Cuando Vanessa Redgrave entra al escenario en The Inheritance, en el West End de Londres, de cinco horas después del inicio de este maratón teatral, la audiencia estalla en aplausos. Simplemente porque ella está allí.
Pero al sentarse en el tranquilo restaurante San Lorenzo de South Kensington, donde nos reunimos para almorzar, no toma en serio su condición de celebridad. San Lorenzo, es uno de sus restaurantes favoritos. Nos sentamos en una mesa redonda tranquila, que eligió en la cómoda extensión de vidrio del lugar.
Ella casi sugiere que la reunión fuera en Gaby’s Deli, el legendario restaurante judío en Charing Cross Road y es uno de los últimos lugares baratos y deliciosos de la tierra del teatro en Londres, que va a cerrar sus puertas.
“Adiós al último pedazo de realidad y hola a la basura, otra vez”, dice. “Otro lugar que queda reducido a basura de mala calidad”. Fue un destello inmediato del feroz espíritu de activista que tantas personas relacionan con esta venerable actriz, quien, a los 81 años, es una guía de la escena cultural británica desde hace casi seis décadas.
Después de un debut brillante en la Royal Shakespeare Company en 1961, Redgrave actuó en The Prime of Miss Jean Brodie en 1966. Se convirtió en uno de los rostros del Swinging London (la cultural que floreció en Reino Unido en la década de 1960) cuando protagonizó las dos películas británicas más modernas de la época (o posiblemente de la historia): Morgan: A Suitable Case for Treatment (Morgan, un caso clínico) de Karel Reisz, y Blow-Up (Deseo de una mañana de verano) de Antonioni.
Desde entonces, sus créditos tanto en películas como en obras de teatro son testimonio de una de las más grandes carreras artísticas. Y no parece bajar la velocidad: la nueva película The Aspern Papers, que protagoniza junto a su hija Joely Richardson, se estrenará pronto.
Asimismo, ella acaba de grabar la octava temporada de la exitosa serie de televisión británica Call the Midwife, que llevó su voz a millones de televidentes.
Al mismo tiempo —y tal vez de manera única en su profesión— mantiene un apasionado activismo político que ha transitado de la extrema izquierda a una posición menos radical, pero todavía directa, en estos días.
- Te recomendamos Cambio. En 2019 el cine estará marcado por fusión Disney-Fox Espectáculos
Crear una ilusión es algo bastante difícil de reconciliar con esta actriz, que tiene los pies firmemente en la tierra y una conciencia política. O con la obra de compromiso social en la que participa actualmente.
The Inheritance es una epopeya del puertorriqueño- estadounidense Matthew Lopez. Redgrave describe al joven de 40 años como “un nuevo planeta; el nuevo Estados Unidos: Trump no puede vencerlo”. Su obra es conmovedora, inteligente, entretejida (y muy, muy larga); está basada en la novela Howards End de EM Forster sobre la epidemia del SIDA, el amor, la pérdida, el dolor, la exclusión social y las consecuencias humanas.
Redgrave es la única mujer entre un enorme y joven elenco de hombres al que rinde un sincero homenaje, como lo hace con su director Stephen Daldry. Es una obra impresionante, y cuando descubre que el sábado anterior pasé seis horas y media viendo las partes I y II, exclama con verdadero placer: “¡Oh, lo hiciste! ¡Bien, eso es muy bueno!”.
Como es habitual en San Lorenzo, el personal es atento, pero modesto. Ella habla con el camarero en italiano sencillo Redgrave sabe de inmediato lo que quiere pedir, algunas alcachofas bebé fritas, que podemos compartir, y un ministrone grande. Cuando se encoge de hombros por la disculpa elaborada de que no hay alcachofas ese día, con decisión cambia al zucchini frito.
Como es lunes, uno de los únicos dos días de la semana en el que Redgrave no está en el escenario, decidimos pedir una copa de vino. “Siempre pido el plonk (vino barato). Hay una palabra para plonk”, se ríe, “es Montepulciano d’Abruzzo. Aunque en realidad pediré el tinto de la casa, y veremos con qué salen”.
Cuando le pregunto sobre su primera incursión en la dirección el año pasado, con un documental sobre la crisis de refugiados titulado Sea Sorrow que se estrenó en el Festival de Cine de Cannes, responde: “Me guió mucho mi productor Carlo Nero, él es un verdadero cineasta”.
Nero es el hijo de Redgrave con su segundo marido, el actor y productor italiano Franco Nero. Ambos, crearon una compañía de producción, Dissent Projects, para los ambiciosos viajes involucrados en un documental donde aparece tanto delante como detrás de la cámara.
El restaurante ya está vacío y es hora de irse, pero aún hablamos sobre el futuro, no sobre el pasado. Su documental Sea Sorrow, las formas de distribuirlo y promover la campaña para los refugiados, están en la mente de Redgrave. Es independiente, dice, pero también es una película muy de “campaña”.
“¿Te das cuenta de que nuestros gobiernos repiten casi lo que hizo Chamberlain en los años de 1930, cuando rechazó las visas para salvar a los refugiados de los nazis? Fue una desgracia. Se congela mi sangre por lo que está ocurriendo ahora.
Siento tanta angustia”, dice Redgrave La actriz agrega que “estudie mucho para intentar expresar lo que decimos, y por lo que cada uno de nosotros es responsable, si no hacemos lo poco que podemos hacer... Eso significa mucho. Todavía hay mucho que trabajar…”