Sergio Vela: “La novela negra me relaja y me debato en temas sobre el más allá”

Lado B

El ex director del Cervantino repone en Bellas Artes ‘La fanciulla del West’, a dos años del terremoto que obligó a interrumpir funciones del ‘western’ lírico de Puccini, que tan mala suerte ha tenido en México.

“No soy supersticioso, pero llevo a todas las funciones un amuleto que perteneció a mi padre”. (Foto: Omar Franco)
Ciudad de México /

Sergio Vela tiene la gracia de unir amenidad con erudición. Llega a la entrevista en Bellas Artes vestido con guayabera, previo al ensayo inicial de su tercer intento con La fanciulla del West, y uno se pregunta qué tiene de tropical este hombre a quien su padre regaló en su sexto cumpleaños un libro de sinopsis operística y que lee poesía en idioma original, como dios manda.

Quizá su espejo sea Saint-John Perse, Nobel antillano al que relee, nieto e hijo de abogados igual que Vela cuyos abuelo y padre dejaron huella como juristas y en la dedicación de él a las artes.

¿Alguna vez ejerció?

La elección de estudiar derecho fue para adquirir una estructura intelectual que nunca obsta; conocer cómo funcionan las reglas de una sociedad. En segundo lugar, por un afán de mayor proximidad con la vida intelectual y profesional de mi padre. El hecho de que mi padre haya sido quien empezó a enseñarme la ópera creó una afinidad muy estrecha entre ambos. La fanciulla del West la conocí por mi padre. Estudié ópera desde temprano. Vi mi primera ópera a los cinco; mi regalo de cumpleaños a los seis fue un libro de sinopsis operística.

Vela se dio cuenta pronto de que el derecho no iba a ser su vocación práctica, a pesar de ser la profesión familiar, aunque dio cátedra muchos años en la Escuela Libre de Derecho.

“La práctica jurídica no es lo que me mueve como vocación, la reflexión jurídica me interesa muchísimo”, acota el artista, cuya hija mayor sigue la tradición generacional y estudia derecho.

El ex director de la Ópera de Bellas Artes y del Cervantino y ex presidente de Conaculta cuenta que pasa la vida en su biblioteca, aunque emuló a Brian Sweeney Fitzgerald y montó Parsifal en Manaos para el bicentenario de Wagner (2013) y L’amore dei tre re, de Montemezzi, en Sao Paulo.

Con La fanciulla de Puccini fue otra historia. Quiso llevarla al Festival Amazonas de Ópera, igual en Manaos y también con Luiz Fernando Malheiro como director concertador, sin éxito.

En 2017, otra vez con el brasileño, la montó en Bellas Artes, pero después de la primera función el 17 de septiembre, se cancelaron las siguientes tres por el terremoto del martes 19. La fanciulla del West ha corrido mala suerte en México desde antes de su estreno en Nueva York en diciembre de 1910. O al revés. Nomás hay que ver en qué año se estrenó.

¿Es supersticioso?

No del todo. No soy supersticioso porque da mala suerte. Hay cosas que no me puedo explicar. Tengo pequeñas supersticiones; en todas mis funciones me acompaña un pequeño amuleto que perteneció a mi padre, que era muy racional. Pero son más fetiches que verdaderas supersticiones. Tengo profunda inquietud por lo que no me puedo explicar, me debato constantemente acerca de las creencias transmundanas. El más allá, que en italiano tiene un nombre precioso, Al di Là, muy sonoro; me resulta inquietante y estimulante para la reflexión.

¿Qué es el entretenimiento?

El tiempo libre busco emplearlo en nutrirme más, estudiar más, para mí la vida es estudio y acción. Puedo tener algún esparcimiento, organizar una buena partida de póker con amigos. Soy una persona que lee mucho. Mi biblioteca es muy amplia. He estado releyendo Las afinidades electivas de Goethe, siempre releo. También soy bastante aficionado a la novela negra, como parte de relajamiento, y acabo de descubrir a la sueca Camila Läckberg. Leo muchísima poesía. He estado retomando narraciones de Stefan Zweig. Leo con fruición.

Curioso que mencione a Zweig; usted quería montar La fanciulla del West en Brasil.

Malhiero y yo la íbamos a presentar en 2010, en su centenario, en el festival Amazonas de Ópera, en Manaos, pero no pudimos integrar el reparto y ni suficiente presupuesto; eso quedó pendiente y se llevó a cabo siete años después, en Bellas Artes. Mientras tanto hice en Manaos un Parsifal en 2013 y después El amor de los tres reyes en Sao Paulo. Aunque nos quedaron las ganas de hacerla en Brasil, a lo mejor un día.

En Manaos, ¿recordó a Fitzcarraldo? Él montó en el río I Puritani sobre su steamer.

Eso fue precioso. Vivo tan metido en mi biblioteca que el contacto con la naturaleza salvaje no es algo que haya frecuentado mucho. Hacer un recorrido por el Amazonas, ver la naturaleza en esa vastedad, pensar en las enormes dificultades que implica llegar, hacía pensar en la extravagancia de haber construido un teatro de ópera ahí en época de la fiebre del caucho. Fitzcarraldo es una de mis películas predilectas, adoro el cine de Werner Herzog, lo que hizo con Fitzcarraldo es de una poesía extraordinaria. Recuerdo una frase de Fitzcarraldo a los ricos de Manaos, que se están burlando de él, porque les parece que sus sueños son irrealizables. Él empieza a brindar por los grandes compositores de ópera, y les espeta a los superficiales que se burlan de él: “La realidad del mundo de ustedes no es más que una mala caricatura de lo que se ve en las grandes representaciones de ópera”. Eso de suponer que la verdadera realidad está en el escenario y que la realidad que nos circunda es una imitación de lo que pasa en ese escenario me parece muy estimulante.

¿Identificado con Fitzcarraldo?

No llego a una identificación, pero le tengo una gran simpatía.

Me refiero a ese amor absoluto de Fitzcarraldo por la ópera.

Eso me encantó, sí, por supuesto.

Mick Jagger sería Fitzcarraldo, pero apareció Klaus Kinski.

Sí, se apareció Kinski e hizo una cosa descomunal.


  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

LAS MÁS VISTAS