sylvain Gasançon, interpretará sábado y domingo el Concierto para piano número 3, de Sergéi Prokófiev, en un programa ruso que cierra con la Quinta Sinfonía de Dmitri Shostakovich, por el 50 aniversario luctuoso del compositor soviético, fallecido el 9 de agosto de 1975.

—¿Qué tiene de especial este programa para usted, que decidió repertirlo en su debut en México?

Siempre he sentido mucha curiosidad por los compositores que no son tan obvios de ver. La primera mitad del programa es con Schubert y con Kabalevski, que nada tienen en común; un gran compositor austríaco y uno soviético, comunista, muy positivo. Es divertido escucharlos juntos, hay cierto vacío en las armonías, cierta sinceridad pura, un poco ingenua, en su música; en Schubert, que vivió en un pueblo toda su vida, y en Kabalevski, que era seguidor sincero del régimen soviético. Hay algo de ingenuidad en ambos y sólo se nota al juntarlos.

“Y lo mismo ocurre en la segunda mitad, con Liszt, Janáček y Scriabin, compositores muy diferentes de países distintos, que descubrieron el estilo del expresionismo, pero por separado, sin encontrarse nunca. Me interesó mucho explorar cómo pudo suceder esto: tres personas desconectadas que llegaron a crear el mismo estilo por sí solas. Esa era la idea de explorar lo que había detrás del programa”.

Comenzó a entrar a competencias desde los 11 años. (Foto: Liudmila Malofeeva)

—Kabalevski padeció a Stalin, como Shostakovich ¿Qué representa para usted tocar hoy su sonata, que celebra el fin de la guerra? ¿Es el manifiesto de Malofeev como artista?

No estoy seguro de que Kabalevski sufriera a manos de Stalin de la misma manera que Shostakovich. Kabalevski era una persona mucho más positiva. Shostakovich, por el contrario, estaba muy deprimido y tuvo una vida difícil. La respuesta de Kabalevski, al final de la guerra, con esa sonata es muy genuina y una declaración muy positiva y con visión de futuro. Hoy estamos un poco abrumados con un tipo de arte depresivo, un tipo de noticias depresivas. Y una obra como la Sonata de Kabalevski explora de manera muy genuina sus creencias en un futuro más luminoso, incluso si nunca se suponía que se harían realidad. La idea de un concierto para mí es pasar una hora y media fuera de la realidad, que era de alguna manera la idea de la música de Kabalevski. Ya sabes, encontrar un escape de la realidad, un escape muy positivo. Y creo que esta sonata está en la cima de este tipo de legado.

—Un virtuoso como usted ¿qué espera de una orquesta? ¿Qué espera de la Ofunam para acompañar su intepretación del Concierto para piano número 3 de Serguéi Prokófiev?

Es una pieza increíble, la más popular de mi repertorio de conciertos, porque es una ocasión poco frecuente en la que una obra resulta igualmente agradable para los músicos y para el público. Sí, eso es básicamente lo principal que espero de la orquesta: disfrutar del tiempo en el escenario. Ese es el objetivo de todo músico. Y eso es lo que lo convierte en una herramienta. Porque no hablamos un idioma en común, todavía no nos conocemos, pero esa música, tan positiva y alegre, tiene que hacer que todos los músicos que están en el escenario se alegren. Y espero que lo consigamos.

—Hay muchos videos suyos tocando conciertos desde niño. ¿Alguna vez se ha arrepentido de haber sido un niño prodigio, de no haber sido sólo un niño como los demás?

Nunca me arrepentí. Me sentía muy cómodo sentado en casa, practicando y un poco aislado. Siempre fui muy introspectivo. Pero, al mismo tiempo, considero que esto es una carrera para mí, porque obviamente ni el niño prodigio más talentoso puede realmente crear una interpretación; en su mayor parte es una imitación de lo que te han dicho los profesores, son ideas de otras personas. Así que, aunque parezca una idea musical, en realidad no creo que lo sea. Considero que este período de mi vida fue una carrera totalmente diferente. Pero, lo hice. Y ahora paso mucho más tiempo solo y creando una interpretación. Valoro el tiempo en el que era un niño prodigio y tocaba en grandes orquestas. Pero no es mi momento favorito de la vida. Y espero que mi momento favorito sea ahora y en el futuro.

—A los 16 años debutó en la Scalla con el Concierto para piano número 1 de Tchaikovski, bajo la dirección de Valery Gergiev, quien ya ha venido a México. ¿Cómo es su relación con él, luego de que fue vetado de varias orquestas importantes por su postura sobre la guerra Rusia-Ucrania?

No estoy seguro de si él realmente comparte su postura sobre la guerra. Creo que la razón no es esa. Me fui de Rusia hace tres años. Desde entonces no he regresado. Es una experiencia triste y bastante deprimente para mí. Ahora mi vida está en Berlín; y mi familia, en Moscú. He tocado mucho con Gergiev en mi vida. Probablemente fue la experiencia musical más brillante que tuve cuando era niño.

—El estilo de Sviatoslav Richter era considerado como “metafísico”. ¿Cómo describiría el estilo de Alexander Malofeev?

Es difícil describir el estilo hasta que sea una especie de proyecto terminado. Y si es un proyecto terminado, probablemente lo será dentro de 60 años. El propósito es disfrutar de una hora y media de concierto, resolver problemas rutinarios fuera del espacio del concierto. Y eso es lo que intento hacer como intérprete. Sinceramente, la música puede ofrecer una vía de escape del mundo por un rato. Y creo que mi sinceridad permite que el público sienta lo mismo. Respecto a lo de pianista metafísico (de Richter), en mi caso no estoy seguro de poder juzgarme tan profundamente, ya que básicamente recién comencé a tocar el piano. Han pasado varios años, 10 años, 15 años, pero aún es un comienzo.

—Cuando veo sus conciertos, tengo la impresión de que a veces deja de respirar al tocar.

Mientras toco no pienso en nada más que en la música. Por eso tengo una postura, tal vez cualquier tipo de postura. O tengo una respiración o una mímica. Pero sí, solo escucho lo que toco.

—Mucha gente lo compara, quizás por ser ruso, con Richter, Gilels, Horowitz, Kissin. Pero, cuando lo veo tocar, pienso más en Glenn Gould. ¿Quiénes han sido sus modelos o influencias?

La principal influencia para mí fue Rachmaninoff como pianista y como compositor; y toda su personalidad es asombrosa. Pero, tienes razón con respecto a Glenn Gould; es algo muy distinto en la música clásica, no está conectado con ningún otro músico estilísticamente, por eso siempre me fascinó aún más. Al final, lo que importa como músico es la personalidad. Si ves a algunos pianistas como Richter o Gould, a quienes adoro, pero tal vez no todas sus interpretaciones, aun así es imposible no quedar fascinado por sus personalidades. Así que Gould es una de las principales influencias para mí.

“En cuanto a la escuela rusa, supongo que es la forma en que me educaron. Estudié en la Escuela Especial de Música Gnessin del Conservatorio de Moscú. Y son las mismas paredes, los mismos pisos, por los que caminaron Richter, Gilels, Rachmaninoff y Scrabin. Obviamente, tampoco era posible vivir sin su influencia”.

—A pesar de su gran trayectoria con apenas 23 años, sólo ha grabado un DVD en Australia. ¿Hay algún plan inmediato para alguna grabación?

Sí. Todavía no se ha anunciado nada. No estoy seguro de si me está permitido decirlo todavía porque no se ha anunciado oficialmente. Pero, sí, creo que a finales de año tendremos algunos CD.

—¿Quién es Alexander Malafeev en este momento de su carrera?.

Es mejor que tú lo digas. No intento hacer que la música sea más metafísica y más importante de lo que es. Porque para mí es toda la vida. Para algunos miembros de la audiencia es muy importante. Pero, en general, es como el 2 por ciento de la industria musical actual. Simplemente disfruto de la música y espero que el público pueda disfrutarla conmigo. Ese es mi objetivo, bastante pequeño, pero alcanzable.


PCL

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