Llega el primer Grand Slam del año, con tres semanas de retraso, pero llega. Tennis Australia empujó hasta modificar un calendario que sigue marcado por el arrollador paso de la pandemia y por lo mismo la edición 109 será posible a partir de este 8 de febrero. La previa del Abierto de Australia nunca había sido tan comentada debido a la cuarentena de 14 días a la que se vieron sometidos los jugadores, donde 72 de ellos no pudieron ni salir a entrenar las 5 horas permitidas al día debido a que tres vuelos chárter a Melbourne contaron con casos positivos de Covid.
Hay varias singularidades alrededor de esta edición, pero los favoritos no cambian. Novak Djokovic y Rafael Nadal, que hicieron su cuarentena junto a otros tenistas top en Adelaide, pintan para ser los protagonistas a pesar de que el serbio tuvo molestias en su preparación por una ampolla y el español por lesión en la espalda no se presentó a su primer duelo de la ATP Cup.
Mientras que en la rama femenil la No. 1 del mundo y local Ashleigh Barty es la favorita en papel, pero tras varios meses sin disputar un partido oficial es difícil saber su nivel. Serena Williams en cambio se vio beneficiada con el tiempo extra de preparación otorgado por el retraso, ya que por lesión en el tendón de Aquiles se tuvo que retirar de Roland Garros. La motivación de alcanzar a Margaret Court con 24 títulos de Grand Slam siempre está presente para la estadunidense de 39 años, siete veces campeona en Australia y quinta cabeza de serie.
Por otro lado, el torneo está marcado también por las ausencias, donde destaca Roger Federer que faltará a Australia por primera vez desde 1998. Su Majestad prefirió alargar unas semanas más su recuperación tras dos operaciones en la rodilla y anunció su regreso al circuito el próximo mes en Qatar. John Isner optó por no participar por las medidas de la cuarentena en Australia, mientras que otros como Andy Murray se tienen que perder el torneo por dar positivo a covid y no poder ajustar los tiempos a la cuarentena obligatoria que exige el país sede.
Después de que las rondas de clasificación se tuvieron que disputar en Doha para la rama varonil y en Dubái para la femenil, los jugadores tuvieron que viajar con tres semanas de antelación a Melbourne, pero tras casi una decena de contagios en los vuelos, no todos lograron prepararse bajo las mismas condiciones.
El riesgo de lesión es muy alto para aquellos que no pudieron entrenar en 14 días. El canadiense Vasek Pospisil es de aquellos que causo baja durante los torneos previos.
Tras un susto por un positivo de covid de un empleado de uno de los hoteles de cuarentena, se tuvieron que realizar pruebas a otras 520 personas acreditadas, incluyendo jueces, staff y 160 tenistas. El primer ministro del estado de Victoria, Daniel Andrews, salió de inmediato a declarar que eran medidas de precaución porque se trataba de una de las nuevas cepas del coronavirus, pero que el caso no debía de tener un impacto en el programa del Grand Slam ya que se le realizaron nuevas pruebas a los afectados. Lo que si terminó por afectar fue a los seis torneos de preparación previos, que por protocolo en vez de realizarse por toda Australia, se concentraron en Melbourne Park para evitar desplazamientos. Estos incluyeron la ATP Cup, tres eventos de la WTA y dos torneos ATP 250, que el jueves previo a la justa tuvieron que suspender 89 partidos.
La noticia alentadora fue que el ministro de deportes de Victoria autorizó hasta 30 mil espectadores por día en el complejo que está dividido en tres zonas. Los asistentes de esta manera no pueden pasar de una a otra y así se puede contener mejor un hipotético contagio.
Además, el 'Happy Slam', como también se le conoce al Abierto de Australia por el cariño que le tienen los jugadores y afición, se convertirá en el “primer Grand Slam que introduzca tecnología de marcación electrónica en la línea y en directo sobre todas las canchas, incluidos los estadios principales”, mencionó Craig Tyley, director del torneo.
Como parte de las medidas de seguridad no habrá jueces de línea y por lo mismo la tecnología se convierte en aún más protagonista. Solo habrá jugadores, jueces de silla y niños recogepelotas, mientras que las cámaras de rastreo enviarán la señal para definir si la pelota salió de la cancha.