El débil plan de Joe Biden para el liderazgo mundial

Expectativas. Estados Unidos no es tan poderoso como solía ser y solo unirse de nuevo a los grupos internacionales como la OMS o el acuerdo climático de París no lo colocará en “la cabecera de la mesa”

“Una actitud estadunidense más amistosa no es garantía de éxito, ni con Europa”. Kevin Lamarque/Reuters
GIDEON RACHMAN
Londres /

Los gobiernos de todo el mundo estudian un artículo que apareció en enero pasado con el título: “Por qué Estados Unidos debe liderar de nuevo”. El autor es Joe Biden.

El ensayo de Biden para las relaciones exteriores lamenta que la administración Trump “abdicó del liderazgo estadunidense”. Promete que “su agenda de política exterior ubicará a EU de nuevo en la cabecera de la mesa”.

Pero es mucho más fácil para el presidente electo hablar de restablecer el liderazgo estadunidense que en realidad cumplirlo. EU no es tan poderoso como solía ser. Solamente volverse a unir a los grupos internacionales —la Organización Mundial de la Salud o el acuerdo climático de París— no lo coloca a “la cabecera de la mesa”. El costo de participar en negociaciones internacionales tal vez sea comprometerse a resultados que no son populares en Washington. No está claro si los políticos y los votantes están dispuestos a aceptar eso.

En Washington, los términos “orden mundial encabezado por EU”, “el orden mundial liberal” y “orden basado en normas” a menudo parece que se utilizan indistintamente. Esa confusión es comprensible. El orden después de la Segunda Guerra Mundial básicamente lo diseñó Estados Unidos. Hay una razón por la que el FMI y el Banco Mundial tienen su sede en Washington y la ONU en Nueva York. El colapso de la Unión Soviética en 1991 simplemente fortaleció la hegemonía estadunidense.

Donald Trump llegó al poder en 2016, afirmando que los organismos internacionales como la Organización Mundial de Comercio (OMC) ya no funcionaban para ellos. Habían sido engañado y los “globalistas” empobrecieron a los estadunidenses comunes, dijo. Si eliminamos la hipérbole y la paranoia trumpiana, hay un punto real debajo de la retórica. En un mundo en el que el poder se distribuye más uniformemente, un orden basado en normas y un mundo con EU a la cabeza no son la misma cosa.

Esa tensión sin resolver pasa por el enfoque Biden a los asuntos internacionales. En su artículo sobre Relaciones Exteriores, asegura que “EU debe liderar al mundo” en materia del cambio climático y promete que “va a convocar a una cumbre de los principales emisores de carbono del mundo”. El emisor más grande es China. Parece muy poco probable que Pekín acepte dócilmente presentarse en una cumbre convocada por EU, en la que el presidente electro promete “fijar compromisos exigibles que reducirán las emisiones”.

De manera realista, China y muchos otros países, insistirán en que el único foro adecuado para las negociaciones sobre el clima son las conversaciones patrocinadas por la ONU. Afortunadamente para la administración Biden, la próxima conferencia sobre el clima de la ONU, la COP26, estará presidida por un país amigo, Reino Unido. Aún así, la promesa del presidente electo de compromisos exigibles sobre la reducción de emisiones tal vez no pueda lograrse, sobre todo por el mismo EU. Sus socios negociadores sabrán que es probable que el Congreso tenga la última palabra sobre cualquier promesa. Con los republicanos que probablemente mantendrán el control del Senado, Biden tendrá dificultades para cumplir.

Problemas similares amenazan con poner trabas al compromiso del nuevo presidente de que EU va a estar a la cabeza del comercio. Biden promete resistir “la peligrosa inclinación a escala mundial hacia el proteccionismo”. Pero él sabe que la hostilidad de Trump hacia el libre comercio toca una fibra de muchos electores. La sospecha de nuevos acuerdos comerciales cruza las líneas partidistas. En 2016, Hillary Clinton tuvo que repudiar la Asociación Transpacífico, un acuerdo comercial de gran alcance que ella ayudó a negociar, debido a la hostilidad dentro de su propio Partido Demócrata.

La solución de Biden es su promesa de que los “líderes laborales y ambientales” estarán “en la mesa” desde el comienzo de cualquier futura negociación comercial. Pero eso podría desacelerar el progreso hacia nuevos acuerdos comerciales hasta convertirlos en un gateo. Mientras tanto, el mundo sigue adelante. El fin de semana, los líderes de 15 naciones de la región Asia-Pacífico —entre ellas Japón, China y Corea del Sur— firmaron uno de los acuerdos de libre comercio más grandes de la historia. Biden y su equipo hablan mucho sobre reunir a los países amigos para responder a China, pero en el terreno ya se empiezan a crear nuevos hechos.

El énfasis de Biden en trabajar con aliados, en lugar de enfrentarlos y maltratarlos como hizo Trump, es claramente una buena idea. Pero una actitud estadunidense más amistosa no es garantía de éxito, ni con Europa.


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Deuda récord en países emergentes

El endeudamiento de los gobiernos de los países emergentes se disparó a niveles récord en 2020 y se espera que siga aumentando el próximo año, dijo JPMorgan en una nota el lunes, mientras los políticos tratan de reactivar las economías golpeadas por la pandemia del coronavirus, publicó la agencia Reuters.

La deuda gubernamental general de 55 países en desarrollo aumentó a un máximo histórico de 59% del producto interno bruto (PIB) en 2020, con niveles sin contar a China que se elevaron a 57.7%, según los analistas.


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