“Tenemos el viento en contra” afirmó Olaf Scholz en un debate político ante las críticas por dejar, tras tres años como canciller, un país en crisis. La caída del SPD, ‘coalición semáforo’, el 6 noviembre del 2024, fruto de la fragmentación política, abre las puertas a un cambio de dirección necesario para Alemania y para Europa, que espera que las elecciones federales anticipadas, este 23 de febrero, no viren hacia el nacionalismo germano.
“El interés está en máximos históricos comparado con otras elecciones”, aseguró Catrina Schläger, jefa del Departamento de Análisis y Planificación del Instituto Friedrich Ebert Stiftung de Berlín en una mesa redonda organizada por el Instituto Elcano en Madrid para analizar el futuro europeo.
Con la economía estancada, la sociedad alemana pide soluciones a un Estado que no funciona, comenzando por “la paz y la seguridad. En segundo lugar la economía, en tercero la seguridad social y después de todos eso, surge la inmigración”, tema principal de los partidos políticos.
Migración antes que guerra en Ucrania
Para André Härtel, Director de la Oficina en Bruselas del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad, es llamativo ver como un tema tan crucial como la invasión rusa a Ucrania “no tiene, en absoluto, un papel en el debate electoral. A los alemanes les gusta hablar sobre todo de la migración, les gusta hablar de la economía y no hacen esa conexión que aparentemente es obvia con el contexto internacional y esto es algo muy preocupante. Desde el punto de vista de los programas políticos de los partidos de centro, y ya no quiero hablar de los populistas… no están preparados para este momento tan profundo que estamos experimentando”.
En 2023 el gobierno de Olaf Scholz envió 30 tanques Leopard 1, 90 vehículos Marders y 18 tanques Leopard 2A6 a Ucrania. Un año más tarde reforzó a las tropas de Volodímir Zelenski con 105 Leopard A5, 30 vehículos de combate de infantería Marder y 15 tanques antiaéreos Gepard.
“Alemania está a favor de apoyar a Ucrania desde el punto de vista militar y económico. Ucrania no podría ni pagar a sus soldados sin dinero europeo”, menciona Härtel, crítico con Scholz por el pasivo compromiso con el ex presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en asuntos sobre Kiev.
“Antes de Trump, el año pasado, ya empezaba a quedar claro que no había teoría de la victoria para Ucrania y después de Trump queda totalmente desdibujado qué estrategia va a seguirse en Ucrania. Si va a resolverlo porque va a utilizar su esfera de influencias -—que sería muy malo para los europeos— o el orden basado en reglas va a desempeñar un papel. Tampoco queda claro si se tienen en cuenta los intereses europeos en la estrategia de Trump”, señala el director de la Oficina en Bruselas del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad.
“¿Qué podemos hacer al respecto?” , se pregunta Härtel sobre quién pagará por la fama que quiere gozar el presidente de Estados Unidos con respecto a la guerra.
“En Berlín y en Bruselas, y seguramente en otras capitales, sigue habiendo una actitud de espera, de ver cómo evoluciona la situación. Esto es un problema fundamental. Por lo menos, lo que podríamos haber hecho antes de la toma de posesión (de Trump) es juntarnos para hacer un plan de paz para Ucrania y que hasta cierto punto podría estar alineado con el enfoque de Zelenski, pero también dejando claro cuales son los intereses europeos y qué se puede ofrecer para que haya un alto al fuego potencial.
“En segunda instancia, también podríamos haber nombrado a una persona que fuera responsable de comunicarlo a los aliados y que podría incorporarse incluso en la mesa de negociación. Uno puede decir lo que quiera de Trump y su equipo, que están excluyendo ahora a los europeos, pero francamente, ¿quién sería el portavoz de los europeos? ¿Von der Leyen? No, porque no puede decidir sobre las tropas. ¿El canciller alemán? Ahora mismo ni existe. ¿ (Emmanuel) Macron? Quizá pero hasta cierto punto está débil dentro de su propio país.
Más probablemente podría ser el presidente (polaco) Donald Tusk, que también tiene el consejo (europeo), pero no veo que haya movimientos en esta dirección. No podemos culpar a los alemanes por esto, tenemos el típico problema de Europa ¿a quién se llama cuando uno quiere hablar con Europa? ¿Qué número hay que marcar? No estamos preparados, incluso para saber qué cosas podemos hacer ahora mismo”, sentencia.
Alemania decide
Las últimas encuestas apuntan a que Friedrich Merz, líder de los democristianos y de la alianza conservadora CDU-CSU, será el ganador sin mayoría con 30 por ciento de apoyo. Se denomina pro-europeo. Entre sus planes está sentarse a hablar con Francia y Polonia, un tema que ha tocado por debajo, basando su discurso en una postura dura contra la inmigración.
“Merz y su equipo parece que están pensando estrictamente en los interese alemanes sin tener demasiado en cuenta a la UE, por lo cual, todavía queda por ver si después de la elección, después de la formación de gobierno, que va a tardar un tiempo, finales de abril o entrados en mayo, entonces, todavía queda por ver hasta qué punto Europa se va a utilizar como un instrumento o foro para la política exterior”, dice André Härtel.
Situación que preocupa al electorado ya que la coalición ‘semáforo’ no funcionó y a pesar de que 30 por ciento de la población está indecisa en su voto, las encuestas marcan poco margen de maniobra para crear gobierno.
“Lo que nos llama la atención es la incertidumbre que hay. Primero, no sabemos cuántos partidos van a estar representados en el Bundestag, ahora hay seis y esto podría aumentar a siete porque hay una nueva formación política que surge del partido de izquierda; y luego están los liberales, Die Linke, que todos están rondando el umbral del 5 por ciento. Si llegan al Parlamento, si dos están en el Parlamento o si solo uno está, afectará a la formación del gobierno de coalición. Tendremos un gobierno de coalición de dos partidos… de tres partidos. Está por ver. Nuestra experiencia con esta coalición tripartita, cuando hablábamos de esa coalición ‘semáforo’, pues no se puede considerar una historia de éxito”, expresa Catrina Schläger.
La extrema derecha llega al umbral del poder
El partido de extrema derecha AfD, posicionado en el segundo puesto en las encuestas con 20 por ciento de apoyo, bajo el liderazgo de la joven Alice Weidel, ha dejado en tercer lugar al los socialdemócratas SPD del saliente canciller, Olaf Scholz con 16 por ciento de votos, dos puntos más que su actual socio de coalición, Los Verdes. Die Linke estima 7 por ciento mientras que los liberales FDP y los populistas BSW están por debajo del umbral del 5 por ciento.
Con estos números “no queda claro si incluso una gran coalición conseguirá pasar el umbral del 50 por ciento”, dice Schläger y asegura que “aunque hay un debate con ese tabú que se ha roto en tema de migración, respecto a que el AfD ha votado a favor de la moción del CDU y se aprobó, ninguno de los partidos representados en el Bundestag formarían un gobierno con la AfD”.
Schläger ha analizado muy de cerca el comportamiento de la sociedad alemana, sus necesidades y emociones: “Si yo pudiera explicarlo, quizá no tendríamos el problema” del aumento de la ultraderecha. “¿Quién es el responsable de este aumento de popularidad? Creo que todos los partidos políticos son responsables. La gente no se siente representada por los políticos. Que no les ven, no reparan en ellos. Es algo de lo que se sienten completamente desligados. Es una especie de élite, no es que sea una clase corrupta, sino es algo distante, que no conecta con la gente normal. Superar esta laguna es una tarea encomendada a todos los partidos democráticos”, explica.