Reino Unido genera apenas 1.1 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Esto lo convierte en el decimosexto mayor emisor. Incluso si todas sus emisiones se detuvieran mañana, el mundo apenas se daría cuenta. Entonces, ¿cuál puede ser su papel? La respuesta es que puede ser tanto un ejemplo como un líder. Puede demostrar cómo será una política de primer nivel, y puede empujar al mundo hacia una diferente trayectoria antes de que sea demasiado tarde. Lo primero es vital. No puede tener influencia en el mundo si no tiene éxito en casa. Entonces, ¿cómo va?
La respuesta es: no lo suficientemente bien. A diferencia de los republicanos lunáticos, los conservadores no niegan la ciencia. Ya se han logrado avances hacia la descarbonización. El gobierno también comprometió a Reino Unido a reducir sus emisiones en 68 por ciento en 2030 y 78 por ciento en 2035 por debajo de los niveles de 1990. Además, el objetivo de 2035 por primera vez incluirá la aviación y el transporte marítimo internacionales; sin embargo, ni los avances ni las políticas son tan buenas como deberían. Si Reino Unido quiere ser un modelo y un líder, tiene que esforzarse más.
Entre 1990 y 2018, las emisiones territoriales de CO2 de Reino Unido cayeron 39 por ciento. Algo más impresionante, cayeron 21 por ciento solo entre 2013 y 2018, pero 63 por ciento de esa reducción durante un periodo más largo, y 85 por ciento de eso en un periodo más corto, se debió solo a la descarbonización del suministro de energía, sobre todo al eliminar el carbón y al crecimiento de las energías renovables. Las empresas también redujeron significativamente las emisiones, pero en otras partes poco sucedió.
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Sobre todo, casi 40 por ciento de las emisiones de los residentes de Reino Unido en 2016 ocurrió fuera del país. Las más importante de estas fueron las de las importaciones netas (34 por ciento de la huella de carbono de Reino Unido), aviación (4%) y transporte marítimo (1%).
Reino Unido tiene la segunda economía más eficiente en emisiones de carbono del grupo de países de altos ingresos del G7, detrás de Francia, pero hay mucho camino por recorrer para llegar al cero neto, más si nos enfocamos en su huella global.
¿Que se tiene que hacer? La buena noticia es que la transición al cero neto es factible y también es mucho más barata de lo que la mayoría temía hace una década. Si uno toma en cuenta los beneficios de un aire más limpio, la transición es algo que “no tiene que pensarse dos veces” para Reino Unido; sin embargo, también es complejo y requerirá de decisiones difíciles.
En cuanto a los sectores, los retos importantes a 2035 son la energía, el transporte y la calefacción residencial.
En energía se necesita un conjunto de regulaciones, incentivos y procedimientos para impulsar las inversiones necesarias en un sistema totalmente renovable. Esto va más o menos en camino. En transporte también, el cambio hacia los vehículos eléctricos puede ser incluso más rápido de lo que la mayoría de la gente espera, ya que los costos caen y la eficiencia de las baterías sigue aumentando.
El compromiso de Reino Unido de prohibir la venta de coches con motores de combustión interna para 2030 es importante. Su mayor omisión es que no invierte en la expansión necesaria en la infraestructura de recarga. Una tercera parte de los hogares de Reino Unido carece de espacio de estacionamiento privado fuera de la vía pública. Esta laguna tiene que llenarse con bastante rapidez.
Sin embargo, muy poco está ocurriendo en la calefacción residencial. El cambio hacia bombas de calor, por ejemplo, será difícil y costoso. Muchas personas necesitarán ayuda financiera, incluyendo para mejorar aislamientos.
Tan importantes como estos planes sectoriales son los incentivos adecuados, a través de impuestos a las emisiones y subsidios de las emisiones negativas. Un informe de 2020 de la Zero Carbon Commission (escrito por mi hija) analizó la política y la economía de la fijación de precios del carbono en Reino Unido.
Fijar el precio de las emisiones es una condición necesaria, pero no suficiente para alcanzar el cero neto de manera eficiente. Un precio cubrirá todas las actividades, hará pagar a quienes contaminan, aprovechará el motivo de la ganancia económica y animará a las personas a explotar sus conocimientos. Un precio del carbono también logrará un aumento en los ingresos, mismo que puede utilizarse para ayudar a los hogares más pobres a pagar los costosos cambios que tendrán que realizar.
La Comisión de Carbono Cero recomienda un precio de 75 libras por tonelada de CO2 en 2030, lo que también elevará un poco más de 1 por ciento del PIB. Además de generar ingresos, un impuesto uniforme eliminará las divergencias en los precios implícitos de las emisiones en toda la economía. En la actualidad, por ejemplo, la calefacción eléctrica está más gravada que el gas. Eso no tiene sentido.
Sin embargo, si Reino Unido gravara con mayor fuerza las actividades comerciales que tienen un gran consumo de energía, se cambiarán al extranjero incluso más rápido. Eso puede ser políticamente inaceptable y también es muy probable que termine incrementando las emisiones globales de gases de efecto invernadero. La respuesta tiene que ser un ajuste fiscal en la frontera. Eso incluso puede acelerar un movimiento hacia los límites globales.
Reino Unido tiene objetivos ambiciosos y algunos buenos planes; sin embargo, estos también tienen agujeros obvios. Sobre todo, aún no logra anunciar un impuesto creíble sobre las emisiones. Tiene que hacerlo mejor si desea liderar. _