Por: Walid Tijerina
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
Las crecientes dislocaciones sociales y la desigualdad ejercidas por el neoliberalismo en todo el mundo han dado paso a un “choque de globalizaciones”, caracterizado por las impugnaciones nacionalistas y populistas al paradigma de la globalización promovido por las instituciones financieras multilaterales y el gran capital corporativo. Sin embargo, un fenómeno que ha sido pasado por alto por los estudiosos del constitucionalismo es cómo estos dos "nuevos constitucionalismos", a veces divergentes, han tomado forma recientemente en el Sur Global, dando paso a una reconfiguración sustancial y a menudo bipolar de su marco político-constitucional: un choque de constitucionalismos. Y México es un claro ejemplo de ello. Por un lado, amplió el ámbito de aplicación y protección de los derechos humanos a través de su reforma constitucional de 2011; por otro lado, México también incrementó desde finales del siglo pasado esa implementación de medidas constitucionales orientadas al mercado con las llamadas “reformas estructurales”: se hizo miembro del GATT y de la OMC, el presidente Salinas enmendó el artículo 27 de la Constitución mexicana (eliminando en el proceso muchos de los límites a la distribución de la tierra) al mismo tiempo que se comenzaron a firmar tratados bilaterales y multilaterales de libre comercio a un ritmo acelerado, teniendo al TLCAN como botón de muestra.