“No es una novela documental y no quiere ser una lección de historia… es más un juego y espero que el lector se divierta y acepte el viaje”, señaló el escritor Álvaro Enrigue a MILENIO, en una charla sobre su nueva aventura literaria: el encuentro entre Hernán Cortés y Moctezuma.
Tu sueño imperios han sido (Anagrama) aborda el momento histórico del 8 de noviembre de 1519, el famoso encuentro entre Cortés y Moctezuma; dos mundos, dos imperios, dos idiomas y dos cosmovisiones, pero de una manera fantástica y divertida que reconstruye de manera delirante y emocionante lo que pudo haber pasado en aquella reunión.
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¿Qué es lo que más te impacta del encuentro?
Lo malo que lo hemos visto. Llevamos 500 años… no entendiendo nada (risas), 500 años interpretando todos los documentos mal y nuevos descubrimientos y estudios nos ha permitido ver más cosas de ese momento, del primer contacto de una manera completamente diferente. Además, cada generación ve los procesos históricos de maneras distintas.
En la novela, de alguna manera, dejas claro que Cortés no ganó nada.
Hernán Cortés estuvo en la circunstancia de ganar una guerra muy pequeña, entre castellanos y mexicas, pero lo de Conquista ¡es una mamada! No conquistaron nada. Hubo una pequeña guerra entre mexicas y tlaxcaltecas y en el último momento sumaron a unos europeos castellanos que llevaban ocho meses viviendo en la ciudad, y hay una historia ahí que no se está contando y la guerra la ganó la viruela, no él.
La novela solo sucede el 8 de noviembre de 1519.
Empieza al medio día y termina en la noche. Comienza con un almuerzo que me imagino habrán tenido y después llega la famosísima entrevista con Moctezuma. En la fantasía, la novela la deberías leer en seis horas en tiempo real, pero, te repito, es literatura fantástica donde hay hasta un chamán que le lleva alucinógenos a Moctezuma y habla como dealer de Tepito. No sé si sea divertido para el lector, pero yo me divertí mucho.
¿Por qué decides adentrarte en un hecho histórico tan famoso y tan abordado en la literatura o el cine?
Porque me gusta, porque me divierte y durante toda la vida me ha intrigado ese pasado. Creo que hay un tema generacional también. A mi generación nos tocaron dos grandes procesos de apertura de ojo al mundo: uno fue el temblor del 85, que reconstruyó la ciudad, y el otro es el descubrimiento de Coyolxauhqui del Templo Mayor, una noticia que seguí como si hubiera sido una serie de televisión.
La ciudad cambió por completo.
Sí, era una ciudad sin ningún carisma, sin árboles, toda de concreto, un régimen autoritario insoportable, cero libertad de prensa, todo cerraba temprano… era una ciudad invivible y de pronto, descubrir que en el corazón de esa ciudad había un documento histórico, que era la antigua Tenochtitlan, fue muy emocionante. Desde entonces he leído mucho sobre el tema, me he devorado todo. Además, soy profesor en una universidad en Estados Unidos y doy una clase sobre el primer contacto entre europeos y americanos.
Es un tema que conoces muy bien.
Sí, y de pronto me sentí con la seguridad de escribir un libro sobre ese momento en el que pudiera hablar de cosas como: ¿A qué olían?, ¿qué se comía?, ¿cómo era?, ¿qué pensaban?... es una novela basada en un gran archivo pero no es una novela histórica, es una novela fantástica.
Vaya reto reimaginar lo que sucedió.
En los últimos años hubo una proliferación de bibliografías sobre ese primer contacto y las leí todas, y ha cambiado mucho el punto de vista sobre todo lo que pasó con base en documentos como la carta de 1521 de Hernán Cortés y crónicas: todo eso es un campo maravilloso si eres escritor.
Una novela para imaginar.
¡Es como jugar en el Azteca! De pronto, se toma muy en serio a los escritores, pero una novela es, sobre todo, un juego para el lector y el escritor, es un juego diferido entre dos personas.
Sin duda, llevas al lector a la gran Tenochtitlan.
Tuve, literal, la oportunidad de ver en estas nuevas ventanas arqueológicas a Tenochtitlan y pude caminar por sus calles y fue impresionante. Tuve que reconstruir varias partes de la novela y modificar cosas porque el plano con el que empecé a escribir la novela cambió cuando la estaba terminando.
Conforme escribías la novela también ibas aprendiendo.
Llevo 20 años neceando en esto y creo que la ficción es un método de conocimiento, lo que sucede, es que no reclama prueba, es decir, la literatura propone una teoría de la realidad que no demanda demostrarla, por eso le decimos arte.
Moctezuma siempre drogado, Cortés como un hombre dudoso y hasta miedoso; la guapa Malinalli, la comida, sus vicios, sus charlas…
Es un libro que se debería leer como se lee un cuento de Borges, de Arreola o de Cortázar… ahí es donde vive, en la literatura fantástica, algo que nunca había hecho y me divertí mucho reconstruyendo un momento en el que, sin duda, me hubiera gustado estar.
hc