KPMG le dio una nueva vida a la frase “mezquinos cuenta chiles”, con la reciente decisión de cancelar los teléfonos móviles de trabajo para cientos de empleados junior y administrativos.
La medida de la firma británica que pertenece a las big four es parte de una campaña de reducción de costos más grande, que incluirá despedir a unas 200 secretarias y asistentes personales y decirle a los socios que presenten sus propias reclamaciones de gastos.
Pocas personas tendrían problemas con la necesidad de mantener bajos los costos en este momento. La pesadumbre económica se extiende en todo el mundo, con Europa y el Reino Unido que se ven particularmente vulnerables. Hace dos semanas se supo que el banco global HSBC planea eliminar 10,000 puestos de trabajo y el gestor de fondos Invesco ya recortó 1,300.
También hay razones específicas para recortar el gasto: KPMG, bajo presión después de una serie de escándalos, le dijo a los empleados que los costos de la operación del Reino Unido eran más altos que otros en su red global, así como los de sus rivales en ese país. La firma argumenta que eliminar los teléfonos alentará a los empleados a separar las horas de trabajo del tiempo personal, y dice que los empleados que viajan mucho o necesitan ser contactados fuera de horario no se verán afectados.
Los partidarios de este tipo de reducción de costos argumentan que es una fuerte declaración de que la compañía se toma en serio el aumento de los márgenes.
Cuando Charlie Ergen era director ejecutivo de Dish, el proveedor de televisión se enorgullecía de ser conocido como “la compañía más mala de Estados Unidos”. Se negó a reembolsar propinas de más de 17% en comidas en restaurantes y exigió a los empleados que compartieran habitaciones de hotel en los viajes de negocios. Ergen también seguía esta última regla para consternación de los subordinados, quienes vivían con miedo de ser sus compañeros de cuarto.
Los jugadores del club inglés de futbol Portsmouth tienen buenos recuerdos de sus esfuerzos por salir de la administración en 1998. El equipo estaba feliz de renunciar a sus bonos por victorias y lavaba sus propios suspensorios.
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Pero André Spicer, profesor de comportamiento organizacional en Cass Business School, advierte que ese tipo de reducción simbólica de costos puede hacer más daño que bien. “Muchas veces, socavan los propósitos de lo que tratan de lograr. La gente está mucho más apegada a las cosas pequeñas que a las grandes”, dice.
Los empleados pueden entender por qué una empresa necesita cerrar una división o una franja de tiendas minoristas casi vacías, dice Spicer. Pero si eliminan el carrito de pasteles o cierran con llave la papelería durante las vacaciones de Navidad, los gerentes se arriesgan a un enfurecimiento real.
Uber descubrió esto cuando dejó de enviar globos de helio para felicitar a los empleados en el aniversario de su incorporación. El director financiero Nelson Chai envió un correo electrónico para decirle al personal que cambiar los globos por las calcomanías de “Uberversary” ahorraría al menos 200,000 dólares.
“No solo es una excelente manera de encontrar dólares que podamos invertir en el negocio, sino que también es más amigable con el medio ambiente”, decía el mensaje de Chai, de acuerdo con las noticias de Crunchbase. Los ahorros son casi iguales al salario de un ingeniero de software senior o al 0.004% de la pérdida operativa de la compañía de 5,400 millones de dólares, tan solo en el segundo trimestre del año.
Ahorrar centavos también resulta contraproducente cuando se trata de erigir nuevos obstáculos para los costos —gastos de envío, viajes locales, etcétera— que solían aprobarse de manera rutinaria. Lograr que funcionen bien los nuevos procedimientos de gastos consume dinero y tiempo, y distrae a los empleados de las actividades principales. Esto podría valer la pena si las empresas se mantienen firmes, pero a menudo abandonan el estricto escrutinio una vez que se cumplen los objetivos inmediatos de ahorro.
La economía de outsourcing creó una variación particularmente desagradable en la contabilidad demasiado minuciosa. Las empresas que emplean contratistas a menudo se niegan a proporcionarles el mismo equipo de seguridad o incluso bebidas calientes. Esto no solo priva a los trabajadores independientes de las prestaciones básicas. También refuerza el argumento de la compañía de que son contratistas y no tienen derecho a los mismos beneficios y estatus fiscal.
El problema subyacente para los gerentes puede ser que las cargas de la reducción de costos muy pocas veces se comparten de manera uniforme. En lugar de fomentar la solidaridad dentro de la empresa, la reducción simbólica de los costos con demasiada frecuencia se traduce en algo mucho más divisivo: los empleados sienten el dolor, mientras que los ejecutivos y gerentes cosechan las utilidades.