“Quien quiera que siga vivo hasta el final va a contar la historia”, escribió el joven doctor Mahmoud Abu Nujaila, en el pizarrón de operaciones del hospital Al Awda, en el norte de Gaza, el 20 de octubre.
El Dr. Abu Nujaila se encontraba en una situación en la que tenía que tomar decisiones extremas.
En un mensaje que le envió a su hermano Mohammed el 14 de noviembre, le explicó que tenía a su cargo a tres pacientes infantiles, de 8, 7 y 4 años, que habían perdido a sus familias en los bombardeos y habían llegado con fracturas, quemaduras y heridas profundas.
“Los cuido todos los días, se han vuelto como mis hijos. Estamos esperando la orden del Ejército israelí de evacuar hacia el sur y dejar a estos niños. Dime, por dios, ¿cómo los puedo abandonar? Ni siquiera me atrevo a pensar en ello”.
El 7 de diciembre, al cumplirse dos meses de guerra, la relatora especial de la ONU sobre el derecho a la salud, la sudafricana Tlaleng Mofokeng, presentó las estadísticas correspondientes a ese periodo: 364 ataques contra servicios de salud palestinos, incluyendo 50 instalaciones médicas y 190 ambulancias.
El impacto humano fue de 553 muertos y 729 heridos. El Hospital Indonesio fue bombardeado 35 veces.
“La práctica de la medicina está bajo ataque”, denunció. “Como doctora médica practicante, no puedo imaginar lo que mis colegas gazatíes están soportando. Están trabajando mientras sus colegas y sus seres queridos están bajo ataque. Muchos han sido asesinados mientras trataban a sus pacientes”.
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Contra hospitales y ambulancias
Durante semanas, el Ejército israelí aseguró –presentando como evidencia animaciones hechas en computadora– que debajo del Hospital al Shifa, el mayor de Gaza, en supuestas grandes instalaciones subterráneas, se ocultaba el cuartel general de la milicia Hamás.
Sin embargo, cuando después de un sangriento asedio militar, sus tropas tomaron el sitio, solo pudieron mostrarles a los periodistas –y que no tuvieron oportunidad de realizar verificaciones independientes– la boca de un supuesto túnel, así como algunas mochilas con armas de mano supuestamente encontradas en el interior.
Pese a la falta de evidencias, denunciaron al director de complicidad con “terroristas” y se lo llevaron. Se desconoce su destino.
Mientras las acusaciones israelíes ocupaban el centro del debate, en el resto del territorio gazatí se producían ataques contra otros centros de salud, que recibieron escasa atención mediática, y contra convoyes de ambulancias, que fueron justificados con la denuncia no demostrada de que trasladaban a combatientes palestinos.
En Yenín, en Cisjordania–la otra parte de Palestina–, además, MILENIO pudo dar cuenta de cómo blindados israelíes impedían el paso de ambulancias que trasladaban heridos al hospital, provocando el agravamiento de su condición o su muerte.
En entrevista con este reportero, el doctor mexicano Pedro Serrano –parte del equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en esa ciudad– informó que se trata de una práctica cotidiana que además involucra ataques contra personal médico y pacientes.
En un caso como estos, el 12 de diciembre, un hombre fue grabado en video cuando se vio obligado a bajar de una ambulancia bloqueada a su hijo, Ahmed Muhammad Samar, de 13 años, y cargarlo hasta la clínica de Yenín. La demora resultó fatal.
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El mundo no es justo
“Estamos en el sur, donde se supone que es un área segura, pero todas las noches, todos los días, hay ataques aéreos”, dijo en un mensaje de voz grabado el 9 de diciembre, otra médica con MSF, la Dra. Ruba. “Están atacando a todos, nadie está a salvo. Hay muchísimos niños con amputaciones. Solo tenemos el material médico primario con paracetamol, ibuprofeno y vendajes. Y lamentablemente, no tenemos acceso a nuestra clínica, el Ejército israelí cerró la calle”.
Esta crisis sanitaria provocada no se limita a las heridas provocadas directamente por los bombardeos, pues también se está generando la proliferación de otros males, como el cólera. “En la mayor parte de los albergues”, continuó la doctora Ruba, “vas a encontrar todo tipo de enfermedades de la piel, todo tipo de síntomas gastrointestinales, y en un albergue cerca de aquí hay una epidemia de hepatitits A.
Es muy dificil tratarlos porque no tenemos acceso a los medicamentos necesarios, no tenemos acceso a nada. El agua y los alimentos no están limpios y la gente está comiendo lo que sea que encuentra porque hay una verdadera hambruna aquí”.
El 11 de diciembre, el comité ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud aprobó una resolución que pide permitir “el paso de ayuda humanitaria inmediato, sostenido y sin impedimentos, incluido el acceso de personal médico” y exigió a las partes cumplir con la obligación de proteger a los civiles y a los trabajadores de salud.
Para la Dra. Ruba, el tiempo se agota. “Cada día y cada noche temo por la vida de mis hijos, por mi vida. Y lamento decirlo, pero tras 60 días de guerra, estoy perdiendo la esperanza y empiezo a decir que los que murieron al principio (de la ofensiva israelí) fueron muy afortunados. No vivieron dos meses de días y noches terroríficos. Veo a mi gente morir y no puedo hacer nada. El mundo no es justo”.
En el norte de Gaza, el Dr. Abu Nujaila decidió no abandonar a los tres niños bajo su cuidado. Permaneció en el hospital. El 21 de noviembre, un bombardeo israelí destruyó las plantas tercera y cuarta de su hospital. Mataron a su colega, el Dr. Ahmad al Sahar. Y también al Dr. Abu Nujaila.
“Hicimos lo que pudimos”, terminan las frases que escribió con letras mayúsculas de color azul, en el blanco pizarrón. “Recuérdennos”.
MO