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La era del odio

Ciudad de México /

A partir de hoy tenemos el permiso para odiarnos libremente. Lanzarnos unos a otros las groserías más soeces, indignas y malsonantes, levantarnos falsos y desearnos la muerte. Hemos ganado la libertad de odiarnos hasta la médula con una sola condición: no hacernos daño. En eso consiste la política esencial que marca el inicio de esta nueva era que enfrentará el mundo.

Todos sabemos que la segunda llegada de Trump a la presidencia es definitiva: un cambio de era. Para algunos, el eje de esta transición radica en el triunfo del conservadurismo, el nacionalismo, el nativismo, el expansionismo, la supremacía blanca, el mercado y, sin embargo, hay una categoría nunca antes vista y de consecuencias impredecibles: la licencia para odiarnos a la que han sucumbido las plataformas sociales.

No fue así en la primera presidencia de Donald Trump. En 2018, Mark Zuckerberg, hoy dueño de Facebook, Instagram, WhatsApp y Threads, compareció frente al Senado de su país para aclarar los escándalos gestados en aquella elección. Se esmeró en proyectar seriedad: traje oscuro, camisa blanca, corbata y cabello cortísimo. Todo para disimular tres cosas que al final resultaron obvias: el miedo, lo nerd y su edad. En ese momento pidió perdón y prometió que se esmeraría en hacerlo mejor. Hoy, después del segundo triunfo de Trump, las cosas son muy distintas.

Hace unos días y después de una cena privada en Mar-a-Lago, Zuckerberg lanzó un video luciendo una apariencia totalmente renovada: cabello largo, jeans, tenis y una de las camisetas que él mismo diseña. No le pidió perdón a nadie. Sencillamente anunció el cambio de políticas en su compañía. En sus palabras: “el fin de la censura y el respeto a la libertad de expresión”, lo cual significa que sus empresas no se preocuparán más por el “discurso de odio”, sino por lo que ahora llaman “comportamiento de odio”. En última instancia: alejarse del pensamiento y las restricciones woke.

Woke es un término y una forma de activismo que cobró fuerza en la última década. Viene de la palabra awake, que significa “despierto”, surgió en los años 30 dentro de la comunidad negra y literalmente significa estar despierto o consciente de las desigualdades raciales. A partir de aquí, otras causas lo tomaron como impulso para sus demandas y así entraron dentro de lo woke el género, la inclusión, la diversidad, el cambio climático y la causa palestina, entre otras. Es también de aquí mismo de donde surgió la cultura de la cancelación como una forma de escarmiento o disciplinamiento para aquellos que no asumían y no respetaban lo woke. Esa fue precisamente la liga que se estiró de más. Por eso Trump dio un golpe en la mesa, ovacionado por el sector no woke de la población, y por eso Zuckerberg levantó las manos de sus algoritmos y va a dejar que los woke y los no woke nos odiemos, sin saber adónde vamos a llegar.

Por cierto, una de las camisetas de Zuckerberg está en latín y dice Au Zuck aut nihil que juega con la idea: “O eres César o nada”. Para muchos puede sonar pretencioso el compararse con un César y, sin embargo, se queda corto. Ningún César tuvo el poder para lograr que un tercio del planeta, 3 mil millones de personas —que son los socios activos hoy en Facebook—, se odiaran libremente entre sí.

  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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