Mi obra es limpiamente el Diccionario
María Moliner
Si tienes dudas consulta el diccionario. Fíjate en el María Moliner, ¿pero fuiste al diccionario María Moliner? Esas eran nuestras frases cuando de consultas lexicográficas, semánticas, lingüísticas y filológicas se trataba. Al punto que, sin advertirlo, tratábamos al Diccionario del Uso del Español de María Moliner como si se tratara de un título completo incluida su autora. Tengo la impresión de no haberme dado cuenta nunca que María Moliner era la autora de un diccionario imprescindible, y que tenía ojos, boca, pensamiento, familia, historia, identidad.
Hoy la corporizo, la encarno y la defiendo, al reinventar su paso por este mundo. Nació con el siglo XX y murió en 1981, perdida ya su memoria y su conciencia que se agotaron a lo largo de la década de los setenta. Consciente o inconscientemente tuvo razones para ello.
Alcanzó un destino envidiable: hacerse dueña de la palabra. Se enfrentó a condiciones espléndidas y también difíciles. Fue de su condición de archivera de Simancas a directora en la gestión de bibliotecas de España en Madrid y cuando el gobierno republicano se muda a Valencia allí seguirá con la tarea que amaba intensamente. Dar de leer a los pobres en los barrios, en las zonas rurales, en cada pueblo por completo anónimo. Allí llegaba María con su carga de libros, con sus programas de trueque, con sus instalaciones ambulantes. Hubo de formar parte de la más bella de las políticas culturales, la que tiene que ver con la formación de los niños y adolescentes, hija ella misma de la Institución Libre de Enseñanza, donde luego trabajó en proyectos llegando a ser la guía de las Misiones Pedagógicas entre 1929 y 1939.
En este período nada le fue negado y lentamente se apropió de una fama que la hacía imprescindible en el campo semántico. Sin embargo, dada su condición femenina, no había podido estudiar lo que hubiera deseado y solo obtuvo la licenciatura de Historia. Por lo que resulta sorprendente la profesionalización que logró fuera de su carrera específica. Pero fue tanta su pasión por los libros, las bibliotecas, los programas pedagógicos de lectura y ejercicio del verbo, tanto empecinamiento en ser una promotora de tiempo completo en todo ello que de alguna manera rara, en esa etapa de la República Española, su quehacer sostenía el rumbo cultural.
El estallido de la Guerra Civil en 1936 la encontrará preservando colecciones, cambiando volúmenes de aquí a allá, protegiendo incunables, escondiendo los libros más importantes y, como siempre, haciendo compras en el extranjero, intercambiando ediciones y mil cosas más que sostuvo sin tregua hasta el día de la derrota.
María se había casado con un físico de Murcia, Fernando Ramón Ferrando, que compartía con ella ideología y pasión por su trabajo y con quien tuvo cuatro hijos. Aunque difícil de creer, mientras llevó a cabo tarea tan enorme supo ser esposa y madre con una sencillez y naturalidad tales que no podía percibirse su esfuerzo. Esa su naturaleza, la sencillez apartada de toda grandilocuencia y exaltación propia.
Al caer la República, María Moliner, como todos los intelectuales y constructores de la República socialista, fue puesta en cuestión. Se le hicieron cuestionamientos, su esposo fue confinado a trabajar en Murcia lejos de ella, se le investigó todo cuanto se pudo y se condenó a muchos de sus amigos. De inmediato supo advertir que debía desaparecer de la vida pública y así lo hizo. Pero qué hacer con su enorme pasión, esa sed de palabras a las que debía domesticar bajo todas las bibliotecas y archivos de España.
Entonces inventó lo que hombre alguno se propuso nunca; en su casa, en papelitos, pequeños archivos, luego archivos mayores, llenando muebles, mesas, estantes, clasificar y ordenar el universo de la lengua española. Veinticinco años duró el desafío. Parecía que no iba a terminar nunca, una tarea demasiado grande para una mujer, una sola, separada del mundo y en castigo por su pasado. Sin embargo, al cabo del tiempo y ante el asombro de especialistas de toda laya, al presentar su obra, la Editorial Gredos decidió publicarla en 1967. Y es por eso que llegamos a tener en América Latina el Diccionario del Uso del Español de María Moliner que tantos favores nos hizo.
Me duele decir que su historia no termina todo lo bien que yo, que nosotras, hubiéramos deseado, a la Academia de la Lengua Española no entran las mujeres. O al menos no todavía en esos años, de modo que a pesar de la proposición que hacen algunos de sus colegas más generosos, el pleno masculinamente académico dijo rotundamente que NO. Cierta envidia se colaba en sus negativas, en sus argumentaciones, en sus sospechas. Cómo era posible que una mujer, una sola mujer…Ya sabemos, lo de siempre, el miedo de que nos robemos el mundo.
A partir de allí María Moliner comenzó a flaquear poco a poco, se encerró un poco más cada día en la soledad de sus flores y fue olvidándose de sí misma.
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