Beatriz Tumoine quería ser doctora. Era una estudiante dotada, que a los 16 años obtuvo un lugar en la escuela de medicina del prestigioso Instituto Tecnológico de Monterrey, a unos 350 kilómetros de su hogar en Torreón. Pero sus padres no le permitieron inscribirse.
“Mi papá ni siquiera lo consideraría”, dice Tumoine, ahora una ejecutiva de Cemex, el grupo de materiales de construcción, y una de las empresas multinacionales más exitosas de México. “Pensé que mi abuelo, un médico, me apoyaría. Pero dijo que era una carrera muy demandante y que para una mujer, tal vez no era la mejor opción”.
Tumoine quedó devastada, pero en la provincia de México, en la década de 1980, “no conocían algo distinto”, dice. Desde esos días, México se transformó de una economía cerrada a una potencia de fabricación con más tratados de libre comercio que cualquier otro país.
Pero las perspectivas de una carrera profesional para las mujeres parecen estar suspendidas en el tiempo. Cambiar las cosas no solo es una cuestión de justicia social, sino un imperativo económico para el país.
Un nuevo informe que examina la situación de las mujeres en el lugar de trabajo en México, de la consultora McKinsey, reconoce que la reducción de la brecha de género en la segunda economía más grande de América Latina tiene el potencial de impulsar 70% del Producto Interno Bruto (PIB) o alrededor de 800,000 mi- llones de dólares. Aunque dice que es más fácil evaluar el tamaño de la oportunidad que decir cuándo se va a lograr.
¿Por qué es tan grande? Porque solamente 4 de cada 10 mujeres tienen un empleo fuera del hogar. México tiene la segunda menor participación de mujeres en la fuerza laboral de la OCDE, detrás de Turquía, de acuerdo con el informe.
Muchas de esas mujeres solo trabajan medio tiempo en sectores de baja productividad. “Es como manejar a México con medio motor”, dice Eduardo Bolio, uno de los autores del estudio, en el que se encuestó a 50 empresas que emplean a más de un millón de personas, con ventas que representan 40% del PIB de México.
En el sector corporativo de México, las mujeres ocupan casi 40% de los puestos a nivel de entrada, pero ese número disminuye a 10% para los puestos ejecutivos. Sin embargo, McKinsey señala que los estudios muestran que más mujeres gerentes pueden traducirse en un margen de utilidad 55% más alto y un retorno sobre capital 47% mayor, con base en las experiencias de 300 empresas en 10 países entre 2007 y 2009.
La administración de Andrés Manuel López Obrador —que colocó a mujeres en puestos de alto nivel en su gabinete de gobierno con paridad de género— se comprometió a que México sea un país más próspero e inclusivo en su mandato. Uno de sus programas sociales, “Jóvenes Construyendo el Futuro”, que ofrece becas de aprendizaje de un año a jóvenes de 18 a 29 años que no estudian ni trabajan, de manera inesperada aprovechó el reto de lograr que las mujeres ingresen al sector laboral.
“Hablamos con muchos expertos”, dice Luisa María Alcalde, la secretaria del Trabajo, quien tiene 31 años. “Nos dijeron que las mujeres no se inscribirían porque están atadas a las labores de cuidado. Para nuestra sorpresa, de los 1.1 millones de jóvenes que hasta el momento se han inscrito, 60% o más son mujeres”.
“Esto demuestra que hay muchas mujeres que quieren entrar al mundo laboral y les resulta muy difícil hacerlo”, añade Alcalde. Paula Santilli, presidenta de PepsiCo Mexico Foods, dice que está encantada de que hombres y mujeres tengan ambiciones similares de convertirse en ejecutivos, pero que “quiere llorar” por la brecha de 12 puntos entre sus expectativas de lograrlo. De hecho, los hombres mexicanos tienen una probabilidad 88 veces mayor de llegar a los puestos ejecutivos de alto nivel que las mujeres, quienes solo ganan tres cuartas partes de lo que perciben sus pares masculinos.
Tumoine, directora de planeación y de- sarrollo global de recursos humanos de Cemex, quien dice que “aún no tenía un plan de carrera” cuando se graduó de estudios empresariales, tuvo que desarrollar sus propias estrategias.
“He tratado de ser más asertiva en el trabajo, pero nunca pensé que tendría que hacerlo en la escuela o en cosas que no están estructuradas para apoyar a las madres trabajadoras”, menciona. Ahora les dice a los profesores que es “una falta de respeto” sostener juntas a la mitad de su día laboral, y que “debemos trabajar juntos para motivar a más mujeres (a tener carreras profesionales)”.
El Congreso de México lo hizo a través de una ley de paridad de género, pero el presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, de 85 años de edad, fue criticado este mes por decirle a una senadora, que pasó su tiempo asignado hablando mientras sostenía en brazos a su bebé de dos meses: “Hay un límite para la tolerancia madre-hijo”.
Entonces, ¿las mujeres mexicanas pueden tenerlo todo, hacer malabares con carreras de alto vuelo y la maternidad, como la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, que tuvo un bebé el año pasado? Aparentemente, muchos piensan que no: en un estudio que se citó en el informe, se encontró que 64% de las mujeres ejecutivas no tenían hijos y 49% eran solteras.
Pero la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, dice que en el gobierno hay muchas mujeres en edad de tener hijos. “Va a ocurrir, tal vez incluso para mí”, dice. “Pero no estoy prometiendo nada”.