El año pasado, Kristina Jacobsen, una antropóloga musical estadounidense, se mudó a Cerdeña, Italia, para realizar una investigación etnográfica sobre la vibrante vida callejera y la cultura musical. Pero el destino, en forma del Covid-19, intervino: Cerdeña entró en cierre de emergencia y su ruidosa cultura callejera desapareció.
Así que Jacobsen dio un giro, y ahora estudia cómo los hogares han comenzado a usar rituales musicales en línea y en el hogar para hacer frente al estrés del encierro que exige el coronavirus.
“En el vacío que dejan olores y sonidos cotidianos, han nacido una gran cantidad de melodías, como los conciertos en el balcón o grabaciones y videos caseros”, explica Jacobsen en un artículo para la revista de ciencias sociales Sapiens, y señala que aparecieron una gran cantidad de actuaciones en línea con hashtags como #flashmobsonoro, #iorestoacasa (me quedo en casa), #lamusicanonsiferma (la música no se detiene) y #tuttoandràbene (todo estará bien).
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La necesidad generó el invento cultural, que también fortalece los lazos comunitarios y la resiliencia. Es un punto sorprendente a tener en cuenta cuando muchas partes del mundo tienen que soportar todavía más semanas del cierre por el Covid-19.
En circunstancias normales, la mayoría de nosotros nunca nos detenemos a reflexionar sobre cómo los rituales y los símbolos dan forma a nuestra vida cotidiana, como señaló el antropólogo británico del siglo XX, Victor Turner.
Sin embargo, el confinamiento por el coronavirus nos arrojó a un paisaje de profunda incertidumbre. Nuestras comunidades parecen simultáneamente tener y no tener Covid-19; esperamos que la normalidad se reanude. Mientras, estamos aislados de manera voluntaria, pero también conectados a un enorme mundo en línea.
En este confuso caleidoscopio, muchos han respondido, ya sea por instinto o por diseño, remodelando sus rituales de maneras sorprendentes.
Las actuaciones musicales, en el balcón, en línea y por video desde casa que se han dado en Cerdeña son solo uno de varios ejemplos. Lo mismo pasa, en cierto sentido, con los eventos digitales que las empresas ponen en marcha para permitir que su personal disperso se vincule de forma remota, o que los grupos sociales están creando en diversas plataformas digitales.
Mi propio diario se define cada vez más por un nuevo ciclo de videollamadas diarias ritualizadas con colegas y los ciber tragos semanales con amigos van al alza.
Este flujo cultural puede desorientar. Jeremy Bailenson, profesor de comunicaciones en la Universidad de Stanford, comenta que este nuevo terreno es tan desconocido e innovador que necesitamos aprender un nuevo “lenguaje” para que la comunicación sea eficiente.
Después de todo, los nuevos rituales sugieren que nos estamos adaptando a esta nueva forma de vida y, por lo tanto, no podemos ignorarla como una pesadilla temporal.
Pero prefiero ver lo que está sucediendo en Cerdeña —y en otros lugares del mundo— como una señal de cómo los humanos pueden ser innovadores al estar bajo estrés.
Eso genera dos preguntas más: cuando nuestro confinamiento termine, ¿qué rituales conservaremos? Y, ¿cómo marcaremos el final de este flagelo estresante? Reflexiona sobre esto la próxima vez que te sientas aburrido en casa; o mejor aún, debate sobre esto en un chat de video.
yvr