Los teóricos sobre la guerra nunca están fuera de lugar, sin importar la época, porque esa contingencia acompaña a la humanidad en una carrera paralela. Por eso el clásico De la guerre (edición francesa de Perrin-Tempus, 2006, traducida del alemán), de Carl von Clausewitz (1780-1831), es esa referencia de cabecera que representó una ruptura radical con la forma de pensar el fenómeno de la conflagración.
El autor, un militar prusiano con estudios universitarios en Berlín, ha recurrido a la dialéctica para defender las ideas de que cada época tiende a crear su propia doctrina estratégica y que las guerras son el reflejo de las sociedades que las emprenden, y reina en un podio apenas comparable al que ocupan Adam Smith y Maquiavelo, en tanto pensador del fenómeno como uno integral y en su relación con la política, de la que depende, como apunta el académico Gérard Chaliand.
Dice Von Clausewitz que la guerra no es más que una fase de la actividad política y se suscita por el comercio precisamente político de gobiernos y pueblos. La guerra es la continuación de ese comercio por otros medios. Las líneas de fuerza con las que se producen los episodios bélicos son proyectivas y se extienden desde el conflicto hasta la paz. La guerra, asegura el militar, tiene su propia gramática, pero no su propia lógica.
Y mire usted nada más el mensaje que manda a los gobiernos del siglo XXI, para los que quieran oírlo: “Las guerras no son otra cosa que la expresión de la política. La subordinación del punto de vista político al punto de vista militar es un absurdo, porque es la política la que ha creado la guerra. Es la inteligencia y la guerra sólo es el instrumento, y no al contrario. La única posibilidad que hay, entonces, es la subordinación de lo militar a la política”.
En el primer capítulo, el autor hace un acercamiento para abrir la puerta al tema. La guerra, plantea, es un acto de violencia cuyo objetivo es obligar a su adversario a plegarse a nuestra voluntad. Von Clausewitz se desvela sumamente actual.