¿El presidente estadunidense puede hacer dos cosas a la vez?

Opinión. Biden puede estar en la cumbre del G7 en Japón y al mismo tiempo atender la crisis por el techo de la deuda; el límite en esta situación es la confianza, que cada vez se va haciendo menor

El mandatario participará en la reunión en Japón. Reuters
Rana Foroohar
Londres /

Más, en realidad, mucho más, pero empiezo con ese encabezado porque me sorprendieron algunas de las preguntas de la prensa que salieron de Washington la semana pasada en varias sesiones informativas con la secretaria de prensa, Karine Jean-Pierre, y también justo antes del despegue del Marine One del presidente, cuando los periodistas se preguntaban si Joe Biden podía ocuparse del techo de la deuda en casa y asistir a la cumbre del G7 sin dejar que el país (presumiblemente) se desmorone.

La respuesta: sí. De hecho, los dos retos —cómo hacer frente a las continuas disputas sobre el techo de deuda y cómo liderar en el ámbito de la política exterior— giran en torno a lo mismo: la confianza. Cada vez que Estados Unidos se acerca de puntillas al límite de endeudamiento, pierde un poco de confianza, sobre todo por parte de los acreedores internacionales. La calificación crediticia de EU ya se rebajó una vez debido a estos tejemanejes del Congreso. Me temo que esta vez puede ser peor, en parte porque los republicanos arrinconaron al mandatario en un callejón imposible al vincular la cuestión del techo de la deuda con el hecho de que se vacíen sus programas fiscales emblemáticos (que el país necesita con desesperación), pero también porque en los últimos años la desdolarización se ha convertido en algo real.

Escribí por primera vez sobre la posibilidad de un mundo posterior al dólar en 2020, citando el hecho de que la disfuncional política estadunidense puede tener un impacto en el estatus del dólar como moneda de reserva. No quiero exagerar la velocidad a la que esto puede ocurrir (o incluso sucederá), pero es importante recordar que el dinero es, en esencia, una cuestión de confianza, y en particular la que se tiene de que una nación siempre pagará su deuda. Si no se tiene eso, todo lo demás empieza a desaparecer. Cuando se combina esta verdad fundamental con el hecho de que China, Rusia y muchas naciones más intentan avanzar hacia un mundo posterior al dólar, se obtienen un par de potentes vientos favorables con los que, si yo fuera miembro del Congreso (en especial un republicano rico con muchos activos basados en esta moneda), no querría jugar con eso.

Eso va para lo que dijo la secretaria de prensa la semana pasada cuando se le preguntó si Biden iba a posponer su viaje al G7 para tratar el tema de la deuda: “Miren, esto es algo de lo que el Congreso puede ocuparse hoy, si así lo decide; es su trabajo, cumplir con su deber constitucional”. De acuerdo. Algunos pueden argumentar que Biden tiene que esperar en Washington y seguir intentando convencerlos de que lo hagan, pero, la verdad, no estoy segura de que eso cambiara las cosas. Como también dijo Jean-Pierre, el presidente puede ser el presidente, ya sea que esté en el país o esté en el extranjero, es decir, el hombre tiene un teléfono y se sabe que lo utiliza.

Esto me lleva al segundo punto, que es que no es el momento para que el presidente se retire de la reunión del G7. De hecho, se espera que la administración le ponga un poco de carne a lo que se dijo en los discursos que tanto la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, como el asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, pronunciaron en las últimas semanas relacionando la política económica nacional y la política exterior estadunidense. Sullivan, en particular, dejó en claro que el comercio por sí mismo ya no es una prioridad para EU, sino que las alianzas se harán de un modo más estratégico, con la preocupación por los trabajadores, el medio ambiente y la democracia liberal como factores clave en el comportamiento de Estados Unidos tanto dentro como fuera del país.

Cosas como la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por su sigla en inglés) y algunos de los incentivos a la producción a escala nacional que presentó la administración de Joe Biden han sido puntos de fricción con diversos aliados; sin embargo, puedo imaginar muchas formas en las que pensar en el crecimiento económico nacional e internacional en términos de sustentabilidad e inclusión puede reforzar el orden mundial. Por ejemplo, me encantará ver que el gobierno presentara planes claros para vincular el alivio de la deuda de los mercados emergentes a estándares que permitan a los países ajustarse a las normas laborales y ambientales estadunidenses, mejorando así su acceso al mercado de consumo más grande del mundo.

También me encantará que el gobierno de Biden presentara un plan para una alianza de minerales de tierras raras. Una unión entre países exportadores e importadores puede contrarrestar lo que parece ser un incipiente plan chino para crear una nueva organización similar a la OPEP, que se ocupe de los minerales que necesitamos para la transición ecológica. Esto conllevará decisiones difíciles, pero tenemos que empezar a tomarlas.

Podría seguir, pero Gideon, permíteme que me detenga y te pregunte: ¿qué te gustaría que hiciera EU en la próxima conferencia del G7?

Lecturas recomendadas

— Me fascinó el artículo del New Yorker sobre el escritor fantasma del príncipe Harry, JR Moehringer, que ya no es fantasma. Antes de este libro ya era conocido como uno de los mejores escritores de fantasmas del mundo, ya que escribió el bestseller de Andre Agassi y también trabajó con Phil Knight, de Nike. La obra cuenta una historia psicológica interesante, no sobre Harry, sino sobre cómo es hacer este trabajo tan extraño.

— Independientemente de lo que piensen sobre las compensaciones a los descendientes de los esclavos, vale la pena leer este artículo de opinión del Wall Street Journal, titulado provocativamente “California puede cobrarte una factura por la esclavitud”, para hacerse una idea de cómo los republicanos están posicionando el tema para que se convierta en otra línea en la arena política.

— Este artículo de inteligencia de la revista New York tiene una visión hábil y amplia del discurso de Jake Sullivan sobre el mundo posneoliberal, que por supuesto apoyo plenamente.

— Y, en cuanto a los próximos contenidos de Financial Times, no se olviden de inscribirse al Festival Weekend FT, que se celebrará el próximo sábado 20 de mayo en el Kennedy Center de Washington DC. Estaré allí hablando con la chef Alice Waters, el autor de Chip Wars, Chris Miller, y también estaré participando en un panel sobre las relaciones entre Estados Unidos y China con el embajador y ex primer ministro australiano Kevin Rudd y la ex asesora económica en jefe del Consejo de Seguridad Nacional, Jen Miller.

Habrá muchos grandes oradores más y otros eventos, además asistirán escritores de Financial Times.

Gideon Rachman

Rana, estoy de acuerdo en que la próxima cumbre del G7 es inusualmente importante. Lo que acaparará los titulares será la respuesta de Occidente sobre Ucrania y China. Pero, como sugieres, otra área crucial que hay que observar será si Estados Unidos puede convencer a sus aliados de las virtudes de su nuevo enfoque de la economía internacional.

El discurso de Jake Sullivan que destacas (y apoyas) sigue haciendo olas al otro lado del Atlántico. Lo leí de nuevo este fin de semana. Es un esfuerzo impresionantemente ambicioso para vincular el enfoque de la administración de Joe Biden a todas las cuestiones clave: la amenaza de Donald Trump, la regeneración económica estadunidense, el clima, China, la reconstrucción de la alianza occidental y la reconstrucción del orden económico mundial posterior a 1945, en torno a un nuevo conjunto de principios.

Sullivan intenta, en esencia, entretejer todo eso en un conjunto armonioso y mostrar cómo todas las partes son complementarias entre sí. Aplaudo el esfuerzo y la ambición; sin embargo, no estoy seguro de que lo haya conseguido. En particular, no hay duda de que los aliados europeos y asiáticos siguen siendo escépticos —y de hecho están alarmados— sobre el impacto de las políticas de Estados Unidos que consideran fundamentalmente proteccionistas.

Hace poco asistí en Berlín a un fascinante intercambio de opiniones entre funcionarios estadunidenses, miembros de grupos de reflexión de EU y sus homólogos europeos. Cuando se preguntó al lado estadunidense por las repercusiones de los enormes subsidios que se ofrecen en Estados Unidos —para chips y vehículos eléctricos— me pareció que su respuesta se reducía a lo siguiente: “Si no hacemos esto, Trump ganará las próximas elecciones y entonces estaremos todos jodidos”. A lo que un participante francés respondió (y estoy parafraseando): “Sí, pero si lo hacen, entonces perderemos muchos empleos industriales y tal vez tengamos a Marine Le Pen en las próximas elecciones. Y eso tampoco será bueno para nadie”.

La otra parte de la respuesta de EU fue decir que sí, pero todo esto es un trabajo en curso, es un gran cambio, lo vamos a resolver. Aquí es donde entran en juego estas nuevas formas de asociación económica, que no son acuerdos comerciales convencionales. Sullivan habló de ellas en su discurso, pero debo admitir que ese pasaje me pareció de los menos convincentes. (Como dijo Walter Mondale: “¿Dónde está la carne?”) Pero, una vez más, tal vez solo se debe a que se trata de nuevas ideas con las que todavía no estamos familiarizados.

Esa es la razón de la importancia de la cumbre del G7. ¿Estados Unidos podrá convencer a sus aliados de que hay carne en estas nuevas asociaciones económicas y de que puede ser sabrosa? ¿O se va a seguir sintiendo como un veneno económico?



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