Comienzo esta nota entendiendo que este mismo titular molestará a algunos lectores, pero quédense conmigo. Como explico en mi columna de hoy, el planteamiento de Biden con respecto a los aranceles es muy diferente al enfoque de Trump, forma parte de una estrategia múltiple y cada vez más matizada para crear un sistema comercial fundamentalmente nuevo y más justo. Creo que, en última instancia, esto no solamente beneficiará a EU, sino al mundo entero.
Todos sabemos que el Consenso de Washington llegó a su fin y que la Organización Mundial de Comercio (OMC) no funciona, en gran parte porque no ha sido capaz de gestionar o arbitrar los persistentes desequilibrios en el comercio global que se dispararon desde que China ingresó a la OMC en 2001. La idea era que Beijing acabaría renunciando a las prácticas no comerciales y relajaría el control estatal de la economía a medida que se enriqueciera, pero eso no sucedió; en muchos sentidos, China redobló sus esfuerzos en ambas cosas. Esto culminó en las preocupaciones actuales sobre la perspectiva de dumping de vehículos eléctricos chinos en los mercados mundiales, y la estrategia de Estados Unidos al respecto, que consiste en instituir aranceles sobre una variedad de bienes cruciales, incluidas las tecnologías limpias, los semiconductores y otros insumos estratégicos.
Este no es sólo un problema de Estados Unidos. Como me dijo la semana pasada la Representante Comercial de EU, Katherine Tai: “Muchas economías están batallando con la desindustrialización y sintiendo los efectos nocivos de las prácticas desleales de la República Popular China…le ofrecimos la mano a otras democracias liberales y economías de mercado: hay mucho en juego, pero en última instancia la elección es suya”.
La asesora económica nacional de EU, Lael Brainard, básicamente reiteró esas ideas en un discurso el 16 de mayo, señalando que “China es ahora simplemente demasiado grande para seguir sus propias reglas. La capacidad industrial y las exportaciones de China en ciertos sectores son ahora tan grandes que pueden socavar la viabilidad de las inversiones en EU y otros países”. Básicamente, ninguna nación puede competir con esa escala de apoyo estatal, salarios reprimidos artificialmente y bajos estándares ambientales.
El problema es que hasta ahora Europa se ha mostrado renuente a aceptar todo eso, junto con la realidad de que la OMC está rota. El paradigma neoliberal del valor para los accionistas, la “eficiencia” del mercado y la búsqueda de precios bajos a costa de todo y de todos (es decir, la mano de obra y el planeta) llevaron a un crecimiento con una tendencia más lenta, una mayor desigualdad y una crisis existencial en la democracia liberal. Sí, a Europa le preocupa el dumping de vehículos eléctricos. Pero el debate más amplio sobre cómo crear un nuevo paradigma en gran medida está ausente. Como lo destacó muy bien la economista europea de competencia Cristina Caffarra en su reciente artículo sobre Promarket, gran parte de esto se debe a los tecnócratas atrincherados en Bruselas, que se sienten amenazados por el nuevo orden. Al mismo tiempo, en realidad no tienen que lidiar con las consecuencias directas del neoliberalismo que enfrentan los políticos de los Estados nacionales individuales.
Como ella dice: “La cultura dominante en la Dirección de Competencia de la Unión Europea sigue siendo una versión de los valores neoliberales. Los economistas, el personal y los líderes de las agencias todavía operan implícitamente en una ortodoxia neoliberal y están rodeados de “clientes” (actores corporativos y sus asesores) que solo hablan ese idioma. La interacción con los ciudadanos es limitada: ninguna de las juntas abiertas y…sesiones de escucha que están celebrando las agencias estadunidenses”. Yo diría lo mismo de la Dirección General de Comercio.
Pero la marea puede estar cambiando. Los recientes discursos del presidente francés Emmanuel Macron, así como las declaraciones e informes de los políticos italianos Enrico Letta y Mario Draghi, muestran una nueva disposición por parte de algunos europeos de afrontar el hecho de que estamos en una nueva era y necesitamos nuevas reglas, nuevas alianzas y un nuevo enfoque para el crecimiento.
Macron, en particular, dejó en claro que los europeos están fundamentalmente más alineados con EU que con China, y que quienes equiparan la política industrial y los aranceles estadunidenses con el planteamiento político y económico de China cometen un grave error. Como dijo, “no estamos equidistantes” de Estados Unidos y China. “Somos aliados de los estadunidenses”.
Del mismo modo, los europeos que quieran equiparar la estrategia arancelaria de Trump con el planteamiento de Biden también le ladran al árbol equivocado. Renaud Lassus, investigador sénior del Instituto Jacques Delors y ex agregado económico de la Embajada de Francia en Washington, escribió recientemente un artículo en la revista francesa de ideas Le Grand Continent, en el que, con toda razón, se trazan claras distinciones entre las estrategias comerciales de Trump, que considera la transición energética como una “transición al infierno”, y Biden, que la ve como “una oportunidad histórica para reindustrializar, calmar y sanar el país”.
De hecho, Lassus señala que un segundo mandato de Biden puede dar como resultado una “visión convergente con Europa”, sobre una estrategia tanto en materia del clima como del comercio que proteja los intereses de los trabajadores, lo que considera crucial para mantener a raya a la extrema derecha tanto en EU como en Francia. Estoy muy de acuerdo.
Una cosa que vale la pena señalar: Le Grand Continent es una de las únicas revistas europeas de su tipo que traduce sus artículos al inglés y también traduce cosas como los discursos de Jake Sullivan al francés. Tal vez el simple hecho de cruzar la barrera del idioma podría conducir a visiones menos estereotipadas del Otro al otro lado del Atlántico. Peter, ¿estarías de acuerdo? ¿Y qué opinas del discurso de Macron y de la respuesta europea a los aranceles de Biden?
Lecturas recomendadas
- Durante mis vacaciones en Grecia, leí una fabulosa obra de ciencia ficción sobre el cambio climático que parece un manual sobre el futuro. La buena noticia: no todo es pesimismo. Lo recomiendo encarecidamente como lectura de verano.
- Hoy sale a la venta el nuevo libro de la ministra de Asuntos Digitales de Taiwán, Audrey Tang, que ofrece una visión optimista de cómo la tecnología puede mejorar la democracia en lugar de empeorarla. Su país es un buen ejemplo de eso, y vale la pena seguirla de cerca como líder de opinión en la escena mundial. ¿No sería interesante, por ejemplo, que alguien como ella fuera la directora ejecutiva de TikTok, en caso de que la “oferta popular” de Frank McCourt para comprarla llegue a tener éxito?
- En Financial Times, no se pierda este reportaje de la edición de Weekend sobre las tres mujeres que acabaron con el cartel de narcotráfico de Medellín:
Peter Spiegel responde
Rana, después de pasar seis años en Bruselas cubriendo la Unión Europea, yo sería cauteloso a la hora de fijarme en las declaraciones francesas sobre política de competencia y comercio y creer que representan las opiniones del resto de Europa. Como argumenta Tai, con razón, las autoridades de competencia de la Comisión Europea son estrictas defensoras del libre mercado, tanto en su enfoque de la política de fusiones como en el de las ayudas estatales a la industria, y los eurócratas de la Dirección General de Comercio son, en su mayoría, proponentes del libre comercio.
Hay que recordar que dar a Bruselas el control de la política de competencia fue, en muchos sentidos, una iniciativa británica, en particular las regulaciones sobre fusiones de 1989, que el gobierno de Thatcher vio como una forma de consagrar los puntos de vista económicos angloamericanos en la legislación europea. Gran Bretaña fue también la incubadora intelectual del Acta Única Europea, que fortaleció la autoridad de Bruselas sobre el comercio.
A los franceses nunca les ha gustado nada de esto, y desde hace tiempo tienen aliados en Italia. Así que, en muchos sentidos, Macron (y Letta, y Draghi) están reiterando prejuicios nacionales de larga data. Tal vez los británicos se fueron, pero no creo que Alemania y sus aliados del norte de Europa en los Países Bajos y Escandinavia estén a punto de firmar políticas comerciales y de competencia más proteccionistas.
También me gustaría añadir una nota de advertencia sobre por qué incluso algunos en la Casa Blanca pueden estar un poco perturbados por tu encabezado. Sospecho que muchos en la administración Biden posiblemente no estén enamorados de sus propios aranceles.
Para simplificar demasiado en esta temporada política, la campaña de Biden se enfrenta a dos retos económicos: China y la inflación. La solución que eligieron para hacer frente a China (los aranceles) les perjudicará en lo que respecta a la inflación. Los aranceles, por definición, hacen subir los precios. Así que, aunque la campaña de Biden pueda pensar que una política comercial dura hacia China les pueda ayudar políticamente en los estados industriales indecisos, podría acabar costándoles en la cuestión que se señala repetidamente a nivel nacional como la principal preocupación económica de los votantes: los altos precios fueron citados por el 80 por ciento de los votantes como uno de sus mayores dolores de cabeza financieros en nuestra encuesta más reciente de FT-Michigan Ross.