“La corrección política está matando historias por censura y autocensura”: Caye Casas

La cinta La mesita del comedor (2022) causó sensación en México y desató risa unánime durante su presentación de agosto pasado en el Festival Internacional de Cine de Horror Macabro 2023. Estrena en cines el viernes 12 de enero.

Lo más terrorífico es el destino, cuando es cruel y se gira y te golpea en el estómago, dice Caye Casas.
Ciudad de México /

Sorprendido y divertido, el cineasta catalán Caye Casas (Tarrasa, 1976) descubrió que su más reciente película, La mesita del comedor (2022), causó sensación en México y desató risa unánime durante su presentación de agosto pasado en el Festival Internacional de Cine de Horror Macabro 2023, mientras que en España la industria cinematográfica “tuvo miedo de exhibir un filme políticamente incorrecto”.

“La corrección política está matando muchas historias con censura o autocensura”, comenta en entrevista telefónica desde Barcelona el realizador, que atribuye el problema a la gente de la izquierda.

Su filme se estrenó en salas comerciales este viernes 12 de enero en México, distribuido por Alphaville; tuvo una función para prensa e invitados el miércoles anterior, e la que muchos asistentes no pararon de reír con la historia de Jesús y María (David Pareja y Estefanía de los Santos), una pareja para nada divina de cincuentones, quienes en un medio de una crisis, acaban de convertirse en padres.

Y, entonces, con el bebé de semanas de vida, bautizado irónicamente por muchas razones como Cayetano, Jesús se empeña en comprar una mesa de comedor.

Queríamos hacer una película terrorífica, pero sin que fuese de terror, sin los elementos típicos y clichés . Y queríamos también demostrar que lo más aterrador que puede haber es el destino y lo cruel que puede ser; queríamos mostrarlo así, en una película sin monstruos ni fantasmas ni hechos paranormales, simplemente con la vida”, explica Casas, coautor del guion con Cristina Borobia.

¿Y por qué una mesita del comedor?

Una de las premisas clave es que queríamos hacer una película inolvidable para el espectador, que la mesita no se olvide. Y queríamos algo tan inofensivo en un principio; y cómo una elección tan tonta sobre lo que va a decorar tu sala de estar se puede convertir en algo infernal, en una pesadilla real. Queríamos mostrar que el terror cotidiano puede ser el más bestial, que te saque sentimientos más duros y con el que puedas sufrir más como público.

¿Cuál  es el terror más profundo en su película?

Lo más terrorífico es el destino, cuando es cruel y se gira y te golpea en el estómago y te pone en una situación que no tiene remedio, que no puedes salir de ahí. Hay cosas peores que la muerte, y es eso. Te pueden pasar situaciones en la vida que no tienen solución y que convierten tu vida en una auténtica pesadilla. Para mí, eso es lo más terrorífico que existe: una situación en que la vida te pone a prueba y pierdes la batalla y el final no puede llegar a ser nunca feliz y conoces el infierno real.

En el filme hay un terror más profundo: el de una pareja que tiene un bebé en su última oportunidad, en eso está ya la tragedia ahí...

Eso es la vida también. Es una pareja que está en las últimas oportunidades de ser padres y una vez que lo consiguen, no todo en su vida es color de rosa, son momentos de seria crisis, oscuros en sus vidas. Y, a veces, cuando las cosas van mal, suelen ir peor.

Atribuye al filme humor negro, ¿no es tragedia clásica inmersa en lo cotidiano?

A mí lo que realmente me inspiró el tema del humor negro es la vida propia. La vida tiene muchos géneros, no sólo uno. En las tragedias también hay sitio para el humor negro, que es marca de la casa, como persona utilizo mucho el humor negro en mi día a día. A Cristina Borobia y a mí nos gusta mezclar géneros, por eso dentro de esta gran tragedia hay pequeñas dosis de humor negrísimo.

Platicar con un mexicano de su película debe de ser humor negro, ya ve lo que escribió André Bretón sobre México en su Antología del humor negro.

Ja, ja, ja. Exacto. La cultura mexicana y mis historias tienen mucho que ver, hay muchos puntos de conexión, lo comprobé en Macabro cuando vi la reacción del público mexicano: el humor negro es algo que nos une. Tuve la suerte de verlo en Cineteca Nacional y acabé enamorado del sitio, es espectacular.

¿Cómo se inserta su filme en el contexto de España de hacer o decir lo políticamente correcto, con la cultura de cancelación?

Estoy totalmente en contra de esta corriente de lo políticamente correcto, estoy en contra de que se pueda censurar o autocensurar cualquier tema artístico. La mesita del comedor va a contracorriente de todo. Hay una censura clara por parte de la ultraderecha en España; y también hay una censura –y hay que reconocerlo– de los que nos consideramos de izquierda; una censura de no querer que nadie se moleste, de no ofender a nadie, de ir con mucho cuidado con todo. Y nos estamos equivocando con eso. Que los que nos consideramos de izquierda, como yo, lo que tenemos que hacer es exactamente lo contrario: ser libres y exponer todo tipo de conceptos artísticos sin ningún tipo de censura. Y si son políticamente incorrectos y si son radicales, pues tienen que existir. Estamos en un momento en que la corrección política está matando a muchas historias que se están censurando o coartando desde la ultraderecha y la izquierda.

¿Por qué no se muestran cadáveres entonces en su película?

No se muestran los momentos más crueles, no son explícitos, están fuera de campo. Eso está hecho premeditadamente, porque lo que buscaba como autor es que trabajase la imaginación del espectador. Es lo suficientemente cruel y duro que sea la imaginación del espectador la que en su cabeza vea esas imágenes. No hacía falta mostrar esos momentos yo. Por eso me gusta el fuera de campo, porque hace las escenas más duras; cada uno se monta imágenes en su cabeza y eso hace que, como cuando lees un libro, la película tenga un poco de ti. Realmente cada espectador es un poco protagonista en este aspecto del filme porque en su cabeza ha ido construyendo esos momentos que no muestro como autor.

¿Buscaba hacer culpable al espectador de la tragedia?

No es exactamente eso. Quería que fuera cómplice, no culparlo, sino que el espectador fuese muy cómplice de la película. Una de las claves de la película es que sólo el espectador y el protagonista saben lo que ha pasado ahí, y eso hace que el espectador esté muy activo en todo el filme, no sólo sufriendo, sino pensando qué haría él, utilizando esa imaginación de lo que yo no muestro.

Me da la impresión de que evitó el gore, que en algún momento fue muy popular en cierto cine de España...

Sí, totalmente. Quise evitar el gore. Un periodista en Austin me dijo que había hecho muy bien en evitar ese gore explícito porque la película ya tenía uno psicológico, que ya era lo suficientemente potente como para encima enseñar gore. Y ya desde el principio de la escritura del guion yo ya sabía que iba a evitar todo eso, que la imaginación es suficientemente potente, incluso más potente que mostrar las imágenes explícitamente.

¿Cómo concibió y desarrolló la parte técnica: una fotografía efectiva, la edición vertiginosa?

La película se rodó en sólo 10 días, en el piso de una amiga, y con el director de fotografía (Alberto Morago) teníamos bien claro que queríamos una película muy claustrofóbica, que iba a ser muy oscura y que se iba a ir oscureciendo a lo largo de la historia. Aparte, queríamos tener una fotografía muy ágil, ir con cámara en mano, muchos primeros planos, enseñar a los protagonistas en algún momento de estrés máximos y ver absolutamente todos sus gestos desde la cámara muy de cerca, y eso hace que sea todavía un poco más agobiante; cerrar el plano en un protagonista que está sufriendo y que lo estás viendo tan, tan de cerca. Yo hice el storyboard y nos ceñimos a él, a rodar todo lo que teníamos en esos dibujos que presentaba a los jefes del equipo, porque el tiempo en 10 días es realmente terrorífico, no se lo aconsejo a nadie, no puedes fallar en el aspecto técnico, no podías pinchar en una tarde, porque si no no tenías tiempo de acabarla.

Dijo que no le hizo caso a los consejos de Hitchcock de no trabajar con niños ni animales, pero me parece que tiene influencia de él y de Tod Browning.

Lo recuerdo. Yo bromeaba con que en ese aspecto no seguí al maestro. Pero está claro que Hitchcock es un referente absoluto para todos los cineastas. Y algunas críticas han dicho que La mesita del comedor tiene algunas esencias hitchcockianas, de películas como La soga, de hacerte sufrir, que el público y el protagonista sean los únicos que tienen toda la información, y eso hace que la tensión aumente muchísimo, es una cosa que Hitchcock controlaba como nadie.

La historia gira en torno a una pareja que tiene un bebé y compran una mesita de comedor.

A pesar de todo lo que me ha dicho, su filme no habría funcionado sin esos magníficos actores.

Te doy toda la razón. Los actores eran la clave, sabíamos que si no acertábamos en la elección de los actores, la película no iba a funcionar, porque son ellos los que transmiten todo lo que quiero que transmitan, todo ese sufrimiento te lo tienes que creer. Tienes que estar con ellos, no te puedes saltar. Tenía la suerte que algunos, como el protagonista (Pareja), o el que hace el hermano (Josep Riera), eran actores que ya habían trabajado conmigo, actores de mi confianza con los que ya escribí el guion pensando en que ellos interpretarían a estos personajes.

Luego tuve la suerte de trabajar con Estefanía de los Santos y Claudia Riera, que admiraba y que me gustaban los trabajos que habían hecho; tuve la suerte de conocerlas y presentarles el proyecto. O con Gala Flores (la niña) o el vendedor de la mesita, Eduardo Antuña, con quien ya había trabajado y que sabía lo que me iba a dar. Fue una película rodada en diez días, pero tuve la suerte de poder ensayar con los actores durante una semana en el piso donde pasa casi toda el filme, eso me permitió afinar mucho”.

Convirtió al vendedor en un villano involuntario, sin conciencia de serlo, eso lo hace más atroz.

Ja, ja, ja. Sí, totalmente involuntario, es un personaje muy, muy peculiar, que ni se imagina el daño irreparable que ha cometido en esa familia.

Irónicamente, a veces una persona inflige un daño grave a otros sin darse cuenta jamás.

Exacto. Ya te digo: mi gran referencia es la vida. A veces los guiones son demasiado perfectos, demasiado cinematográficos; en cambio, la vida es diferente, a veces tiene incoherencias, personajes extraños; haces daño y no te das cuenta que lo has hecho, y un poco eso es lo que le pasa al vendedor.

En España no le fue muy bien a su película, ¿qué pasó?

En España somos un país muchísimo más políticamente correcto que México, muchísimo más. La mesita del comedor en España realmente ha causado temor entre las grandes distribuidoras, las plataformas y las televisoras, es una película que temen enseñar. La hemos distribuido nosotros y las salas se llenaban, pero en muy pocos cines. El problema ha sido la industria, el temor a mostrar algo políticamente incorrecto, que rompe tabúes y deja al público sin respiración. No han sabido ver el éxito que tiene eso entre el público o no lo han querido ver. Ese ha sido el gran handicap de no encontrar distribución en España, por eso estoy tan contento de que Alphaville nos haya distribuido en México.

¿No es más aterrorizante escuchar risas en la sala en los dos momentos más atroces?

Según como seas, esta película te la puedes tomar de una manera u de otra forma. Está claro que esos dos momentos, dentro de ese contexto tan increíblemente trágico, están repletos de un humor negrísimo, que cada uno hace suyo. He ido a muchos países, pero México fue en el que la gente reía más en esos momentos, hay países en los que sólo se oían cuatro carcajadas en la sala, pero en México eran casi unánimes las risas; me pareció muy curioso, pero entendí que es la cultura mexicana, cómo sois con la muerte, con el humor negro. Por eso he dicho que tengo muchos puentes en mi cabeza conectados a lo que la cultura mexicana enseña. En ese aspecto funcionó muchísimo el humor negro, y seguro en otros países se enojarían de ver tanta gente reír en momentos tan increíblemente terroríficos.

Sabe la situación violenta que hay en México, ¿por qué la ficción violenta y cruel hace reír?

Para mí está muy claro: la ficción es arte; la gente sabe que está viendo una historia que no es real, que la ha hecho un artista, ahí se puede permitir ese lujo. Es como una película de guerra, ves gente matar, o una de terror y ves asesinos que le cortan los miembros a algunos personajes, y lo puedes llegar a disfrutar porque sabes que no existe. Y otra cosa es la realidad como la que tú has contado, que es terrible y aparte es casi una falta de respeto porque la cabeza de esa persona sería de alguien y supongo que sacarla públicamente, pues es muy duro. Aquí en España eso sería imposible. Me acuerdo cuando estuve en México veía estos diarios que teneís, que en portada siempre aparece algún cadáver, de alguien atropellado, asesinado, y al lado una chica casi desnuda o semidesnuda. Y ahi son portadas de diarios; aquí en España eso es imposible que pase, básicamente porque estás sacando la foto de un cadáver real. En cambio, en la ficción no sólo está permitido, sino que en el arte debe estar permitido absolutamente todo y esa es la gran diferencia para mí entre ficción y realidad.

Como lector ¿a quien prefiere al Marqués de Sade, a Franz Kafka o a Jorge Luis Borges?

¡Ostia! Es una muy buena pregunta. Me gusta mucho todo lo kafkiano; tiraría por Kafka.

MGR​

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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