Y el infierno se vino encima

Ciudad de México /

En esta entrega Brenda Bezares, la esposa de Mario, narra cómo se enteró del asesinato de Paco Stanley y de lo difícil que fue enfrentar no solo la investigación del Ministerio Público, sino también la cobertura, sobre todo de la televisión

SERIE PERIODÍSTICA “EL ESTIGMA BEZARES”  / CAPÍTULO VI


El 7 de junio de 1999 dejé a mi hijo más grande en el colegio y luego me llevé al más pequeño conmigo mientras iba a hacer ejercicio. Estaba dándole a una máquina del gimnasio cuando suena el

teléfono.

—¡¿Brenda?! —oigo una voz muy agitada.

—¿Qué pasó?, ¿qué pasó?

Es Mario, que está descompuestísimo, muy mal.

—¡Acaban de matar a Paco!

—¿Cómo?, ¿qué pasó?, ¿estás bien?, ¿dónde estás?

—En El Charco de las Ranas.

Como el gimnasio estaba a pocas cuadras, le dije que iba para allá de inmediato, que no se moviera. Así como estaba con la ropa de gimnasio, me fui al Charco de las Ranas. De ahí ya no nos separamos, me quedé con él todo el tiempo.

Después llegó la policía y se lo llevaron a declarar. También lo acompañé. No lo solté…

Y luego el infierno se nos vino encima.

Así recuerdo ese día.

 

****

Una semana antes de que sucediera la lamentable situación del asesinato de Paco, yo había decidido divorciarme, porque Mario y yo ya teníamos muchos problemas a causa de una enfermedad que él padeció en aquellos años, la del alcoholismo, en medio de un momento de mucho éxito que él en lo personal estaba teniendo en el programa.

No me había querido divorciar meses antes, porque mi familia de Monterrey, ya sabes, siempre me dijo que me iba a arrepentir, que ese hombre me iba a hacer daño y que un día iba a regresar divorciada, etcétera, etcétera, entonces yo le quería demostrar a mi familia que estaba mal, que no era así.

Pero una semana o diez días antes de que sucediera lo de Paco, le dije a Mario: ‘¿sabes qué?, hasta aquí llegamos, yo ya no puedo contigo, me voy a Monterrey, se acabó’, pero él me dijo que le diera una última oportunidad, que lo intentáramos, me hizo todos los juramentos que uno hace cuando quiere recuperar a su pareja hasta que me convenció. Decidí quedarme para darle la última oportunidad.

Estábamos en eso cuando entonces sucede lo del asesinato de Paco.

***

Brenda, Mario y su hijo Alejandro en un fuerte abrazo frente a los reporteros. Especial

Esa noche del 7 de junio de 1999 llegamos al velorio de Paco. Todos los reporteros y la gente se vino encima de nosotros, bueno, de Mario. Yo seguía con la ropa del gimnasio porque ni siquiera pude irme a cambiar a la casa. No quería despegarme de su lado, así es que todo el tiempo lo acompañé, ya que él estaba en shock, no era Mario... Estaba entre ido, como que no lo podía creer, no podía pensar claramente…

Yo la verdad es que estaba agradecida primeramente con Dios de que no le hubiera pasado nada a él, y en segundo lugar estaba muy contrariada, miedosa. Me preguntaba qué era lo que había pasado, por qué había sucedido algo así.

Esa es y será la incógnita de toda mi vida.

Además, yo no hallaba cómo reconfortarlo, porque él también lloraba mucho a Paco. Estaba muy dolido de perderlo, porque cuando pierdes a tu amigo, imagínate, ¿qué sientes? Horrible. Y yo no hallaba cómo hacerlo sentir mejor. Mario estaba muy mal.

**** 

La cobertura mediática de ese día es trepidante. Cortes informativos eternos en las televisoras y radiodifusoras, ediciones especiales de los principales diarios. Prácticamente todos los conductores de noticias cuestionan al gobierno de la Ciudad de México. Se especula al principio que pudo haber sido un intento de secuestro o un asalto contra el conductor. Hay una exigencia frontal del dueño de Tv Azteca, Ricardo Salinas Pliego, para que renuncie el procurador Samuel del Villar e incluso el jefe de Gobierno, Cuauhtémoc Cárdenas. La cobertura es uno de los eventos mediáticos con mayor rating en la historia de televisión.

Visto en retrospectiva —le digo todo esto a Brenda, después de revisar algunas horas de archivo televisivo y el expediente del caso—, ahí empieza a prefigurarse una estridencia que va a continuar los días posteriores al crimen y que hará muy difícil que se asome algo de verdad.

Por entonces, no tienen muchos años de haber llegado a la televisión programas de nota rosa jamás vistos antes en las pantallas como Ventaneando y La Oreja, así como otros de nota roja como Ciudad Desnuda, Fuera de la Ley y Duro y directo.

El asesinato de Paco Stanley ocurre en plena efervescencia de una cultura del entretenimiento que comienza a volver los hechos de nuestra sociedad un espectáculo de tiempo completo transmitido a través de la televisión.

Bajo el mandato del rating se va generando la presión para que la información de los noticieros no solo sea seria, sino entretenida. En medio de dicho enjambre queda Mario Bezares.

 

****

Después del 7 de junio, imagínate, no sabes ni siquiera qué pasó y ya encima tienes a todo el mundo, las 24 horas del día, afuera de tu casa. Unidades de transmisión no solamente de una televisora, sino de tres o cuatro, con sus camiones dándole lata hasta a mis vecinos, porque ahí estaban siguiéndome a mí a todas horas.

Despiertas escuchando el helicóptero encima de tu casa viendo toda esta cobertura. Me sentía invadida, no tenía privacidad y me parecía que exageraban la nota. Aparte, si no decías nada, te echaban la culpa o generabas sospechas, entonces a fuerza tenías que hablar, porque si no, decían: ¿por qué no quiso hablar?, ¿qué oculta?

Esa experiencia fue horrible para nosotros. Imagínate estar durante casi dos años a diario a ocho columnas… porque salíamos en todas las revistas y en todos los periódicos. Todos los días me levantaba para ver ahora qué locura salía en los periódicos y qué tenía que salir a decir o a desmentir.

Eso en las mañanas. Luego me sentía muy preocupada en las noches porque llegaban los noticieros y me preguntaba, ¿ahora qué van a decir? De no ver nunca las noticias tenía que verlas todo el tiempo para saber qué es lo que estaba pasando o lo que estaban inventando que había pasado.

Para nosotros fue terrible esa cobertura hostigosa, inquisitiva y sin hechos que comprobaran las cosas, solo a juicio propio de cada quien. Creo que ahí la labor periodística muchos la hicieron a un lado y el caso se convirtió en un chismerío en el que todo mundo sacaba conclusiones y se ponía a enjuiciar sin saber realmente nada de nada. 

 

(CONTINUARÁ…) 

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