Como le va a General Motors, también le va a Estados Unidos. Eso se aplicó en el apogeo del grupo automotriz, pero ya no. El rendimiento poco inspirador en el precio de las acciones de GM desde su rescate gubernamental hace una década sugiere la nueva realidad. Ese rescate aún puede ser el modelo para las empresas estadunidenses devastadas por el impacto del coronavirus.
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Una de las razones para el estancamiento de las acciones de GM es su balance sobrecapitalizado, incluyendo 20 mil millones de dólares en efectivo. La deuda y las obligaciones de pensiones solamente representan unos cuantos miles de millones más que su almacén de efectivo. Algunos accionistas frustrados quieren ese dinero para sus propios bolsillos.
Pero GM sabía que tenía que ahorrar para los tiempos difíciles. Su calificación crediticia de grado de inversión se mantiene por esta razón. No es de extrañar que el precio de sus acciones —antes de la caída del mercado— apenas se movió desde su OPI en 2010. Sin embargo, ¿y qué? Cualquier aerolínea o casino rescatado también debe mantener una estricta disciplina financiera, independientemente de la presión que apliquen los accionistas ordinarios.
No ha sido fácil para GM. En 2015, un inversionista activista, Harry Wilson, anteriormente en el Tesoro de EU, cuando GM estaba bajo su custodia, exigió que la compañía pagara del efectivo que había acumulado. Dos años más tarde, Greenlight Capital de David Einhorn propuso crear dos clases de acciones de GM: una para actuar como un bono seguro y la otra como una acción de crecimiento. A pesar de que GM se benefició después de una recuperación en las ventas de automóviles, generando varios miles de millones de dólares anuales en flujo libre de efectivo, su valor de empresa nunca operó por encima de cinco veces el EBITDA (ajustado por las obligaciones de pensiones. Ambos planes tenían por objeto abordar esta cuestión.
Cuando el Tesoro de EU vendió su participación en GM en 2014, había perdido una quinta parte de su rescate de 50 mil millones de dólares. Si creó una sensación de paranoia con sus ejecutivos sobre la rectitud fiscal, la pérdida valió la pena.