¿Por qué hay optimismo de los empresarios con Donald Trump?

Aunque existe confianza por parte de los ejecutivos, es más probable que haya una versión más dura, insular, xenófoba y paranoica en la Casa Blanca

El ex presidente tuvo una mesa redonda empresarial en Washington. EFE
Rana Foroohar
Nueva York /

Desde hace meses, he observado con alarma como muchos de los principales líderes empresariales de Estados Unidos empiezan a creer la idea de que Donald Trump II será, de alguna manera, igual que la última vez, ruidoso, pero laissez-faire. Fue muy deprimente ver a algunos de los principales directores ejecutivos de EU reírse mientras el ex presidente bromeaba en su reciente mesa redonda empresarial en Washington. Trump dijo que encuestó meseras y caddies (presumiblemente en Mar-a-Lago) acerca de eliminar los impuestos a las propinas y estaban a favor. Claro, hubo informes de algunas quejas sobre los discursos arancelarios de línea dura, la incapacidad de Trump para mantenerse en el punto y su dureza general. Pero en su mayor parte, los recortes de impuestos, la desregulación y una total falta de imaginación sobre el riesgo político al parecer impulsa la confianza empresarial a su alrededor.

No solo las empresas estadunidenses son las que tienen las anteojeras puestas. Hice un almuerzo con Financial Times con el director ejecutivo de Lloyd’s of London, John Neal, y me sorprendió que cuando le pedí que pensara en sus principales riesgos políticos en EU, habló primero sobre la impresión de dinero de Joe Biden, en lugar del riesgo de, digamos, el estado de derecho bajo el mandato de Trump. Cuando lo presioné sobre el riesgo de Trump, su mayor preocupación parecían ser las diferentes políticas de los dos candidatos en torno a cosas como la producción de vehículos eléctricos y el riesgo de decisión que esto puede presentar para las empresas.

¿En serio, amigos? Hagamos un curso de actualización sobre la economía trumpiana.

En 2016, Trump habló con dureza sobre Made in America (Hecho en Estados Unidos) y ayudar a los trabajadores, pero la mayoría de sus políticas económicas (aparte de los aranceles a China) fueron básicamente lo mismo de siempre. Dio marcha atrás en regulaciones y redujo los impuestos a las grandes corporaciones. Gran parte del dinero se destinó a recompras de acciones, no a inversiones tradicionales en la economía real. Eso impulsó los precios de las acciones a corto plazo, que también se vieron favorecidos por las bajas tasas de interés.

Pero es muy poco probable que veamos el mismo fenómeno en una segunda administración de Trump. Su mandato marcó la cúspide del crecimiento financiarizado, que ahora está en gran medida agotado. Como lo establece el documento End of an Era (Fin de una Era) de la Reserva Federal de junio de 2023, más de 40 por ciento del crecimiento real de las utilidades corporativas entre 1989 y 2019 provino de la caída secular de las tasas de interés y de la reducción de las tasas de impuestos corporativas. Eso es lo que impulsó tanto el crecimiento de las acciones en los últimos años.

En la actualidad, el índice S&P está, según algunos indicadores, más sobrevaluado que cuando estalló la burbuja inmobiliaria. En este entorno, es difícil ver que los valores suban incluso si la Reserva Federal comenzara a recortar las tasas de interés ante una recesión. Es mucho más probable que caigan, a pesar de cualquier nuevo recorte de impuestos de Trump. Y ese es el escenario más benigno. Una posibilidad más probable es que esta vez tengamos una versión de Trump más dura, incluso más insular, xenófoba y paranoica.

Para empezar, pocos de los tipos de negocios más moderados que trabajaron con él la primera vez estarían dispuestos a regresar para una segunda administración, dados los disturbios que se presentaron en el Capitolio del 6 de enero de 2021 y la continua negación de la derrota electoral por parte de Trump. Algunas personas inteligentes en la comunidad empresarial están preocupadas por su propensión al despilfarro fiscal en un momento en que los crecientes niveles de déficit estadunidense preocupan a los inversionistas. Me resulta fascinante que la gente piense en Biden cuando piensa en la deuda, en lugar de en Trump. La Casa Blanca de Biden realizó una inversión fiscal récord, por supuesto, pero está invirtiendo en la economía real, mientras que el legado de Trump fue una fórmula republicana clásica de impulsar los mercados de activos con la financiarización.

A esto hay que añadir las perspectivas de un arancel de 10 por ciento sobre las importaciones en todos los ámbitos y un impuesto de 60 por ciento sobre lo que provenga de China. Esto se relaciona con lo que ha sido uno de los mayores problemas con las estrategias comerciales y económicas de Donald Trump desde el principio, una tendencia a culpar a China y emplear aranceles como una solución independiente al gran y complejo problema del crecimiento secular más lento y la creciente desigualdad en Estados Unidos.

No es que Trump parezca pensar en términos tan matizados. El hecho es que los problemas económicos y políticos de Estados Unidos se deben solo en parte a las deficiencias de la globalización y del sistema comercial neoliberal en particular. También tienen que ver con la falta de inversión interna en infraestructura básica, habilidades y educación, así como en investigación y desarrollo básicos.

Todavía no he visto nada que me haga pensar que Trump o alguien en su órbita tenga un plan para un mundo multipolar, o alguna idea de cómo manejar la reducción de riesgos en las complejas cadenas de suministro o las políticas del friendshoring. Y, sin embargo, aranceles de 10 o de 60 por ciento, según el lugar, requerirán algún tipo de enfoque de reshoring. Nada de eso cuadrará con un auge de activos, sino todo lo contrario. Entonces, Peter, ¿por qué demonios hay más directores ejecutivos que estén con un grito en el cielo? ¿Ilusiones? ¿Política cínica? ¿Total desorientación? ¿O tu mejor respuesta?

Lecturas recomendadas

-The Economist deconstruye el significado del icónico álbum “Born in the USA” de Bruce Springsteen 40 años después de su lanzamiento, una sorprendente pieza que es acertada. ¡No esperaba leer sobre el jefe aquí!

-He estado siguiendo la serie de The New York Times sobre el declive de Baltimore y por qué ha sido tan difícil transformar esta antigua ciudad industrial, a pesar de su increíble ubicación. La lección para mí aquí, aunque no está detallada, es que a diferencia de lugares como Detroit y Pittsburgh, que experimentaron una verdadera revitalización económica, Baltimore todavía no tiene un líder local fuerte que pueda cambiar las cosas en la ciudad. Mi voto sería otorgado para que Gary Gensler asuma esa responsabilidad una vez que haya terminado su cometido de vigilar los mercados financieros de EU en la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC, por su sigla en inglés). Esta ciudad no tiene porqué languidecer en una época de reindustrialización.

-Aquí en Financial Times, le recomiendo no perderse el Big Read sobre el ascenso de la extrema derecha en Francia.

-Y en una nota más ligera, el diagrama de Venn de los multimillonarios que hizo Jo Ellison en Financial Times sobre la (última) boda de Rupert Murdoch me hizo reír.

Peter Spiegel responde

Rana, hagamos un pequeño experimento mental: imagina que Biden se postulara para la reelección contra un candidato republicano común y corriente de la década de 1990, y que tú fueras un ejecutivo corporativo. ¿Cómo verías los últimos cuatro años?

Creo que es justo decir que el primer mandato de Joe Biden ha sido uno de los más anticorporativos en décadas. Sus fuerzas antimonopolio en el Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio (FTC, por su sigla en inglés) han tratado de bloquear múltiples fusiones y han presentado demandas para dividir a los grandes grupos de tecnología y compañías no tecnológicas por igual.

Se ha convertido, como ha presumido en repetidas ocasiones, el presidente más prosindical de la era moderna, y su Junta Nacional de Relaciones Laborales lo ha reflejado, persiguiendo a compañías como Starbucks, que se han resistido a la organización sindical y respaldando reglas polémicas que obligan a los empleadores a tratar los trabajadores contratados como empleados de tiempo completo.

Sus políticas ambientales, al menos antes de la invasión de Rusia a Ucrania, se inclinaban firmemente contra los grandes grupos petroleros, encareciendo la perforación en tierras federales y limitando su capacidad de exploración en alta mar. Y, por supuesto, está su repetida defensa de un aumento de las tasas de impuestos corporativos.

Conociendo tus puntos de vista sobre la economía estadunidense, Rana, me atrevería a suponer que estás de acuerdo con la mayoría (si no con todas) de estas políticas. Pero si estás sentado en una sala de juntas de una empresa, mucho de lo que sale de la Casa Blanca de Biden parece dirigido a ti, mucho más que durante las administraciones de Barack Obama o Bill Clinton.

Si ese fuera el final del experimento mental, creo que quedaría bastante claro por qué muchos ejecutivos de empresas desde Silicon Valley hasta Wall Street se pusieron en contra de Biden. Lo que hace que esta decisión sea mucho más complicada es lo que señalas: el Partido Republicano de la era Trump no es la bestia del libre comercio, el bajo gasto y la antiregulación que conocimos en la década de 1990. Su nativismo, proteccionismo y populismo son claramente contrarios a las empresas.

Lo que muchos empresarios estadunidenses han decidido no es, como sugieres, desorientación o cinismo, no lo creo. Es una apuesta a que, a pesar de todo su peligroso autoritarismo, otros cuatro años de trumpismo son mejores para sus negocios que la agresiva administración anticorporativa de Biden. Tú y yo podemos pensar que eso es un error; sin embargo, el historial de Biden sin duda le da a los ejecutivos motivos para sentirse hostiles a su reelección.

Sus comentarios

Y ahora unas palabras de nuestros lectores de Swamp Notes… En respuesta a:

“Recomendaría leer el nuevo artículo sobre el ‘sonambulismo’ hacia una guerra escrito por Odd Arne Westad en Foreign Affairs. A diferencia de la descripción superficial de Estados Unidos como un país virtuoso y China como una nación malvada, explica por qué la culpa es de ambos países. Un país que invade Irak sin ninguna legitimidad internacional difícilmente se encuentra en una posición convincente para sermonear a los demás sobre el derecho internacional. Lo más importante es que Westad asegura que un análisis más realista puede evitar que los países lleguen a precipitarse a la guerra como lo hicieron Gran Bretaña y Alemania en 1914. La creciente hostilidad entre el pueblo de ambos países refleja la retórica que escuchan de sus líderes. Recuerden que el pueblo tanto en Gran Bretaña como en Alemania estaba seguro de una rápida victoria en 1914”. - Lector de Financial Times.
Financial Times Limited. Declaimer 2021


LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.