Pantano

Ciudad de México /

Ofrenda por masacre en El Paso, Texas. AFP

Roadkill es como se suele nombrar en Estados Unidos en específico a las masacres de animales arrollados que se avistan por las carreteras. Oí por primera vez la palabra en un viaje serpenteante que hice hace más de veinte años para cubrir un Gun Show en Fort Worth, Texas. El término, tan patético que ni siquiera alude en sí a los animales masacrados, regresó estas semanas durante la lectura del nuevo libro de Ana Emilia Felker, publicado por Almadía.

Con bello ímpetu cronista y afinada sensibilidad novelista, Ana Emilia viaja por roadkills texanas investigando la masacre ocurrida el 3 de agosto de 2019 en la que fueron asesinadas 23 personas por un joven supremacista blanco indignado por la invasión hispana. Ante los hechos ocurridos en un Walmart de El Paso, aunque comprometida con las víctimas, la escritora se pregunta si debe mirar o no al victimario.

En la tradición de la crónica contemporánea, las miradas anglo y la latinoamericana se contraponen en sus respectivas obras fundacionales: Truman Capote escribió A sangre fría desde la perspectiva de los asesinos de Holcomb, mientras que Rodolfo Walsh contó la historia de Operación Masacre desde el punto de vista de quienes sobrevivieron a los fusilamientos de la dictadura argentina.

Ana Emilia toma otros rumbos: transforma su investigación en una inmersión por la cultura americana. Pulsa así en prosa el terrible racismo de una generación intoxicada de mierda digital, la voracidad capitalista de zombis sobrecafeinados y el cínico reality show permanente que encarna e irradia una figura como Donald Trump.

Un sistema político en decadencia es el pantano que nos va dejando ver la cronista, quien, por su temple crítico, me remitió a veces a los relatos de David Foster Wallace, aunque el tono cadencioso de su escritura está más acorde con el de las cartas narrativas de ciudades de nuestra cronista mayor, Alma Guillermoprieto.

Para terminar de afianzar -o jugar- una inmersión terrestre que se va transformando en desafío literario (¿o acaso el desafío fue primero y luego la inmersión?), Ana Emilia escarba en su memoria más personal hasta encontrar recuerdos adolescentes y preguntas para su padre que dialogan con una reflexión contemporánea sobre el agua estancada en la maleza que pisamos. Por eso Pantano es un libro estupendo para cruzar las roadkills de nuestro tiempo. 


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