En tiempos de conflictos, el dólar es el refugio y la fortaleza del mundo. Esto es cierto incluso cuando Estados Unidos es el origen del problema, como ocurrió en la crisis financiera de 2007-2009. Y lo mismo sucede ahora. Una serie de conmociones, incluida la alta inflación, desató el conocido movimiento alcista del dólar. Además, no se produjo solo respecto a las monedas de las economías emergentes, también ante las de otros países de altos ingresos. Mientras, la historia general del ciclo del dólar subyace en algunas específicas. Equivocarse en las políticas macroeconómicas, en especial en la administración fiscal, es muy peligroso cuando el dólar es fuerte, las tasas de interés suben y los inversionistas buscan seguridad. Kwasi Kwarteng, por favor, toma nota.
El tipo de cambio efectivo nominal del dólar se apreció 12 por ciento entre finales del año pasado y el lunes, de acuerdo con las estimaciones de JP Morgan. En el mismo periodo, el movimiento del yen se depreció 12 por ciento, el de la libra 9 por ciento y el del euro 3 por ciento. En comparación solo con el dólar, los cambios son mayores: la libra cayó 12 por ciento, el yen 20 por ciento y el euro 16 por ciento. El dólar es el rey del mundo.
Entonces, ¿por qué ocurrió esto? ¿Es importante? ¿Qué se puede hacer al respecto?
En cuanto a por qué, la respuesta es que desde 2020 la economía mundial sufrió cuatro conmociones vinculadas: la pandemia; una enorme expansión fiscal y monetaria, el lado de la oferta después de la pandemia, en el que la demanda acumulada (y asimétrica) golpeó las restricciones de la oferta en los insumos industriales y las materias prima, y la invasión de Rusia a Ucrania, que afectó a la energía, en especial para Europa.
El resultado es un aumento de la incertidumbre, una fuerte presión inflacionaria en EU, la necesidad de que la política monetaria, en particular la de la Reserva Federal, se ponga al día, y poderosas fuerzas recesivas, sobre todo en Europa. Al adelantarse el endurecimiento de la Fed al de sus homólogos de los países de altos ingresos, el dólar se fortaleció. Mientras, los resultados de los países emergentes se determinan por la bien que han administrado sus economías, la exportación de materias primas y su endeudamiento.
Dentro del G20, el comportamiento de las monedas de muchos países emergentes ha sido mucho mejor que las de los de altos ingresos. El rublo ruso se apreció marcadamente. En el fondo están la libra esterlina, la lira turca y el peso argentino. ¡Qué compañía tiene ahora la libra!
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¿Importa la fortaleza del dólar? Sí, porque, como señala un reciente artículo del que es coautor Maurice Obstfeld, antiguo economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), suele imponer una presión de contracción en la economía mundial. El papel de los mercados de capitales de EU y del dólar es mucho mayor de lo que sugiere el tamaño relativo de su economía. Sus mercados de capitales son los del mundo y su moneda es el refugio global. Así, cada vez que los flujos financieros cambian de dirección desde o hacia Estados Unidos, todo el mundo se ve afectado. Una de las razones es que la mayoría de los países se preocupan por sus tipos de cambio, sobre todo cuando la inflación es una problema: solo el Banco de Japón puede alegrarse de la debilidad de su moneda. El peligro es mayor para los que tienen fuertes pasivos con el extranjero, más aún si su denominación es en dólares. Los países sensatos evitan esta vulnerabilidad, pero muchos en desarrollo necesitarán ayuda ahora.
Estas fuerzas recesivas que emanan de EU y del alza del dólar se suman a las creadas por los grandes choques reales. En Europa, sobre todo, está la forma en que el aumento de los precios de la energía eleva la inflación y debilita la demanda real. Mientras, la determinación del líder de China de eliminar un virus que circula libre por el resto del mundo golpea su economía. El Partido Comunista chino puede controlar al pueblo, pero no puede con las fuerzas de la naturaleza.
¿Qué se puede hacer? No mucho. Se habla de una intervención monetaria coordinada, como ocurrió en la década de 1980, con los acuerdos Plaza y luego del Louvre, primero para debilitar el dólar y luego para estabilizarlo. La diferencia es que lo primero se ajustaba a lo que EU quería. Esto hizo que la intervención fuera coherente con sus objetivos internos. Hasta que la Fed no se conformó con el rumbo de la inflación; no podrá ser así en esta ocasión. Es poco probable que un control monetario para debilitar la divisa por parte de uno o incluso varios países consiga tanto.
Una pregunta más importante es si el endurecimiento monetario está yendo demasiado lejos y si los principales bancos centrales están ignorando el impacto acumulado de su cambio simultáneo. Una vulnerabilidad evidente es la de la zona euro, donde la presión inflacionaria interna es débil y es probable que se produzca una recesión importante el próximo año; sin embargo, como subrayó la semana pasada Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europea (BCE): “No dejaremos que esta fase de alta inflación se transmita al comportamiento económico y cree un problema de inflación duradero. Nuestra política monetaria se fijará con un objetivo en mente: cumplir nuestro mandato de estabilidad de precios”. Es posible que esto resulte exagerado, pero los bancos centrales no tienen otra opción: tienen que hacer “lo que sea necesario” para frenar la inflación.
Nadie sabe cuánto endurecimiento se necesita. Tampoco se sabe hasta qué punto el problema de sobreendeudamiento ayudará, actuando como un poderoso cinturón de transmisión, o va a perjudicar, provocando un colapso financiero. Lo que sí se sabe es que la capacidad de los bancos centrales para apoyar a los mercados y a la economía ha desaparecido por un tiempo. En ese momento, la percepción de sobriedad de los solicitantes de préstamos vuelve a importar. Esto es cierto para los hogares, las empresas y los gobiernos. Incluso del G7 que antes gozaban de credibilidad, como Reino Unido, están aprendiendo esta verdad. La marea financiera está bajando: solo ahora nos damos cuenta de quién nadaba desnudo.