El cine como maestro

  • La pantalla del siglo
  • Annemarie Meier

Ciudad de México /

El cine, ha sido “la dieta de millones y millones de personas en esta pandemia”,  comenta Alejandro González Iñárritu en un artículo de Milenio (14.05.20). Un columnista que escribe sobre educación fue más allá al comentar, que la educación de niños y jóvenes se hubiera podido encargar a la literatura y el cine en lugar de obligar a los padres - hermanos, abuelos, tíos - de “aplicar” los libros de texto diseñados para el aula y los maestros. Estoy de acuerdo con que la literatura y el cine, aparte de cultivar, también educan. Pero mientras la lengua y la literatura son materias de la educación formal, en México el cine es sobre todo asunto de autodidactas. Es cierto, al ver cine aprendemos pero también tenemos que aprender a verlo e interpretarlo para que no nos manipule con las apariencias.

En los talleres “El cine como maestro” que trabajo con docentes que utilizan el cine como herramienta didáctica, analizamos escenas, secuencias, cortometrajes, comerciales y videoclips y películas completas, ya que el llamado lenguaje cinematográfico se expresa con elementos de la imagen, el sonido y la combinación de los dos. Aprender a reconocer estos elementos corresponde a una especie de alfabetización audiovisual que en algunos países del mundo es materia de la educación formal. Según la Unión Europea debería ser una competencia obligatoria ya que, como muestra el estudio internacional La competencia en comunicación audiovisual: dimensiones e indicadores coordinado por Joan Ferrés Prats, implica saberes absolutamente necesarios en la época actual cargada de mensajes visuales y sonoros.

Para ilustrar de lo que trata la “educación audiovisual” les comparto una anécdota de un taller con maestros universitarios: Después de detectar y analizar los elementos del lenguaje cinematográfico, cada participante escogió una película y desarrolló un proceso de aprendizaje que abonaría a su materia y el aprendizaje socialmente significativo de los alumnos. Un joven docente de español propuso un ejercicio para que sus alumnos enriquezcan su competencia en la argumentación. Proyectó un par de escenas de la película Erin Brockovich de Steven Soderbergh (2000) que describe la lucha de una mujer contra una industria que contamina el entorno, y nos pidió elaborar una lista de los argumentos con los que la protagonista trata de convencer a industriales y autoridades de cerrar la fábrica.

Al comparar la lista con el filme nos llevamos una sorpresa: Más que argumentos verbales la bella Erin (Julia Roberts) utiliza como “argumentos” su atracción femenina: La sonrisa, los movimientos, la vestimenta y, en una escena clave, el escote de su blusa, un escote que no sólo convence al tímido personaje del filme sino también a los espectadores. No cabe duda que el personaje creado por Soderbergh y Julia Roberts convenció con herramientas del cine: Atracción visual, emoción y argumentos.

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