¿Qué tanto estímulo es demasiado? El debate sobre esta cuestión entre los economistas que apoyan los objetivos de la administración de Joe Biden se ha vuelto feroz. Eso no es algo malo: la política debe debatirse. En esta crisis, como en la crisis financiera de 2008, uno tiene que evaluar los riesgos de hacer muy poco contra los de hacer demasiado.
Pero una cosa es clara: el hecho de que en 2009 se entregó muy poco estímulo no quiere decir que lo correcto sea dar mucho más. La política se tiene que evaluar de acuerdo a la idoneidad en las circunstancias actuales, reconociendo al mismo tiempo las incertidumbres y el equilibrio de los riesgos.
En principio, no tengo ninguna objeción a un enorme gasto fiscal. De hecho, en enero de 2009, argumenté que Estados Unidos debía manejar un déficit fiscal de 10 por ciento del producto interno bruto (PIB) hasta que sanaran los dañados balances del sector privado. Poco después, señalé que teníamos que aprender de Japón si queríamos entender los peligros que enfrentaban las economías occidentales. También reconocí desde el principio que una pandemia es una emergencia, más parecida a una guerra. La política debe ser para estar al pie del cañón.
Sin embargo, es fundamental reconocer qué es lo que hace diferente una pandemia de una crisis financiera o de una guerra. A diferencia de la crisis financiera, el covid-19 no necesariamente va a crear un exceso de deuda privada incobrable que quizá suprima la demanda de forma indefinida. En su lugar, los balances de las personas que ganaron bien y que gastaron poco en realidad mejoraron. A diferencia de la guerra, la pandemia no destruye el capital físico. Por tanto, hay una gran posibilidad de que las economías se recuperen con gran fuerza, una vez que disminuya el temor por la enfermedad. Si eso pasa, la parte predominante de la respuesta prevista de la política fiscal debe tener el objetivo no tanto de un alivio a corto plazo, sino de “reconstruir mejor”, al promover un incremento sostenido de la inversión pública y privada.
Este es el contexto en el que debe entenderse el debate sobre el paquete fiscal de 1.9 billones de dólares de la administración Biden. No es un debate filosófico, sino uno sobre el tamaño, momento y naturaleza del paquete. El protagonista ha sido Larry Summers, ex secretario del Tesoro de EU y asesor económico de Barack Obama, respaldado por Oliver Blanchard, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), ambos keynesianos y partidarios de la administración Biden. Summers incluso desarrolló la teoría del “estancamiento secular”, que justifica la dependencia en la política fiscal.
Recientemente, Summers cuestionó la sensatez del paquete. Argumentó que ese estímulo equivale a 13 por ciento del PIB (los 900 mil mdd que ya se habían promulgado más el nuevo monto de 1.9 billones de dólares) “era muy grande, en especial en una economía con condiciones financieras extraordinariamente laxas, pronósticos de un crecimiento rápido, con necesidades de gasto público todavía no satisfechas y un enorme exceso de ahorro privado. Los déficits presupuestarios en 2021 sobre la base de los planes propuestos se acercarán con rapidez a los niveles récord de la Segunda Guerra Mundial como una parte de la economía”.
Esto sin duda es una preocupación razonable. El crecimiento de la oferta monetaria general es extraordinario. El FMI proyecta solo una modesta diferencia entre el PIB real y potencial en EU en 2021. Es muy posible que la expansión monetaria y fiscal en esta escala sobrecaliente enormemente la economía estadunidense. Frente a esto, no vemos un resurgimiento significativo de las expectativas de inflación, mientras que el exceso de capacidad quizá perdure en la economía mundial en su conjunto.
Algunos analistas consideran que es inconcebible un gran repunte de la inflación, porque no ha sucedido en mucho tiempo. Este es un mal argumento. Muchos alguna vez pensaron que una crisis financiera mundial era inconcebible porque no había sucedido en mucho tiempo. En la década de 1960, muchos pensaron que el repunte inflacionario de la década de 1970 era igual de inconcebible.
Muchos creen en la actualidad que un menor nivel de desempleo no aumentará la inflación, pero en algún momento el exceso de demanda elevará los precios y los salarios. En ese momento, las expectativas de inflación comenzarán a cambiar hacia arriba. Las décadas de 1970 y 1980 nos enseñaron que bajarlas de nuevo es muy costoso, no solo en lo económico, también para la credibilidad del gobierno.
Estas preocupaciones no deben tomarse como un argumento contra cualquier otro paquete fiscal estadunidense. Pero si Biden pudiera ignorar el momento político, tendría más sentido optar por un paquete de apoyo más pequeño ahora y proponer un enorme programa de inversión a mediano plazo más adelante. Mientras tanto, puede ver cómo va la recuperación antes de proponer otro programa de apoyo a corto plazo. El punto de vista de la administración es que tiene una ventana de oportunidad para alterar la vida de las personas y, por tanto, debe “actuar a lo grande” ahora y no más adelante. También cree que el equilibrio del peligro se encuentra más en el lado de hacer muy poco que en el de hacer demasiado. Uno debe tener esperanza de que la evaluación que hace al promover este enorme paquete resulte ser lo correcto.
Está claro que un gran paquete será más importante para la eurozona, donde el impacto del covid-19 en el PIB fue peor que en EU y la recuperación parece ser más débil. Este tampoco es un argumento en contra de cambiar el equilibrio del estímulo de la política monetaria a la fiscal. Ese cambio es deseable, al tener en cuenta que la política monetaria agresiva suele promover una asunción excesiva de riesgos en las finanzas.
Si se promulga, el paquete de 1.9 billones de dólares será un experimento arriesgado. No será malo si terminara siendo más pequeño de lo que se propone ahora. Sin importar lo que se decida, un punto está claro: el éxito del paquete es de gran importancia. Demostrar que un gobierno activo puede entregar cosas buenas al público es esencial para la salud de la democracia estadunidense. Rezo para que la apuesta de Biden tenga éxito.
Apoyo de la Fed
El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, insistió en que el apoyo del banco central a la economía de Estados Unidos aún es necesario.
Audiencia
Las tasas de interés se mantendrán bajas y las compras de bonos por parte de la Fed continuarán, afirmó en una audiencia con la Comisión de Banca del Senado.
Alivio financiero
Los recortes en las tasas y las compras mensuales de 120 mil mdd en bonos “han aliviado las condiciones financieras y brindan apoyo a la economía”, dijo Powell.
Economía y virus
Para el presidente del organismo, “la trayectoria de la economía sigue dependiendo significativamente del curso del virus y las medidas tomadas para controlar su propagación”.