Como ministro de Hacienda y potencial primer ministro, Rishi Sunak es una figura importante en la vida pública británica. Por ello su conferencia de Mais (que se realiza cada año en la escuela de negocios de Bayes) es digna de atención. Representa su credo. También es lúcida e inteligente, pero está muy lejos de lo que se necesita. De manera crucial, no se enfrenta a los fracasos del legado de Margaret Thatcher.
Ya pasaron casi 43 años desde que Thatcher se convirtió en primera ministra. Los conservadores han estado en el poder durante 30 de esos años y los laboristas durante 13. Pero el nuevo laborismo adoptó en gran medida el legado de Thatcher en materia de política económica y tamaño del Estado. Entonces, ¿qué sucedió?
Sunak señala, con razón, el estancamiento de la productividad y se pregunta “¿cómo aceleramos el crecimiento y rejuvenecemos la productividad?” La respuesta es “una nueva cultura empresarial”. ¿Pero no hemos tenido una cultura empresarial durante cuatro décadas? Entonces, ¿qué ha fallado y por qué? ¿Y cómo va a ser diferente esta vez? Es decepcionante que no haya abordado estas preguntas obvias.
La dolorosa realidad es que el historial a largo plazo sigue siendo mediocre. Comparemos los resultados de Reino Unido con los de nuestros vecinos europeos, Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Noruega, Países Bajos, Portugal, Suecia y Suiza. En 1980, la producción por hora en Reino Unido era la quinta desde abajo en este grupo. En 2019 cayó al cuarto puesto (solo por delante de Grecia, Portugal y España). De nuevo, en 1980, el producto interno bruto (PIB) per cápita británico era el quinto desde abajo. En 2019, había pasado a ser el sexto, por delante de Grecia, Portugal, España, Italia y Francia (del último país, por poco).
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Dado este pobre historial, los lugares comunes de Rishi Sunak sobre la sabiduría del economista Adam Smith son vacíos. Todos estos países de altos ingresos entienden que las economías abiertas, el estado de Derecho y la empresa privada impulsan el crecimiento. Reino Unido, que elevó sustancialmente sus barreras al comercio con sus socios más importantes (con el apoyo entusiasta de Sunak), tal vez sea el que menos lo entienda. La Heritage Foundation, un grupo de reflexión conservador de EU, incluso ubica a Reino Unido por detrás de Irlanda, Países Bajos, Finlandia, Dinamarca, Suecia, Noruega, Alemania y Austria en su índice de libertad económica. Está claro que para acercarse a Adam Smith no hacía falta el brexit.
Los políticos con inclinaciones thatcheristas tienen que profundizar más para entender por qué los resultados han sido tan mediocres. Muchos de ellos hacen hincapié en la necesidad de una “economía con menos impuestos”, entre ellos Rishi Sunak, pero la evidencia sugiere que esto no es muy importante, por mucho que los ricos que buscan su propio interés insistan en lo contrario. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), entre estos 15 países, la carga fiscal de Reino Unido es la tercera desde abajo. Si los impuestos elevados paralizaran la prosperidad, Reino Unido debe estar entre los más ricos, pero no es así. Finlandia, Bélgica, Austria, Suecia, Alemania, Países Bajos, Dinamarca y Noruega tienen cargas fiscales mucho más altas y un PIB per cápita más alto. Por tanto, cuando Sunak afirma que cree “en impuestos más bajos”, solo pronuncia una ideología.
Esa ideología tiene costos. La distribución del ingreso disponible de los hogares en Reino Unido es en gran medida la más desigual de estos 15 países, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Además, esto fue también el resultado de los cambios en la década de 1980, que nunca se han revertido. Al evaluar el historial, uno tampoco puede ignorar la crisis financiera y la posterior austeridad, ambas consecuencias de la ideología de Margaret Thatcher.
Estos cambios también han tenido implicaciones significativas para los niveles de vida absolutos y relativos de los más desfavorecidos. No sorprende mucho que en los años transcurridos desde 2010 se produjera primero un estancamiento y luego un descenso de la esperanza de vida. Esto coincide con la experiencia de Estados Unidos. Tampoco es de extrañar que la política se haya desplazado hacia cuestiones de identidad, en especial el brexit, y se haya alejado de la prosperidad.
Sunak tiene razón al argumentar que los recortes fiscales no se pagan solos. También al afirmar que el gasto actual debe pagarse con los ingresos actuales. En este sentido, reitera la opinión de sus predecesores de la década de 1980 de que las finanzas públicas no deben sacrificarse en el altar de los recortes fiscales por el lado de la oferta: Reino Unido no es EU; sin embargo, el sentido común elemental es insuficiente. Si Sunak quiere ser convincente como pensador sobre el presente, debe tratar con más honestidad el pasado. Tiene que mostrar qué partes de la ideología de Thatcher funcionaron y cuáles deben se deben desechar. No necesita decirnos que el sector privado es importante; eso ya lo sabemos. Debe decirnos cómo puede mejorar, y cómo los sectores público y privado pueden trabajar juntos de forma más fructífera en el futuro.
Será injusto decir que Sunak, al igual que los Borbones, no ha aprendido ni olvidado nada, pero no será del todo injusto. Debe reflexionar más.