Se cumple apenas un mes de este nuevo gobierno, ese que llegó a Palacio Nacional con la mayor cantidad de votos en décadas y con supermayorías en las cámaras legislativas, acompañado además de una enorme cantidad de gobernadores del mismo partido.
Llegó la Presidenta a Palacio, además, sustituyendo a un mandatario popular y, según las encuestas, con una población contenta con lo que sucedía en el país y esperanzada con lo que vendría. Como siempre, como en todo el mundo, con preocupaciones concretas sobre ciertas cosas. Nada fuera de lo común.
Más allá de que tuvo que compartir —demasiado— el tiempo de transición, lo sucedido en la votación de junio le permitía a partir del primero de octubre comenzar a implementar sus nuevas políticas públicas: que si nuevos programas sociales, que si universidades, que si trenes, que si todos a lo digital, o un gobierno de mujeres para las mujeres, y los polos de desarrollo, y arreglar (desde lo público) Pemex y CFE, y el IMSS Bienestar… en fin, ponga usted más en la lista.
Pero en lugar de actuar con todo ese poder, todo ese apoyo desde el Poder Ejecutivo, ¿en qué andamos? En terminar con otro poder, lo cual ha ocupado, ha invadido toda la discusión en el Legislativo, los medios, las redes y las mañaneras.
La discusión y las votaciones en el Legislativo tienen a los inversionistas y al tipo de cambio más que nerviosos; la economía no está exactamente explotando por lo mismo.
Todo por una herencia del presidente anterior que la presentó en febrero sabiendo que no pasaría.
La discusión en la Suprema Corte del viernes y los votos —será más de uno— podrían poner al país en un escenario que nadie necesitaba, ni quería, ni imaginó en junio en las urnas.
Por si todo esto no fuera suficiente, el martes hay elecciones en EU, lo que significa que no está claro con quién, con quiénes se va a revisar el acuerdo comercial con ellos y que es la base, el pilar para aquello del nearshoring y la inversión que, por ejemplo, la Presidenta anunció hace unos días después del CEO-Dialogue.
El Trump de estos tiempos no es muy fan del libre comercio y Harris tampoco, aunque ella entiende lo que significaría poner en riesgo el tratado en estos tiempos.
En fin, se vienen nubarrones y tormentas. A diferencia de los naturales, había cómo evitar este noviembre.