En la mayoría de los políticos mexicanos, la decencia, la integridad y la mesura pasaron de moda —como los anacoretas en Una temporada en el infierno, el inquietante poema de Rimbaud reeditado en 2023 por Círculo de Poesía con traducción de Marco Antonio Campos.
El cartujo lee esta nueva edición y subraya algunas frases. Parecen escritas para quienes hoy, en el congreso federal y en los congresos locales, presumen su ingente abyección. “¿A quién me he de alquilar? ¿Hay bestias sin adorarse? ¿Qué santa imagen no se ha atacado? ¿Qué corazones romperé? ¿Cuál mentira mantendré? ¿Sobre qué sangre caminar?”, se pregunta el narrador quien más adelante, en su delirio, como si continuara su visión de la clase política preponderante en el México actual, afirma: “La moral es la debilidad del cerebro”.
Esta certeza del inagotable poeta de Iluminaciones, la asumen sin reparos en el nuevo régimen: Morena y sus aliados cuentan con algunas personas de robusta inteligencia y anémica moral; ellos guían al rebaño a donde les ordenan desde Palacio Nacional, fortaleza donde anida la soberbia, y donde, como de un inagotable manantial, brota el sarcasmo —siempre cruel e hiriente— contra los adversarios, a quienes se les sugiere, por ejemplo, regresar a la escuela a estudiar la materia a la cual han dedicado la vida entera.
La llamada “supremacía constitucional” aprobada el miércoles en la Cámara de Diputados, mediante la cual nadie, ni siquiera la Suprema Corte, podrá invalidar los cambios del Congreso a la Carta Magna, fue avalada en menos de 24 horas por 23 estados, en algunos en sesiones de unos cuantos minutos, como en Oaxaca, Zacatecas y Tabasco. Esta proverbial rapidez nos devuelve al esplendor priista, cuando la división de poderes era inexistente y la democracia un sueño de locos. Fue aprobada por congresistas de proverbial mansedumbre, hombres y mujeres domesticados en el viejo arte de levantar la mano sin cuestionar nada. Son campeones en el deporte extremo de la genuflexión, aunque eso no los libra del recelo de único poder real —el Ejecutivo— en este país de políticos agachones.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.