¿El caso de Apple será el límite sobre la euforia tecnológica?

Opinión. La demanda del Departamento de Justicia de EU contra la compañía de la manzana puede socavar de forma inevitable el “liderazgo estático” que tienen los gigantes de software en la actualidad

Tim Cook, director ejecutivo de la empresa. REUTERS
Rana Foroohar
Nueva York /

Bueno, seguidores de Swamp Notes, no sé por dónde empezar con el megacaso antimonopolio de Apple contra el Departamento de Justicia, que comenzó la semana pasada y seguirá durante años.

Los titulares y los puntos clave probablemente ya los conozcan: la justicia intenta abrir los mercados digitales en un punto de inflexión crucial, de la misma manera que lo hizo al enfrentarse a Microsoft en la década de 1990 (entonces, el giro era de las computadoras de escritorio a lo móvil, ahora es del móvil a todo lo demás). El Departamento de Justicia acusa a Apple de violar la Ley Sherman al dificultar deliberadamente la salida de los usuarios de su ecosistema digital o la entrada a la plataforma de los creadores de contenidos y aplicaciones que no siguen sus condiciones. Es un caso clásico de cómo los gigantes de la tecnología utilizan el poder de red para mantener monopolios de forma que reducen la innovación (Apple, por supuesto, afirma que todo esto son tonterías).

Espero analizar el caso de competencia en muchas columnas futuras, pero por ahora, quiero señalar a los lectores de Swamp Notes la página 11 de la denuncia del Departamento de Justicia, donde encontrarán un párrafo pequeño pero revelador:

“Aunque la conducta anticompetitiva de Apple posiblemente benefició a sus accionistas, con más de 77 mil millones de dólares en recompra de acciones solo en su año fiscal 2023, tiene un gran costo para los consumidores. Algunos de esos costos son inmediatos y evidentes, y afectan directamente a los propios clientes de Apple, que infla el precio de compra y uso de los iPhones al tiempo que impide el desarrollo de funciones como tiendas de aplicaciones alternativas, superaplicaciones innovadoras, juegos en la nube y mensajes de texto seguros”.

De lo que habla el Departamento de Justicia aquí es de financiarización, en este caso el uso de efectivo extra para orquestar recompras con el fin de reforzar el precio de las acciones, en lugar de invertir en innovación. Lo primero es algo en lo que Apple siempre ha sido líder del mercado (el capítulo introductorio de mi libro de 2016 Makers and Takers, que trata sobre la financiarización, empieza con Carl Icahn presionando a Tim Cook para que haga más recompras). Esta táctica solía considerarse manipulación del mercado, pero se legalizó en la década de 1980; las recompras aumentaron radicalmente en la década de 1990, ya que Silicon Valley quería crear más dinero para pagar al talento y los políticos californianos querían complacer a posibles donantes.

Las recompras no forman parte del caso de monopolio, pero me parece interesante que el Departamento de Justicia optó por llamar la atención sobre esta cuestión, dado el momento del mercado, en el que años de dinero fácil y recompras apoyaron una economía cada vez más financiarizada en la que la cola mueve al perro (un grupo más pequeño controla a un grupo más grande). Boeing, otra empresa en la que la ingeniería financiera sustituyó a la real, es un caso pertinente. También es interesante que la Casa Blanca acabe de nombrar a Mike Konczal, experto en financiarización y antiguo director del Instituto Roosevelt, miembro del Consejo Económico Nacional.

Me pregunto si el caso Apple puede ser el límite entre la euforia tecnológica y la financiarización. Como argumento en mi columna, aunque el detonante de la última ronda de récords de los precios de las acciones fue la señal de la Reserva Federal de que podemos esperar más recortes de tasas este año, la historia subyacente es la euforia tecnológica. Básicamente, los inversionistas piensan que la combinación de efectivo en el balance de las empresas que se conocen como “los siete magníficos”, junto con la euforia por la inteligencia artificial (IA), es una razón para pensar que no estamos en la burbuja de mercado de todos los tiempos.

El iPhone llegó a salvar la firma, que estuvo “perdida en el desierto durante una década”. SHUTTERSTOCK

Pero esa historia solo es válida si crees en dos cosas: la inteligencia artificial va a transformar todo (no estoy tan segura de eso) y los modelos de negocio de los grandes grupos de tecnología no se verán alterados. La historia del mercado nos dice que no es así. Como lo expresó un informe de Morgan Stanley Asset Management de febrero:

“Históricamente, la concentración de índices ha demostrado ser autocorrectivas, con cierta combinación de fuerzas regulatorias, de mercado y competitivas, junto con la dinámica del ciclo económico, que socavan el liderazgo estático. De hecho, nuestro análisis sugiere que los rendimientos de los valores normalmente tienen dificultades después de los picos de concentración, y que las acciones no megacapitalizadas y el ingreso fijo básico por lo general obtienen mejores resultados”.

Si bien el informe reconoce que el gran tamaño y poder de estas empresas significa que esta vez puede ser diferente, me inclino a pensar que nos dirigimos más temprano que tarde a una corrección bastante grande. Quizás recordemos este momento en materia antimonopolio como un presagio de eso. Peter, ¿estás de acuerdo?

Lecturas recomendadas

- En este artículo de Foreign Policy, la presidenta de la Comisión Federal de Comercio (FTC, por su sigla en inglés), Lina Khan, explica por qué los “campeones nacionales” son una propuesta perdedora (pensemos en Boeing) y por qué necesitamos un mayor número de participantes en mercados cruciales para evitar otra crisis de la cadena de suministro. El artículo se basa en la entrevista personal que le hice la semana pasada en el Instituto Carnegie.

- Todos sabemos que el medio es el mensaje, y este estupendo artículo de Jay Caspian Kang en The New Yorker ilustra cómo las redes sociales no solo están cambiando nuestra política, sino también nuestro paisaje emocional e incluso literal. Muy, muy recomendable. Voy a incluir a este autor en mi lista de lecturas obligadas para el futuro.

- La ex consultora de liderazgo Ashley Goodall tiene mucha razón en su artículo en The New York Times sobre que el cambio no es lo mismo que la mejora, algo que se refleja en la agitación de Silicon Valley en estos momentos. Comenté sobre su próximo libro, El problema del cambio, y hablaré más sobre estos temas en una próxima columna.

- En Financial Times, lo adores o lo detestes (¿adivinas en qué bando estoy yo?), no puedes perderte el Lunch con Nelson Peltz, quien, de acuerdo con su tribu, prefiere ser rico a tener razón.

Peter Spiegel responde

Rana, argumentas que el caso antimonopolio de Apple y el Departamento de Justicia puede ser el presagio de lo que Morgan Stanley ve como un “socavamiento” inevitable del “liderazgo estático” de los actuales gigantes de los grandes grupos de tecnología.

Sin embargo, yo diría algo muy cerca de justo lo contrario: si Morgan Stanley tiene razón en que “la concentración de índices ha demostrado históricamente ser autocorrectivas” —algo que creo que es exacto— entonces ¿por qué necesitamos un caso antimonopolio contra Apple?

Tú y yo discutimos sobre esto hace un par de semanas, en el contexto de si las autoridades de competencia de Estados Unidos deben luchar contra el espíritu de “cuanto más grande, mejor” de Silicon Valley. Voy a reafirmar mi posición: creo que el gobierno federal tiene un historial irregular a la hora de dar forma a un mercado privado muy complicado.

El informe de Morgan Stanley da en el clavo de por qué el Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio a menudo no alcanzan sus objetivos. Incluso cuando presentan sus casos, las “fuerzas del mercado y de competencia” que citan ya están cambiando el panorama que los reguladores están tratando de moldear, utilizando instrumentos mucho más contundentes.

Tomemos como ejemplo a la propia Apple. Comenzó como una startup insurgente que pronto se convirtió en la favorita de la naciente escena de computación. Luego Microsoft, en asociación con IBM y los clones de computadoras personales que pronto proliferaron, desbancó a Apple de su puesto y la compañía comenzó a tambalearse, al final decidiendo echar a Steve Jobs. Apple se perdió en el desierto durante una década y casi quebró...y recuperó a Jobs. Una década después, presentó el iPhone. Y ahora, de acuerdo con el Departamento de Justicia de EU, es tan poderoso que el gobierno federal necesita intervenir para proteger a los consumidores y competidores.

Dejemos de lado el hecho de que el sistema operativo móvil Android, de Google, controla 70 por ciento del mercado mundial (y 40 por ciento en EU). La breve historia que acabo de exponer me parece la de una empresa que ha sido zarandeada por las fuerzas del mercado y la competencia, y es probable que vuelva a serlo. La competencia entre los gigantes de tecnología es despiadada y es probable que las nuevas tecnologías (en especial la inteligencia artificial) van a reconfigurar la industria de formas que ni siquiera podemos imaginar.

Para mí, la historia de Apple nos muestra que Morgan Stanley tiene razón: el mercado de tecnología se autocorrige. No estoy seguro de que el departamento de justicia necesite ayudar.

Sus comentarios

Y ahora unas palabras de nuestros lectores de Swamp Notes… En respuesta a: “Mientras que algunas corporaciones pueden deleitarse con la política industrial de Biden y los fondos que aporta, los capitalistas genuinos no tienen más uso para esto que para la captura regulatoria provocada por los grupos de cabildeo corporativos que es la definición de corporativismo y que llevan a cabo directivos que no tienen la habilidad innata para competir en el mercado”. - Henry Wolfe.

Financial Times Limited. Declaimer 2021


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