El cartujo los mira servirse del poder con la cuchara grande, convencidos de su impunidad, atrincherados en la ramplonería y el cinismo. Dicen ser de izquierda y representar la voz del pueblo. Ni una cosa ni la otra, son simples vividores de la política, como lo son los actuales dirigentes del PRI y el PAN.
Esta falaz izquierda ha provocado el repudio de gente tan progresista como el poeta David Huerta, quien expresó sin ambages: “Estoy muy decepcionado [de la izquierda mexicana], la ponzoña del poder los ha destruido, moral, histórica y políticamente. Y, pues, a ver cómo le va al país sin una izquierda ilustrada como la que queremos. Es una pregunta retórica, le va a ir mal”.
Era 2015, aún se veía lejana la “supremacía” de Morena, pero el autor de Incurable presagiaba el desastre al responder las preguntas del reportero Ángel Vargas. Llamaba pillos y mentirosos a quienes ahora se autoerigen servidores “del pueblo” y decía, como si estuviera viendo el penoso espectáculo de estos días en el Congreso, con sus tómbolas y porras en favor del rufián de Badiraguato: “Ser decentes ya es bastante para ser de izquierda”. Pero eso, lo sabemos, es pedir demasiado a quienes desconocen el decoro.
David insistía: “Necesitamos una izquierda ilustrada, moderna, esclarecida. Ya en los años treinta, Alfonso Reyes había dicho: Pido el latín para las izquierdas, es decir, para que se desembrutezcan, y es lo que seguimos pidiendo”.
Hace diez años, por cierto, el 2 de noviembre de 2014, David fechó en la ciudad de Oaxaca su poema: “Ayotzinapa”, entre sus versos, de dramática actualidad,se encuentran los siguientes: “Este es el país de las fosas/ Señoras y señores/ Este es el país de los aullidos/ Este es el país de los niños en llamas/ Este es el país de las mujeres martirizadas/ Este es el país que ayer apenas existía/ Y ahora no se sabe dónde quedó// (…) Los rostros se queman arrancados/ De la vida y no hay manos/ Ni hay rostros/ Ni hay país/ Solamente hay una vibración/ Tupida de lágrimas/ Un largo grito/ Donde nos hemos confundido/ Los vivos y los muertos”. Así estamos, y es una tristeza.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.