Por: Salvador Fabela
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
La desinformación y las teorías de conspiración son el caldo de cultivo idóneo para que se gesten el sinfín de imprecisiones y mentiras que giran en torno a las nuevas vacunas contra el SARS-CoV-2. Durante los últimos meses, sin embargo, me he llevado sorpresas poco gratas al descubrir que médicos, investigadores y otras personas con un bagaje científico respetable son capaces de repetir los mismos argumentos falaces. Esto implica que el mecanismo de acción de las vacunas y el proceso de cómo se generan —particularmente las de ARN mensajero (ARNm) de Pfizer y Moderna— no se ha explicado lo suficiente, pero también que las notas alarmistas que desinforman atraen mucha más atención que aquellas que explican los hechos correctamente. Por lo general, una vez que una persona forma una opinión, sólo aceptará información que confirme su creencia y rechazará aquella que la contradiga, un fenómeno conocido como “sesgo de confirmación”.