¿Quieres ser el bueno o el malo? Ejerce una paternidad responsable

Y en armonía con tu pareja para criar hijos más sanos

La crianza debe estar regida por los acuerdos que se tomen en pareja.
Wendy Solís
Ciudad de México /

La hora de dormir es a las ocho. Eso significa ponerse la pijama, cepillarse los dientes, lavarse las manos y la cara y leer un cuento, poco antes de que lleguen las 8:00 pm. Pero justo en ese momento, el papá de Diego decide que es hora de hacer cosquillas. Ahora el niño está exaltado, con la cara roja, sudoroso y brincando en la cama. La mamá tiene que jugar al malo y obligar a todos a irse a la cama o sufrir las consecuencias. Y ahí es cuando se escucha un reclamo de esa vocecita que ya ejerce su opinión sin censura: “mi papá es mucho más divertido que tú”. Esto lleva a que mamá y papá discutan, porque nadie quiere ser el policía malo, y menos verse obligado a asumir ese papel. Esta misma discusión ocurre en muchos hogares del mundo, incluso en aquellas familias donde los padres son expertos en crianza. 

“Recuerdo una vez, cuando nuestro hijo era muy pequeño, estaba jugando con su padre sobre la alfombra en el momento en que yo regresé de un largo día en la oficina. Cuando me vio entrar, el bebé se levantó, dejó a un lado el juego y corrió a tomarme de la mano. Yo me sentí la mujer más feliz por esa muestra de cariño —¿qué puede haber más sincero que la expresión de un niño pequeño?—... ¡hasta que me guió al closet donde intentó meterme para deshacerse de mí y seguir jugando con su papá! 

Lo disimulé lo mejor que pude, pero no puedo negar que en aquel momento me sentí triste, enojada y celosa. Sentirse el progenitor bueno o el malo, querido o rechazado nos afecta”, comparte Ana María Elizondo Gasperín, especialista en educación e integrante de la Asociación Mexicana de Pedagogía. 

De acuerdo con la especialista, las familias construyen redes de sentimientos y manifestaciones emocionales de forma sinérgica. “Esos efectos pueden ser benéficos o perjudiciales y su manifestación en cualquiera de sus integrantes afecta al grupo en su totalidad. Si uno de los padres es el bueno o el malo, sus sentimientos afectarán a toda la familia y crearán círculos virtuosos o viciosos en los que todos los integrantes se verán envueltos”. 


Esto es que, si alguno de los padres promueve y fortalece, ya sea consciente o inconscientemente, la denostación del otro, estará lanzando un bumerán que acabará por golpearlo en su regreso, y lo más importante: socavará la identidad del hijo cuya integración es el resultado de las experiencias alrededor de acontecimientos personales que tejen su biografía y que, sobre todo en los primeros años, son comunes a su grupo familiar y a los colectivos de los que forma parte. 

Siguiendo con su relato de aquella noche, Elizondo comparte que “si en ese momento hubiera dado total rienda suelta a mis sentimientos, nos hubiera afectado mucho a todos, promoviendo no solo la manifestación explosiva de las emociones que en aquel momento me embargaron, sino otras relacionadas con la culpa, la intolerancia y un largo etcétera que, de volverse costumbre, podrían haber llevado a extremos que rompieran o lesionaran seriamente el núcleo familiar”. 

El drama del cuidador 

De acuerdo con Guillermo Preza, psicólogo y terapeuta familiar, colaborador de Centro Meri —que brinda atención psicológica para niños, adolescentes, adultos, pareja y familia—, la persona con quien se tiene mayor convivencia suele ser a quien se considera el policía malo, pues finalmente es quien está más tiempo cerca, marca las reglas de lo que le parece correcto, la que pone límites y aquí puede fungir mamá, papá, o quien quiera que sea la persona que está más tiempo ahí. 

Por su parte, Jorge Antonio Alfaro Villamil, esposo de Ana María y también especialista en educación, explica que ha sido más común en la historia que sean las madres las que se ocupen de la crianza y la educación de los hijos, sobre todo en las etapas iniciales, mientras los padres se encargan de proveer. Y, aunque en la actualidad la crianza es más un tema colaborativo entre ambos padres, “aún hay una propensión a que sean las mamás las que establecen estructuras de vida, como horarios para jugar, dormir, comer o estudiar, mientras los papás, suelen estar más dispuestos a brincarse las reglas sobre lo que se puede y no hacer”. 


“No es una norma, pero puede estar relacionado con que, pese a la tendencia hacia una mayor equidad, los padres proveedores aún pasan menos tiempo con los hijos en casa que las madres criadoras. En los casos en que es al revés, padres que crían, madres que trabajan, pueden ser los padres quienes detectan la necesidad de estructuras y reglas. No obstante, también es un asunto de personalidad, si ni la madre ni el padre tienden a ser estructurados, lo más probable es que predomine el dejar hacer”, dice Alfaro. 

La importancia de los grises 

Tener al policía malo y al policía bueno en casa no solo socava al padre que está tratando de mantener las reglas, sino que también envía un mensaje divisivo a los niños: un papá es divertido, el otro no. ¿Cómo papá y mamá pueden poner límites, educar y fomentar valores cuando está claro que ni siquiera pueden ponerse de acuerdo entre ellos? 

Una de las consecuencias de esta dinámica familiar es que se les limita y no se les facilita a los niños una de las tareas del desarrollo más importantes a nivel psíquico, que es el reconocimiento de la ambivalencia. “A nivel de desarrollo, durante los primeros años, naturalmente la psique divide el mundo entre lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro, y es tarea de madurez entender que nadie ni nada es todo bueno o todo malo, sino que es una combinación, es decir, ambivalente. 

La ambivalencia con respecto a los cuidadores primarios “es una de las tareas del desarrollo psíquico más importantes que existen y es lo que permite el desarrollo de la personalidad integrada en el sentido en que se percibe el mundo y se entiende la realidad como algo que integra igual lo bueno y lo malo en una misma persona”, dice Andrea Angulo Menassé, profesora e investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, campus San Lorenzo y profesora honoraria de la Universidad de Sevilla, España. 

Las consecuencias no solo afectan a los hijos, sino a la relación de pareja. “Si uno de los integrantes es indolente ante el hecho de que el otro vaya perdiendo su autoestima por una continua falta de aprecio y reconocimiento, debido a que siempre es el ‘malo’ de la película, acabará por generar lejanía y mala comunicación”, añade la pedagoga Ana María Elizondo. 

Mantener estos patrones de crianza daña la estabilidad de las familias y genera una apreciación errónea en temas de equidad de género. “Un infante que percibe un trato desigual y degradante hacia uno de sus progenitores por parte del otro y lo incorpora como una creencia básica de su cosmovisión, se blinda contra las posibilidades de decidir por el cambio hacia una sociedad más equitativa, por más que se le demuestre lo contrario. Asumirá los mismos roles tradicionales que nos han impedido a hombres y mujeres construir sociedades más justas e igualitarias solo porque así “cree” que debe ser, y pondrá en práctica lo que aprendió en casa (de la relación de sus padres)”, explica Ana María. 

Ser pareja en la crianza 

La buena noticia es que, estos roles que hemos jugado por generaciones, no son una regla grabada en piedra. No importa si estás en espera de tu primer bebé o ya eres papá, puedes hacer el cambio desde ya. De acuerdo con Preza, especialista de Centro Meri, el primer paso para el cambio es preguntarte ¿qué tipo de padre quieres ser?, y aún más importante, ¿qué padre consideras es el mejor para tu hijo, esa figura que necesita a su lado? 

“No creo que haya una solución como de receta de cocina, porque implica tener que movernos mucho de lugar ideológico. Todos los hijos son distintos y en ese sentido hay que ponerlo y pensar cuál es el padre que le vendría mejor según lo que creemos y eso sumarlo a cuál es el padre que yo quiero ser para ellos”, dice Preza. 

Estar de acuerdo con tu pareja en cuanto a la crianza es parte del desarrollo sano de los hijos pues, el aprendizaje durante los primeros años de vida es cuando ocurre no solo la construcción de las habilidades motoras y lingüísticas básicas de la persona, sino la etapa en que sus facultades cognitivas, intelectuales y sociales son adquiridas. “Este es el periodo en el que se establecen nuestras creencias, como estados mentales en los que se supone que algo es verdadero, correcto o válido. En donde se construye aquello que después expresaremos a través de nuestras palabras, nuestros sentimientos o nuestras acciones”, dice Ana María. 

Los especialistas coinciden en que los nuevos roles y estructuras en las familias actuales dejan claro que convertirse en el policía malo no es un tema de género; por otra parte, se ha disminuido este estilo de criar a los hijos. “En las nuevas generaciones, algunas parejas han logrado igualdad en la crianza, pues también es producto de los avances sociales empujados por los movimientos feministas, que han luchado para que exista esa paridad de circunstancias o la igualdad en el sentido propuesto por la educación de las descendencias”, dice Guillermo Preza, de Centro Meri. Sin embargo, aún es un reto para muchos hombres revisar qué esperan de sí mismos, de sus parejas y de sus familias, “en una sociedad en la que las diversas responsabilidades de la vida familiar son compartidas y repartidas sin distinción de género. 

Sin embargo, es muy importante que las mujeres también estén dispuestas a repartir responsabilidades —y disfrute— en forma equitativa”, agrega Villamil. 


“Cuando el ejercicio de la autoridad se polariza, es necesario hacer un alto y revisar los principios y valores que guían a la pareja. Es necesario formalizar lo que esperan de sus hijos, platicar cómo consideran que deben ser educados, para determinar los límites y reglas que están fuera de discusión, y deben ser establecidos por ambos, y en cuáles hay flexibilidad”, recomienda Jorge Antonio Alfaro, quien también es integrante de la Asociación Mexicana de Pedagogía. 

Al final, coinciden los expertos consultados, el principio de la equidad en casa no solo determina que los padres sean parejos en las responsabilidades y en el establecimiento de límites, sino también en el disfrute de los hijos y en compartir las experiencias bellas y liberadoras que harán de la familia un éxito.


srgs

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