En tiempos de independencia

Estado de México /

En las calles todo es tricolor, las fachadas de algunas casas ya lucen una bandera, un banderín o cualquier elemento que denote la celebración que se aproxima. Algunos restaurantes presentan en sus establecimientos promociones, combos o hasta menús completos. Agustín camina de regreso del trabajo mientras se come una torta de nata que compró a 4 piezas por 10 pesos. Por su cabeza pasa la idea de qué van a cenar en casa la noche del 15 de septiembre pero, súbitamente, se pregunta si en otros tiempos se comía lo mismo o, simplemente, se festejaba igual.

Resulta que el siglo XIX, una vez consumada la independencia, la nueva sociedad mexicana se enfrentó, además de una constante de trifulcas económicas, políticas, diplomáticas, sociales y demás, a una crisis existencial. En palabras de Jeffrey Pilcher, antropólogo e investigador de la alimentación en México, el nacionalismo de los primeros años mostró muchos rostros. En primer lugar se tenía al mexicano, de origen criollo, convencido de la independencia de España y que ensalzaba la herencia prehispánica como ente de identidad. Por otra parte, en un segundo punto, reconocía poco o despreciaba a los indígenas de ese momento, a los que a cambio les ofrecía procesos de “civilidad”, las cuales se entendía como los modelos europeos, lo que resultaba contrastante.

Del punto anterior se desprende el tercer enigma: el cómo congeniar con mestizos e indígenas, ya que de lo contrario estos grupos podían empezar su propia independencia. Ante esta necesidad se conduce una campaña ideológica, donde la madre o la esposa se convierte en el eje, ya que ella es la fuente de origen de los próximos mexicanos, patriotas y guardianes de la moralidad familiar. Para ello la comida representa la pieza de unión familiar, por ello es necesario que toda mujer sepa cocinar, y qué mejor que comida mexicana. Además se decía que las mujeres que no sabían cocinar, o servían mala comida, corrían el riesgo de perder a su marido y, por ende, romper con el modelo de familia.

Es así como los libros de cocina, guías domésticas y posteriormente recetarios, dieron el primer paso en la vida cotidiana. Dichos escritos presentaban modos de preparar diversos alimentos acorde a la ocasión, resaltando incluso menús para banquetes políticos. Cabe mencionar que la prosa era de corte liberal, por lo que en repetidas ocasiones se buscaba ensalzar técnicas, ingredientes y hasta términos ahora mexicanos. El mejor ejemplo es el primer recetario que lleva por nombre El cocinero mejicano, publicado en 1831, o su reedición como Nuevo cocinero mejicano, publicado en 1868. Donde incluso ya aparece el término “a la mexicana”, destinado a diversas preparaciones. Sin embargo, el caso curioso es que el analfabetismo era muy elevado, por lo que el impacto solo fue para la clase media-alta y alta. La misma gata, nada más que revolcada.


Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.