Hola desde Sharm el-Sheikh, donde el domingo comenzó la conferencia sobre el clima COP27 bajo un sol deslumbrante. Otros colegas de Financial Times y yo estaremos informando desde el terreno y les enviaremos ediciones especiales todos los días de la semana mientras dure la cumbre.
El calor no es el único contraste con la COP26 del año pasado en Glasgow. Mientras que ese evento estuvo animado por ruidosos manifestantes de todo el mundo, hasta ahora no he visto ninguna manifestación, con excepción de un puñado de personas que sostenían con tranquilidad una pancarta para promover el veganismo.
Por supuesto eso no es una sorpresa. Hace una semana vi a Greta Thunberg decir ante una audiencia en Londres que no asistiría a la COP27, citando como factor clave el espacio “extremadamente limitado” para la sociedad civil. El país anfitrión, Egipto, ya encarceló a decenas de miles de críticos del gobierno, de acuerdo con Human Rights Watch.
El domingo, una de esas personas, el desarrollador de software egipcio-británico Alaa Abdel Fattah —que pasó la mayor parte de la última década en prisión por organizar protestas y “difundir noticias falsas”— inició una huelga de agua después de negarse a comer durante 200 días.
El primer ministro de Reino Unido, Rishi Sunak —ya en el foco de la atención por que al inicio se negó a asistir a la cumbre y luego cedió— se encuentra bajo presión para que aproveche su visita para conseguir la liberación de Abdel Fattah. “El Truman Show en Sharm se apoya en la misma pobreza y represión que causó la agitación de 2011”, escribió e ex embajador de Reino Unido John Casson, en referencia a la revolución contra el dictador egipcio Hosni Mubarak hace más de una década.
El caso de Abdel Fattah es un ejemplo particularmente escandaloso de los problemas políticos y humanitarios que rodean este evento, en Egipto y más allá, pero miles de delegados de todo el mundo están aquí ahora y tienen la oportunidad de dar algunos pasos reales para avanzar en la forma de hacer frente a la crisis climática.
Hoy nos vamos a enfocar en el que parece ser el tema más importante de la conferencia de este año: el apoyo financiero de las naciones ricas para compensar a las más pobres por las pérdidas y daños climáticos. Y desde el mundo más allá de Sharm, nos pondremos al día sobre las señales de una sorprendente fortaleza en el mercado de bonos verdes.
Resumen del primer día
-Durante la sesión inaugural, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) publicó un informe en el que se afirma que los últimos ocho años van en camino a ser los más cálidos en la historia.
-El primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, llegó a Sharm el-Sheikh, donde pronunció un discurso sobre cómo la invasión de Rusia a Ucrania reforzó la importancia de la transición energética.
-El relevo de Running Out of Time, en el que corredores, ciclistas y marineros llevaron un bastón por 7 mil 767 kilómetros desde Glasgow, ciudad anfitriona de la COP26, llegó a Sharm el-Sheikh después de más de dos meses.
Se agotan los argumentos
En 26 conferencias consecutivas de la COP, los países ricos se resistieron con éxito a debatir de manera forma una de las cuestiones morales más evidentes que plantea la crisis climática: si deben compensar a los países más pobres por las pérdidas y los daños provocados por sus emisiones de carbono, y cómo hacerlo.
Este año será diferente. Por primera vez se aprobó una agenda de la COP que incluía este tema tan controvertido, que ahora deberá discutirse aquí en Sharm el-Sheikh durante las próximas dos semanas. Es probable que las conversaciones se centren en la creación de un servicio especializado en pérdidas y daños, y en quién debe financiarlo, con cuánto dinero y para cuándo. Como dijo el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres: “Las pérdidas y los daños no pueden seguir escondiéndose bajo la alfombra. Es un imperativo moral”.
Los trágicos acontecimientos recientes pudieron contribuir a impulsar este cambio de rumbo. En Pakistán las inundaciones ya mataron a más de mil 700 personas y provocaron pérdidas y daños por valor de 30 mil millones de dólares, de acuerdo con el Banco Mundial. En Nigeria, el mismo fenómeno causó 600 muertos y 1.3 millones de desplazados.
Pakistán y Nigeria tienen emisiones anuales de carbono de 0.9 y 0.6 toneladas por persona, respectivamente, mientras que en Estados Unidos, incluso después de un marcado descenso en lo que va de este siglo, esa cifra es de 14.5 toneladas.
El cálculo moral es tan duro que puede parecer sorprendente que el tema apenas se haya incluido ahora en la agenda de la COP, pero tal vez sea justo por eso que las naciones ricas se han opuesto con tanta fuerza al concepto de compensación de pérdidas y daños, incluso insertando en el texto del Acuerdo de París de 2015 una línea que subraya que “no implica ni proporciona una base para ninguna responsabilidad o compensación”. Tan desproporcionada es la contribución a las emisiones de carbono acumuladas por los países más ricos —y tan desproporcionado es el impacto del cambio climático en los más pobres— que las sumas en juego amenazan con ser enormes y potencialmente ilimitadas.
Pero es posible que EU y otras naciones ricas hayan decidido ahora que rechazar de plano esta conversación por más tiempo sería peligroso. En la lucha por la influencia geopolítica, China aumenta poco a poco su ayuda a las naciones vulnerables al clima; el principal enviado chino para el tema, Xie Zhenhua, subrayó que espera que la COP27 “satisfaga lo más posible las demandas de los países en desarrollo”.
Y algunos países en vías de desarrollo hacen una campaña cada vez más enérgica en este frente. Nikenike Vurobaravu, presidente de Vanuatu —junto con otras 13 naciones— presiona para que la Asamblea General de la ONU remita este asunto a la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Según el plan de Vurobaravu, se le pedirá a la CIJ un dictamen sobre los derechos y obligaciones de las naciones en virtud del derecho internacional en relación con los impactos climáticos perjudiciales.
Un dictamen de la CIJ a favor de los países en desarrollo sobre esta cuestión no sería vinculante, pero puede ser moralmente devastador para los argumentos que van contra de compensación de pérdidas y daños y abrirá la puerta a una avalancha de nuevos litigios. Razón de más para que los países desarrollados traten este nuevo punto de la agenda de la COP27 con la seriedad que merece.
Bonos verdes siguen a flote
Con el aumento de las tasas de interés y el escrutinio de la inversión verde en todo el mundo, se puede pensar que el mercado de deuda sustentable estuvo paralizado este año.
En realidad, los datos muestran que este sector, pequeño, pero de rápido crecimiento, ha perseverado a pesar de los vientos en contra sin precedente.
Se espera que la deuda mundial emitida con fines ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por su sigla en inglés) alcance 1.3 billones de dólares este año, de acuerdo con un informe publicado el viernes pasado por el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por su sigla en inglés). Esta cifra ubica la deuda total emitida a menos de 200 mil millones de dólares de la suma del año pasado, según el IIF. Es un dato relativamente pequeño teniendo en cuenta lo mucho que se ha lanzado al sector este año.
El mercado encontró una fuerza sorprendente en los mercados emergentes. El IIF estima que la emisión de bonos ESG en los mercados emergentes y fronterizos alcanzará 230 mil millones de dólares este año, frente a los 250 mil millones del año pasado.
Por ejemplo, Hong Kong emitió este año 20 mil millones de dólares de ese país (2 mil 500 millones de dólares estadunidenses) en bonos verdes para inversionistas minoristas, la mayor emisión de estos instrumentos minoristas del mundo, de acuerdo con JP Morgan.
La deuda vinculada a la sustentabilidad ha gozado de un apetito duradero, de según el IIF. Estos valores ajustan los pagos de las tasas de interés en función del cumplimiento de determinados objetivos ecológicos y se consideran más flexibles que la deuda verde. El organismo internacional indicó que las operaciones de bonos vinculados a la sustentabilidad se mantuvieron estables en lo que va de año y la demanda de préstamos a corto plazo vinculados a la sustentabilidad se disparó, señaló.
De acuerdo con el banco holandés ING, en un informe de noviembre, es probable que las operaciones con bonos verdes se desaceleren aún más en Europa. Según la institución financiera, el número de operaciones que los bancos pueden etiquetar como sustentables es limitado. Por ejemplo, a los bancos les resultará difícil ampliar los criterios ecológicos a sus carteras hipotecarias; no obstante, las nuevas regulaciones sobre sustentabilidad que entrará en vigor en Europa pueden servir como un viento a favor para el mercado de deuda sustentable, indicó el organismo.
En un mercado que aplastó a las acciones de alto vuelo del sector de tecnología y al poderoso mercado de los bonos del Tesoro de EU, es notable que la deuda verde al menos se haya mantenido a flote este año.
Lectura interesante
Los académicos Tom Gosling y Harald Walkate ofrecen una opinión muy interesante de la cada vez más controvertida iniciativa corporativa climática de la Alianza Financiera de Glasgow para el Cero Neto (Gfanz, por su sigla en inglés). “Si Gfanz se hunde, será una pérdida importante en la batalla contra el calentamiento global”, escriben. “Pero por el momento no está haciendo lo que tiene que hacer y las contradicciones y las afirmaciones exageradas de Gfanz le hacen daño a la credibilidad. Necesitamos un nuevo camino”, advierten.