Por: Brandon Daniel Díaz Pérez
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
En 1993, para poder observar los genes que están implicados en el proceso de autofagia, llevaron a cabo un experimento que requería levaduras. Estas levaduras fueron privadas de nitrógeno para asfixiarlas, lo que les impedía producir sacarosa y, al tener deficiencia de su principal fuente de nutrimentos, éstas iniciaban el proceso de autofagia. Después, fueron sometidas a un análisis que permitió identificar los genes defectuosos en un grupo de individuos. Con lo que lograron hallar 15 genes asociados a la autofagia con mutaciones, que denominaron apg 1, apg 2, y así hasta el apg 15; ahora son mejor conocidos como genes relacionados con la autofagia. Esta observación abrió las puertas a los investigadores para entender el funcionamiento de este proceso desde otras perspectivas. Desde entonces, se comenzó a estudiar la autofagia ya no sólo morfológicamente, sino también desde un punto de vista bioquímico y genético.
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