El momento más importante la vida profesional del arquitecto Luis Martínez del Campo, fue su participación en la organización de los Juegos Olímpicos de 1968.
El director de Control de Instalaciones Olímpicas y Complementarios de la Villa Olímpica de México 68 aseguró que “no tuvo abuela haber logrado esos Juegos Olímpicos, fue una proeza extraordinaria de México. No creo que haya habido otro momento mejor, en donde paradójicamente a Tlatelolco, México demostró una unión total y absoluta del pueblo mexicano que se puso la camiseta”.
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Durante la conferencia magistral “Construcción y funcionamiento de la Villa Olímpica México 68”, que dictó de manera virtual dentro del Festival de Cultura, Cine, Deporte y Literatura, que se lleva a cabo en la Casa de la Cultura Tlalpan, Martínez del Campo compartió que intervino en este proyecto por invitación del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de 1968.
“En el mes de julio de 1966 iba en mi automóvil escuchando radio y dieron la noticia que acababan de nombrar al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez para suceder al licenciado Adolfo López Mateos, quien dejó el cargo por motivos de salud. Conocía yo las capacidades del arquitecto Ramírez Vázquez, con quien había colaborado en la construcción del Estadio Azteca, así es que de inmediato le hablé para felicitarlo, rápidamente me dijo que me esperaba al siguiente día. Lo fui ver y me platicó su idea de organizar la Olimpiadas de México de 1968 en 27 meses, cuando normalmente ese tipo de eventos se organizan en cuatro años, así que fue un reto extraordinario”.
Martínez del Campo aceptó asumir la dirección de control de instalaciones, que incluía 100 espacios aproximadamente de competencia y entrenamiento, más una serie de implementaciones y de obras complementarias, como la Olimpiada Cultural para la que realizaron 19 esculturas monumentales.
Dentro de este proyecto destacaban la Villa Olímpica de Cuicuilco para los atletas y la de Villa Coapa para los grupos culturales.
Tras hablar de memoria y compartir parte de sus valiosos recuerdos, indicó que el pasado 12 de octubre se cumplieron 52 años de aquellos Juegos Olímpicos que por primera vez se transmitieron a color, con la participación de 112 países y 5 mil 516 atletas, de los cuales 781 eran mujeres, que compitieron en conjunto en 172 eventos de 20 deportes. Apuntó que la velocista Enriqueta Basilio, fue la primera mujer encargada de encender el pebetero olímpico.
La gran Villa Olímpica
“En el caso de la Villa Olímpica es un tema sensacional, inacabable, pero también complejo, en virtud de que era una pequeña ciudad que requería una enorme infraestructura, así como de todas las instalaciones y servicios para atender a una población de aproximadamente de 10 mil personas. La distancia era uno de los aspectos importantes ya que todos los atletas participarían en el estadio donde se realizaría las ceremonia de inauguración y de clausura, con lo que los traslados de tanta gente no sería fácil, de ahí que la selección del terreno era determinante”.
Se adquirieron cinco hectáreas en Cuicuilco, zona cercana al Estadio Universitario, se adicionaron dos hectáreas más, aportadas por la familia que era la dueña de la fábrica de papel Loreto y Peña Pobre. Al ser una zona arqueológica, encontraron vestigios que decidieron dejar al descubierto, y los extranjeros, al encontrarse con ellos, pensaban que ahí habían edificado esos basamentos piramidales sólo para las Olimpiadas.
“La cooperación es algo que se debe destacar, prácticamente toda la gente estaba dispuesta a participar porque se emocionaba de que México fuera la sede de un evento tan importante", reconoció Luis Martínez del Campo.
Detalla que a la alimentación se le prestó una atención especial, porque se consideraron los usos y costumbres de los países, para lo cual se dispusieron seis comedores que ofrecían comida occidental, oriental y mexicana.
“Fue extraordinario descubrir que el abanderado de la delegación soviética, el levantador de pesas, Leonid Zabotinsky —con 1.90 de estatura y con un peso de 162 kilos— era de un apetito muy especial, y en alguna emergencia registrada en esa delegación abrimos unos clósets para revisar si había fugas y se nos cayeron 10 o 15 sandías encima, ya que Zabotinsky se las subía para seguir empacando con todo y cáscara”.
Entre las anécdotas que compartió el arquitecto Martínez del Campo, está una relacionada con un supuesto atleta con uniforme soviético que hablaba español, se colaba todos los días, saludaba, mostraba una especie de credencial con la que entraba y salía, “comía como demonio y se ligaba a las roras, hasta que lo agarramos”.
Reconoció que tuvieron problemas muy delicados con los tableros electrónicos donados por la compañía Omega, que tenía toda la calificación oficial a su cargo, y a través de una compañía húngara donaron los tableros electrónicos. Como eran muy corrientes en su manufactura y con los cambios de voltaje que había, sobre todos los fines de semana en la Ciudad de México, no funcionaba como deberían.
“Ahí sí tuvimos problemas muy graves. Recuerdo con tristeza todavía que en la ceremonia de inauguración, en el tablero electrónico principal del Estadio Olímpico, aparecía el letrero con el anuncio de cada delegación que iba entrando al estadio, pero se cayó la letra ‘G’, en Ghana, yo estaba en el palomar del estadio y de inmediato recibí el telefonazo de Ramírez Vázquez que estaban en el palco presidencial, pero le tuve que decir que era una falla técnica y no humana”.
Las personas que tengan curiosidad sobre el tema pueden visitar, hasta enero de 2021, la exposición Juegos Olímpicos, México 68 que guarda los momentos más significativos de esa justa deportiva, conformada por más de 70 fotografías, en el lobby del Cine Villa Olímpica. Las imágenes de la muestra fueron facilitadas por el arquitecto Javier Ramírez Campuzano, hijo del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.
PCL