Los primeros días de junio fueron quizás los más tensos para la agroindustria mexicana. La amenaza del presidente de Estados Unidos (EU), Donald Trump, de imponer aranceles de 5% a las exportaciones mexicanas hacia territorio estadounisense, habría causado severos daños al sector agrícola de México.
Según el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), la industria agrícola en 2018 representó ventas por más de 34,200 millones de pesos (mdp), en una racha ascendente que no se ha detenido desde 1993, cuando se comenzaron a registrar los datos.
La amenaza de aranceles se disipó, tanto, que los aguacates michoacanos y los jitomates sinaloenses siguen su camino hacia el vecino del norte. Sin embargo, la industria todavía tendrá que vérselas con un futuro complejo y en buena medida incierto, ya que el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) no se ha ratificado aunque se promete estar la siguente semana.
Los efectos de los constantes cambios en la relación comercial con EU, así como la demora en la ratificación del T-MEC, generan incertidumbre en el sector agropecuario, ya que considera que el comercio libre de aranceles puede estar sujeta al capricho presidencial de EU.
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Las acciones que Donald Trump tome en un futuro traerán mayor incertidumbre. Aun si se llega a aprobar el nuevo tratado comercial (T-MEC), la percepción es que Trump puede imponer medidas restrictivas al comercio en cualquier momento. Esto significa que, aun con el T-MEC aprobado, la incertidumbre continuará como la inversión puede caer.
Con la entrada en vigor del anterior Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, la industria agrícola mexicana esencialmente estaba dedicada al autoconsumo. Pero las cosas cambiaron de forma radical en los últimos años. La evolución de las exportaciones mexicanas permitió un crecimiento del comercio agrícola, que se volvió uno de los sectores más sólidos de la economía nacional.
“Los ciclos de producción y exportación en México comenzaron a coordinarse con las temporadas de cultivo y cosecha en regiones como Florida y California, con la finalidad de que, cuando dichos estados descansaran, pudieran recibir productos agrícolas mexicanos”, dice Manuel García, presidente de la Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado de Sinaloa (CAADES).
El buen vecino
La cercanía geográfica con EU permitió el desarrollo de cadenas de logística y transporte desde las regiones productoras hacia la frontera estadounidense, lo que generó una estrecha relación comercial binacional.
Según datos del Observatory of Economic Complexity, del Massachusetts Institute of Technology (MIT), casi la totalidad de los tomates exportados por el país (90%) van a dar a las ensaladeras de los ciudadanos estadounidenses. Lo mismo sucede con las exportaciones de chiles (87%) y aguacates (78%) que terminan en las mesas de EU.
Por su parte, el SIAP señala que otros ocho productos agrícolas, que van de los pepinos a las cebollas y fresas, representan montos de exportación anuales superiores a los 400 millones de dólares (mdd) por cada producto.
Estos volúmenes hicieron que Sinaloa y la región del Bajío, que componen los estados de Guanajuato, Aguascalientes, Jalisco y Querétaro, desarrollaran robustas capacidades agroindustriales. “Con el TLCAN, el centro de gravedad de las agroindustrias cambió de estar cerca de las regiones productoras a situarse próximo a las redes binacionales de transporte y logística”, dice Ernesto Lozano, académico en la EGADE Business School y especialista en agroindustrias.
La integración posterior a la firma del TLCAN hizo que regiones como el Bajío y Sinaloa se convirtieran en zonas de producción agrícola con alto valor en el país, y en una fuente significativa de empleo y bienestar económico. “Alrededor de 13% del Producto Interno Bruto (PIB) de Sinaloa depende de la actividad agrícola”, afirma Manuel García de CAADES.
De acuerdo con el estudio de la organización México Cómo Vamos, publicado en 2018, las entidades de Nayarit, Quintana Roo y Sinaloa exportan principalmente productos alimenticios a EU.
La imposición súbita de aranceles que invocaba el presidente de EU hace dos semanas, con el pretexto de frenar la migración ilegal, representaba una amenaza directa contra entidades cuyas economías están vinculadas directamente a la actividad agropecuaria de exportación.
“Un arancel de 5% hubiera provocado una afectación mensual de casi 111 mdd en el campo mexicano”, dice Mario Andrade, vicepresidente del Consejo Nacional Agropecuario.
Si viene el T-MEC
El mayor beneficio del T- MEC es dar certeza a inversionistas en un país que tiene un Estado de Derecho débil; fue una forma de adoptar un marco legal más robusto a través de un acuerdo comercial. “Con las acciones de Trump en las semanas anteriores, este marco legal se debilita y por ello es necesario fortalecerlo y tomar medidas para dar más certidumbre”, dice Carlos Serrano, jefe de economistas en BBVA.
Se espera que esta semana, el Senado de la República ratifique el T-MEC para dar estabilidad económica a México. “Es fundamental contar con una certidumbre jurídica, política y comercial que pueda generar confianza a los inversionistas, al comercio y el empleo”, dice Gustavo Madero, presidente de la Comisión de Economía del Senado, durante la Reunión de Comisiones Unidas sobre el T-MEC.
Por su parte, el senador de Morena, Héctor Vasconcelos, reconoció que “hay prisa por ratificar el tratado, sobre todo ante la posibilidad de que EU cambie de opinión y amague nuevamente con imponer aranceles a los productos mexicanos”. Otro obstáculo que enfrenta la industria agropexportadora son los vaivenes del dólar. “Los contratos de compraventa están basados en las cotizaciones del Chicago Board of Trade, por lo que si dicha cotización varía después de la firma del contrato, podemos padecer pérdidas económicas”, dice Manuel García.
A esto se suman las disrupciones en las cadenas de transporte por la reasignación de elementos del Departamento de Seguridad Nacional de EU (DHS, por su siglas en inglés) para las labores de inspección de vehículos y vigilancia. Su objetivo es evitar la entrada de migrantes al territorio vecino.
“Estos retrasos pueden prolongarse por varias horas e incluso días, lo que ralentiza las entregas con los clientes en EU”, añade García. La aprobación del T-MEC daría certeza jurídica y continuidad al crecimiento del campo mexicano que hoy exporta 80% de sus productos agrícolas a Estados Unidos y 2.1% a Canadá.