Sesgados al presente

Ciudad de México /

En el contexto de las finanzas del comportamiento y la toma de decisiones, la falta de autocontrol es uno de los sesgos más importantes del que se derivan muchos otros sesgos. En esencia, y como su nombre lo indica, este sesgo se basa en no poder controlar nuestros impulsos al momento de tomar decisiones. En palabras de Daniel Kahneman, el ser humano está sesgado al presente, es decir, preferimos las cosas hoy, que en el futuro.

El sesgo de autocontrol está presente en todos los tomadores de decisiones y en todo tipo de circunstancias: personales, sentimentales, alimenticias y, obviamente, en circunstancias financieras. El tomador de decisiones tiene que ser bastante consiente de que existe y de que puede caer en él para intentar atemperarlo. En este sentido, este sesgo (de hecho, casi todos los sesgos), es como la respiración: la respiración está presente todo el tiempo y solo cuando pensamos en ella podemos controlarla, es decir, podemos aguantar la respiración, o acortar el lapso entre exhalación e inhalación. Sin embargo, dedicarle nuestra completa atención a este proceso es altamente demandante y, más temprano que tarde, nos terminamos olvidando de controlarla, y vuelve a suceder de manera inconsciente. El sesgo funciona exactamente igual. Solo cuando nos enfocamos en controlarlo podemos hacerlo, y el resto del tiempo actúa sin que nos demos cuenta.

¿Qué tiene que ver esto con el mundo financiero y las inversiones? Para explicarlo, traslademos estas ideas al mercado de bonos. En el caso general, entre más tarda en vencer un bono, mayor volatilidad presentará en el corto plazo, es decir, el precio de un bono que vence en 2 meses se verá muy poco afectado por una subida de tasas de interés, sin embargo, si lo comparamos con un bono que vence a 30 años, la volatilidad de este último será grandísima. Por ejemplo, el bono del gobierno mexicano (MBono) que vence en septiembre presentará una minusvalía de 0.11% ante una subida general de 1% en las tasas, mientras que el MBono que vence hasta el año 2053 presentará una minusvalía de 9.2% ante el mismo movimiento de tasas, es decir, una minusvalía 84 veces más grande que el bono de corto plazo.

Esa gran disparidad en la volatilidad de un mismo instrumento (deuda del gobierno mexicano, aunque de distintos plazos) tiene un efecto poderosísimo en nuestra cabeza cuando invertimos en renta fija. ¿Por qué arriesgarme a que exista un movimiento de tasas adverso y perder mucho más en un instrumento de largo plazo (30 años) que en un instrumento de corto plazo (2 meses)? ¿Por qué no comprar CETES a un año y olvidarme del tema de la volatilidad? Bueno, pues esta forma de pensar es un ejemplo más de que las personas estamos sesgados al presente. Permítanme elaborar.

Efectivamente, si el inversionista compra un CETE de 1 año al 11%, y deja que el CETE venza, entonces habrá ganado 11% en 12 meses. Es bastante sencillo. Sin embargo, si compra un MBono de 30 años a 10%, el rendimiento los siguientes 12 meses es completamente incierto: Puede ser 10% si las tasas no se mueven durante el año, arriba de 10% si las tasas bajan o por debajo de 10% (incluso negativo) si las tasas suben. Sin embargo, si mantiene ese MBono de 30 años a vencimiento, habrá ganado, en promedio, 10% anual por 30 años. Ojo, las palabras claves en el enunciado anterior es “en promedio”, es decir, habrá años en que gane 10%, pero otros en que gane 20% y otros en que pierda 5%, por ejemplo. Pero al final, el rendimiento promedio anual será 10%.

Ahora bien, supón que, a pesar de esto, decides invertir en un CETE a un año al 11%. Pasan los 12 meses, el CETE vence, y tienes que reinvertir los recursos. ¿A qué tasa reinvertirás? Pues a la tasa de mercado, la cual será, muy altamente probable, menor al 11% original. De hecho, el mercado espera que la tasa de CETES en julio 2025 será alrededor del 9.5%, por lo que tendrás que invertirte tus recursos a esta tasa.

Entonces, si eres un inversionista de largo plazo, ¿Qué prefieres: ganar 11% los siguientes 12 meses y buscar refinanciar a la tasa de mercado en un año (sin saber cuál será), o ganar 10% promedio los siguientes 30 años, pero con la incertidumbre de cuál será tu rendimiento anual? El inversionista racional de largo plazo siempre escogerá la segunda opción. Sin embargo, como somos personas e inversionistas sesgados al presente, a primera vista nos parece más atractivo el escenario de menor incertidumbre y mayor rendimiento hoy (y no a 30 años).

La falta de autocontrol y el sesgo al presente nos hace tomar decisiones que parecen sensatas en el corto plazo, pero que en el largo plazo resultan sub-óptimas, o incluso, dañinas. Si eres un inversionista de largo plazo, intenta ver más allá de los ciclos anuales, aunque esto implique rendimientos bajos (o incluso minusvalías) en el corto plazo. A pesar de que suena sencillo, se requiere de un gran esfuerzo mental; un esfuerzo constante y sostenido que, en muchas ocasiones, tiende a ser altamente desgastante. Sin embargo, como casi todo en la vida, la recompensa de largo plazo suele ser mucho más atractiva que la de corto plazo.


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