Irreparable

Monterrey /

Lo perdido no puede restituirse. Si acaso sustituirse por algo parecido, y eso a veces. Con los objetos robados o rotos fuera de reparación sí se puede, pero con la gente no


El otro día se murió un señor. La nota en el periódico decía: “Nos unimos a la pena que embarga a la familia tal y cual por la pérdida irreparable del señor fulano menganito”.

Varias cosas; siempre ponen lo mismo. El discurso no ha cambiado en cien años. “Habiendo vivido siempre en el seno de la santa Iglesia católica y apostólica”, “Compartimos con profunda tristeza el sensible fallecimiento de...”. “Lo participan a ustedes con profundo dolor”. Pareciera que los periódicos ya tienen los moldes listos para que el cliente decida cuál le gusta más.

Las esquelas son grises, aburridas. Ah, y ese término, “embarga”, me pone los nervios de punta, pues estoy más acostumbrado a imaginarlo en lenguaje legal que en los obituarios. Pero el tema de la “pérdida irreparable” me deja meditabundo. Según yo, toda pérdida es, por definición, irreparable. Lo perdido no puede restituirse. Si acaso sustituirse por algo parecido, y eso a veces. Con los objetos robados, extraviados o rotos fuera de toda reparación sí se puede, pero con la gente no. Bueno, depende; una señora me dijo que cuando se le murió su primer marido se consiguió uno nuevo “mucho mejor que el anterior”, así lo expresó sonriente. Hay casos, pues.

Las pérdidas sirven para valorar lo que perdemos y, mejor aún, lo que nos queda. También sirven para darnos de topes en la cabeza contra la pared para advertir lo pendejos que hemos sido en no festejar y aprovechar aquello que hemos perdido. A un amigo se le murió el papá y se pasó un mes lamentando no haber tenido una relación más cercana a él. Pero cuando recibió la herencia apenas y se acordó de su padre, y se dedicó a llevar una vida de grandes placeres. Cuenta el chiste que el yerno, desconsolado ante el féretro de su suegro, elevaba ruegos ante Dios por su alma. Un pariente que allí estaba comentó: –Ya pasó a mejor vida. Otro conocido replicó: –Sí, ya estaba muy enfermo. –No, el que pasó a mejor vida es el muchacho: heredó los millones–, contestó el pariente. El hecho es que, contrario a lo que se piensa, con las pérdidas siempre se pierde y nunca se gana. Nos aferramos a lo imposible para no admitir la decadencia y la angustia que genera, para no experimentar la melancolía, la nostalgia que conlleva. Porque la angustia produce un encumbramiento de la conciencia que va progresivamente distorsionando nuestra percepción de la realidad. Perder es restar, siempre. De esa manera institucionalizamos a los nuestros cuando vemos que han dejado de tener esta conexión esencial con la realidad externa y se han replegado hacia dentro de ellos mismos para experimentar esos mundos estrambóticos, horribles, descojonados, ambientes de los cuales nunca se regresa.

Pero en el caso de los mensajes de las esquelas, me parece que podríamos actualizar el discurso. No sé, podríamos usar anécdotas reales para confeccionar esquelas: “Murió el señor Perengano Fulanicio. Tenía más años de los que recordaba haber vivido, no le interesaba seguir viviendo y no deja herencia notable. Familia y amigos han decidido cremarlo. No habrá misa ni funeral, solo una carne asada discreta entre los cercanos al señor. Las cenizas serán dejadas a su suerte en la funeraria, pues nadie quiere ocuparse de tales restos”. O tal vez esto otro: “Sutana Perenguita dejó de existir abruptamente, esto fue hoy por la mañana, poco después del desayuno. Su último deseo fue que la enterraran sentada, en su sillón favorito. Esto presenta algunos problemas de logística para la funeraria; han decidido, a un costo notable, construir un féretro adecuado para tal efecto. En el entierro se requiere de favor permanecer sentados”. O, mejor este otro, más sencillo: “Se murió don Perengacio Mengario. Se decía católico, pero no le importaba. Era alcohólico y mujeriego, y se fue dejando deudas y malos recuerdos. No se sabe si lo van a enterrar o a cremar. Lo importante es que Perengacio se murió y no puede opinar al respecto”.

  • Adrián Herrera
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