Desde que aterrizamos al EuroAirport sabía que algo especial nos esperaba, un importante puerto aéreo que comparten Francia, Suiza y Alemania. Decidimos conocer primero Basilea, la cual es sorprendente por sí misma. Sede de farmacéuticas como Novartis y Roche, al igual que firmas de arquitectura como Herzog & De Meuron o HHF Architekten, la pequeña ciudad funciona como reloj suizo. Transporte público gratuito y de excelencia, wifi en parques y plazas, limpia, dinámica, segura y con opciones para todos los gustos y presupuestos.
De ahí tomamos un autobús a la estación Vitra, cruzamos la frontera internacional menos vigilada que hayamos conocido, para llegar al poblado de Weil am Rhein al sur de Alemania. La parada de autobús, diseño de Jasper Morrison, sencilla y con el diseño justo para sentirte entrando al mundo Vitra.
Aunque la empresa fue fundada en 1950, fue hasta después del incendio de la fábrica en 1981 que comenzó la acumulación de edificios de starchitects en el nuevo Vitra Campus.
Las primeras obras fueron los Factory Buildings en 1981 y 1983, diseño de Nicholas Grimshaw, autor de importantes obras alrededor del mundo como la restauración del Horno 3 en Monterrey y el aeropuerto de Manchester en el Reino Unido.
Después llegaría el segundo edificio de producción y el Vitra Desing Museum , ambos de Frank Gehry en 1989, primera obra del canadiense en Europa. Con este proyecto del también autor del Guggenheim de Bilbao, la empresa expandió su capacidad, abrió sus colecciones al público e inició con algunas de las exhibiciones de diseño más importantes de nuestros tiempos.
- Te recomendamos Parques temáticos: cuando la ficción se hace realidad Cine
En el museo pudimos ver la exposición Night Fever, la cual está enfocada en la historia y el diseño de los clubes nocturnos alrededor del mundo. Desde The Electric Circus en Nueva York hasta las propuestas de OMA para Ministry of Sound II en Londres.
En los jardines disfrutamos de las sillas de la colección, el Dome del arquitecto estadounidense Buckminster Fuller y la Petrol Station del francés Jean Prouvé, uno de los diseñadores favoritos de la marca.
Los propietarios de Vitra decidieron poner una estación de bomberos dentro de sus instalaciones para evitar otro siniestro como el que acabaría con su antigua fábrica y para ello contrataron a Zaha Hadid. Con este proyecto la arquitecta anglo-iraquí saltaría a la fama en 1993.
Hoy en día los bomberos pasaron al servicio público y están fuera del campus, por lo que el edificio sirve para eventos, exhibiciones efímeras y permanece como un interesante juego de líneas atractivo para cualquier visitante.
El mismo año fue encargado el Conference Pavilion al japonés Tadao Ando. Ahí pudimos ver un espacio para conferencias y juntas de trabajo. La obra del también autor del Centro Roberto Garza Sada de la UDEM, fue su primer proyecto fuera de Japón. Gran parte del edificio se encuentra bajo el nivel de tierra y está rodeado de árboles de cerezas, deliciosas por cierto.
Para extender la capacidad de los procesos finales que se llevan a cabo en el sitio, en 1994 se construyó el tercer edificio de producción. Ahora tocaría al portugués Álvaro Siza proponer un recuerdo de las antiguas fábricas del siglo XIX con una limpia fachada de ladrillo. Sobresale un techo automático que cubre a los montacargas y trabajadores en días de lluvia para ir de un edificio a otro y al mismo tiempo nos enmarca la estación de bomberos al fondo.
El último edificio de producción fue realizado en el 2012, obra del despacho japonés Sanaa y que da servicio a Vitrashop. Una enorme bodega de 20,000 m2 de construcción con forma casi redonda de color blanco y fachada de acrílico. Un espacio igual de interesante para un ingeniero como para un arquitecto.
De ahí pasamos a Vitra Haus, terminado en 2010, es la tienda insignia y quizás el mejor showroom que haya visitado en mi vida. Un lugar donde clientes y soñadores pueden ir a inspirarse. Los autores de esta maravilla son Herzog & de Meuron, mejor conocidos por el Nido de Pájaro en Beijing y la Allianz Arena de Múnich. Aprovechamos para comer en el café y comprar algunos recuerdos en la planta baja. Este edificio que simula varias viviendas arquetípicas apiladas y entrelazadas, y brinda las mejores vistas del campus y la región. Visita obligada para amantes del diseño y la arquitectura.
Para terminar el recorrido optamos por tomar el camino que bordea la finca. Ahí se esconden Vitra Slide Tower del artista alemán Carsten Höller y el Promenade de Álvaro Siza, ambos terminados en 2014. Un divertido resbaladero de 30 m de alto que recuerda épocas de la niñez, y un paseo entre arquitectura y naturaleza lleno de pequeñas sorpresas respectivamente.
Al final del camino arribamos al último edificio, el Vitra Schaudepot, terminado en 2016 también por Herzog & de Meuron. Ahí se encuentra la colección privada de mobiliario con más de siete mil piezas y poco más de mil lámparas.
Obras que van desde 1800 hasta el día de hoy, se guardan en este complejo que además contiene una reproducción a escala de la oficina del diseñador Charles Eames, uno de los genios que llevó a la marca a la fama. Al volver exhaustos, concluimos que el Vitra Campus es quizá uno de esos lugares que concentra en un solo espacio varios ejemplares de una era que está concluyendo, la de las formas caprichosas del deconstructivismo de Frank Gehry y Zaha Hadid, la de los últimos poetas de la arquitectura minimalista como Álvaro Siza y Tadao Ando y la de los programas de Sanaa y Herzog & De Meuron, todo aquello que está formando la historia de la arquitectura de nuestros tiempos.