¿Qué compromisos deben hacer las partes que se reúnan en la COP26 en Glasgow para que haya una buena probabilidad de mantener el aumento de las temperaturas por encima de los niveles preindustriales, por debajo de 1.5 grados centígrados, como recomienda el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático? La respuesta, como argumenté la semana pasada, es que deben ser mucho más ambiciosos: sobre todo tienen que reducir las emisiones mucho más rápido.
No basta con ofrecer el voto de san Agustín de “castidad, pero todavía no”. Los compromisos de “cero neto” dentro de treinta años son demasiado fáciles. En cambio, es necesario reducir las emisiones en casi un 40 por ciento para 2030. La curva de emisiones debe inclinarse hacia abajo. Eso es económica y tecnológicamente factible, aunque difícil. Diez años después, será muy tarde para evitar daños irreversibles sin recurrir a la arriesgada geoingeniería que sobre la que habló recientemente Gernot Wagner.
Entre 2017 y 2021, la proporción de emisiones globales cubiertas por algún tipo de objetivo de “cero neto” aumentó más de 65 puntos porcentuales, a más de 70 por ciento; sin embargo, las “contribuciones determinadas a escala nacional” (CDN) acordadas en la COP21 en París, en 2015, están lejos de ser tan estrictas como para lograr las reducciones de emisiones necesarias, en especial para 2030. En ese año, las emisiones prometidas superarán el límite superior impuesto por el techo recomendado de 1.5 grados centígrados en 20-23 gigatoneladas de equivalente de CO2.
¿Qué se debe hacer? La Comisión de Transiciones Energéticas que se publicó el mes pasado, abordó esta cuestión. Recomendó un plan de seis puntos que debe proporcionar el punto de referencia para los debates en Glasgow.
Este plan consiste en primer lugar en reducciones significativas y rápidas de las emisiones de metano, un gas de efecto invernadero muy potente; segundo, detener la deforestación y comenzar la reforestación; tercero, la descarbonización del sector de electricidad y, sobre todo, eliminar la dependencia del carbón más rápido de lo previsto; cuarto, la electrificación acelerada del transporte por carretera; en quinto, la descarbonización acelerada de la calefacción de edificios y de sectores “difíciles de disminuir”, como el acero, el cemento, los productos químicos, la aviación de larga distancia y el transporte marítimo, y, por último, mejoras aceleradas en la eficiencia energética en toda la economía, en especial en los edificios nuevos, pero también mediante la modernización de muchos de los antiguos.
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El informe deja claro que la mayor parte de esto será complejo, pero también es posible, con el apoyo adecuado de incentivos, regulación, mayor transparencia, fomento del financiamiento necesario y la generosa ayuda a los países emergentes y en desarrollo.
Consideremos algunas implicaciones concretas de este ambicioso enfoque para la próxima década. Una es obvia: las CDN se deben hacer mucho más estrictas y detalladas en este momento. Otra es que los países emergentes más importantes —China, sobre todo, pero también India e Indonesia— deben comprometerse a detener la construcción de nuevas centrales eléctricas alimentadas por carbón a partir de hoy.
Otra consecuencia es que terminar con la deforestación y comenzar a poner fin a nuestro uso de carbón, en especial en la generación de electricidad, requerirá un flujo sustancial y continuo de ayudas y subsidios de los países de altos ingresos a los que están en desarrollo, quizá de 100 mil millones de dólares al año. Esto es esencial si se quiere alcanzar un acuerdo, pero también es justo, por el papel dominante de los países de altos ingresos en las emisiones pasadas.
Será fundamental financiar la inversión en sistemas de electricidad ecológicos. El capital social y el financiamiento mediante deuda son caros y limitados. Un elemento crucial será la distribución de riesgos entre los sectores público y privado mundiales. Los bancos de desarrollo deben desempeñar un papel central. Los flujos necesarios pueden ser de 300 mil mdd al año, aumentando a 600 mil mdd a finales de la década, según Adair Turner, copresidente de la Comisión de Transiciones Energéticas.
Una implicación más son los acuerdos internacionales reforzados, con el fin de acelerar el camino hacia el cero neto en los sectores difíciles de reducir. La “medida de ajuste de carbono en la frontera” propuesta por la Unión Europea es un elemento vital en esto. No es proteccionista. Está diseñada para garantizar que la internalización de una externalidad global en algunas economías no conduzca a la expansión de empresas más contaminantes en otros lugares. El máximo objetivo de ese tipo de impuestos fronterizos deben ser acuerdos sectoriales a escala mundial.
La implicación final es que la electrificación es fundamental, con electricidad suministrada de manera neutra en carbono.
Estas son, entonces, las cosas que se deben hacer si se quiere lograr el objetivo de reducir drásticamente las emisiones para 2030. Sin embargo, de manera aún más amplia, los negociadores deben recordar otras tres cosas.
Primero, el mecanismo de precios no solo es un incentivo efectivo, también puede generar los ingresos necesarios para compensar a los perdedores. Sin embargo, en la actualidad, los precios al carbono son demasiado bajos y la cobertura es demasiado incompleta.
Segundo, los responsables de las políticas tienen que recordar que, sin importar cómo se produzca el ajuste, las luces deben permanecer encendidas y las viviendas con calefacción.
Por último, estamos juntos en esto. Ningún país puede solucionar esto por su cuenta, aunque China, EU, la Unión Europea, India y Japón serán fundamentales. Los países individuales serán pioneros en caminos viables. Pero hay que llegar a acuerdos, en especial China y EU. Del mismo modo, los países ricos deben ayudar a los pobres.
Los tecnólogos han hecho un trabajo maravilloso al demostrar que podemos descarbonizar nuestras economías con la suficiente rapidez. Ahora los líderes tienen que demostrar que comprenden las implicaciones. Hay que actuar rápido. Así es como se evita el desastre.