Cuando las conspiraciones derriban imperios

  • Areópago
  • Jesús de la Torre T. Pbro.

Laguna /

La historia de la nación mexicana cuenta que, una conspiración en la que jugó un papel importante, Doña Josefa Ortiz de Domínguez, esposa de Dn. Andrés Quintana, que con otros, se les conoce como los conspiradores de Querétaro. 

Este hecho es la culminación de muchas conspiraciones, que según la historia recuerda, vienen desde 1640. Este estilo de participación política, es una muestra del descontento pos las políticas erróneas de la Corona Española, tan lejana a estas tierras de lo que oficialmente se conocía como el reino de la Nueva España.

Dentro de los múltiples desaciertos de la Corona Española, tiene relevancia la expulsión de los jesuitas de todos los llamados reinos de España en América Latina. 

Sobre todo durante el reinado de Carlos III y otros reyes más, no hubo poder humano que convenciera a los monarcas sobre lo equivocado de sus políticas. 

En cada metida de pata, se empecinaban más, según las políticas de lo que entonces se llamó como “despotismos ilustrado”, que quiere decir: “aquí nomás mis chicharrones truenan y mis únicas enchiladas tienen cebolla”.

La historia nacional abunda en ejemplos de empecinamientos de los políticos que se embracen en sus derrotas, como triunfadores de gran calado, que nadie los vence a pesar de las apabullantes derrotas. 

No son capaces de leer los “signos de los tiempo” escuchando al pueblo que no les cree a esos alumnos de la impericia, de la imprudencia. 

Nadie tiene la sabiduría que ellos presumen tener. Se inventan enemigos para confirmar sus desaciertos, pero se ganan un dineral por el puesto al que han trepado. Esa es su política.

La historia es vista como maestra de la vida, y juzga a los oportunistas que se trepan a los puestos, a los que llegan más porque es un lugar donde hay que agarrar dinero, que por el servicio desinteresado. 

En tal podio, toda manipulación es válida, aunque se lleven de corbata agrandes multitudes. 

Cuando las autoridades no sirven para servir, el pueblo “saca las castañas” y al revelarse, ya no escucha a las autoridades de costumbres de abuso, ni a sus instituciones y, “toditito se acabó”, como dice la canción, pero no hay remedio más que ser realistas y dejar a un lado la maldad del corazón, para que no abunden las conspiraciones que son capaces de anular monarquías poderosas que parecían fundadas para que duraran siglos.

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