Dado la trama impredecible y llena de giros sorpresivos que está tomando la carrera presidencial en Estados Unidos, arriesgarse a predicciones o escenarios finales ha dejado de ser un recurso viable para analistas y politólogos y está brindando un fabuloso incentivo para quienes amamos el análisis político: una competencia electoral reñida e interesante.
Durante tres días, el United Center, sede de los Chicago Bulls, hospedó a la Convención Nacional Demócrata (DNC, por sus siglas en inglés). En la ceremonia se nominó oficialmente a Kamala Harris como la candidata del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos, un evento protocolario y simbólico pues para nadie era una sorpresa quién sería la encargada de batirse a duelo con Donald Trump en las elecciones del 5 de noviembre.
Lo que sí ha sido una sorpresa son los constantes giros en la narrativa de estas presidenciales. Uno de ellos es el imparable avance de Kamala Harris en tan solo un mes y como ello ha levantado los ánimos de la base demócrata para sorpresa de propios y extraños. Según los principales agregados de encuestas, la vicepresidenta o se sitúa arriba del republicano por hasta 5 puntos o empata.
Si bien uno no puede fiarse al 100 % de las encuestas, y menos aún los demócratas de después de la sorpresa del 2016, lo cierto es que el escenario ha cambiado radicalmente tanto para los azules como para el GOP. Previo a la renuncia de Biden todos daban por seguro el regreso de Trump a la Casa Blanca y aún después de la retirada del presidente, había escepticismo sobre las posibilidades de Harris.
Ahora, a prácticamente dos meses de la elección, lo que viene será una batalla campal con una verdadera competencia.
Ahora bien, analicemos brevemente lo sucedido en la Convención Demócrata para valorar los positivos y negativos de una campaña que en un lapso de cinco semanas ha logrado entusiasmar a los aliados y donantes del partido, establecer y popularizar lemas de campaña y unir a Hollywood en pro de la causa anti-Trump.
Los positivos
A pesar de haber protagonizado una vicepresidencia tan gris, casi tan gris como la propia presidencia de Biden, la exfiscal de California logró unir a su partido, entusiasmar a los votantes, apoderarse de la agenda mediática y revertir la tendencia negativa en las encuestas en tan solo un mes.
En su discurso de aceptación a la nominación de su partido, Harris intentó enfocarse en la importancia que tiene para un país como Estados Unidos robustecer a la clase media, cuya preocupante disminución es un fenómeno global que ha golpeado a las economías de todo el mundo.
Con el respaldo de los Obama, quienes le han transferido su popularidad y discurso, Harris se ha ganado el respaldo de amplios sectores progresistas y del aparato de su partido.
Está por verse si su género y etnia jugarán un papel determinante, aunque hasta ahora ella misma no ha hecho alarde de esa características, lo cual se agradece, dado el enorme tribalismo que impera en el debate público de ese país cuando se abordan esos temas. Habrá que ver si en la campaña hará uso de esos recursos.
Los negativos
Muchos votantes independientes e indecisos que si bien no con comparten del todo la visión y agenda del Partido Republicano de Trump, tampoco se muestran entusiasmas con algunos puntos de la agenda demócrata y hasta ahora no está claro cuál será la plataforma política de Harris en temas clave como la inmigración, la política exterior y la economía.
Su carrera como fiscal es variopinta y tampoco se destacó demasiado, además, para muchos votantes pro o anti-Trump, ella es heredera natura de la administración Biden, la cual no goza de popularidad en la mayoría de los votantes, independientemente de la afiliación partidista.
El exceso de confianza alimentado por las encuestas favorables a su candidatura podría jugar en su contra si no se toman con precaución, toda vez que hasta ahora, en la mayoría de los estados bisagra la ventaja es para Donald Trump.
Si bien su agenda progresista y el voto femenino son saldos a su favor en muchos sectores de la población estadounidense, se trata de un arma de doble filo puesto que ese mismo atributo puede restarle votos en el votante masculino y de mayor edad en estados clave.
Faltan los debates, el curso natural de la campaña y cómo podría beneficiar a Trump la declinación de Robert F. Kennedy Jr., en su favor.