Por: Gilberto Manuel Galindo Aldana
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
La interacción presencial ha disminuido drásticamente y modificó así las fuentes que tenemos para interpretar a los otros. Ahora dependemos de información icónica y visual: videos cortos, videollamadas y frases aisladas. Los niños están aprendiendo a resolver problemas sociales en medio de un contexto de interacción muy distinto al que primaba hasta hace poco más de un año, y para los más pequeños este cambio ocurre de manera natural. El cerebro de los niños presenta un enorme potencial para desarrollar ciertas formas de cognición social y teorizar acerca de la mente de los que le rodean; de anticipar los deseos e intenciones de los demás a partir de indicadores digitales y virtuales; son otras formas de señales para la aceptación o el rechazo social. La reactivación gradual de actividades educativas y recreativas representará para los niños nuevos retos para resolver conflictos de interacción social; pero es muy posible que no dejarán en el pasado aquéllas que han desarrollado en estos meses. Debemos tener presente que la pandemia heredará una generación de niños habituados a crear lazos personales y a tomar decisiones sociales basadas en medios y formas totalmente distintos a los observados antes de ésta. Las consecuencias aún se desconocen.