El uso se impuso y cada vez más y por todas partes brota una palabra aceptada con mansedumbre del inglés: resilience. Inútil resistirse pero confirmo que me habría gustado otra palabra. Me he vuelto resiliente a la resiliencia.
En la entrada a su novela Hadji Murat Tolstoi habla de una flor, “la especie que llamamos cardo tártaro”. Cuenta cómo quiso arrancarla y lo difícil de hacerlo: el tallo pinchaba incluso a través del pañuelo con que se había envuelto la mano. Cuando por fin logra arrancar el cardo, el tallo está destrozado y ya no están ni la lozanía ni la hermosura previas. Un párrafo después el narrador divisa otro cardo tártaro como el que había cortado inútilmente. Dice: “Tenía tres tallos. Uno de ellos estaba arrancado y el trozo que quedaba parecía un brazo amputado. Los otros dos tenían cada uno una flor. Pero esas flores, que habían sido bellas, aparecían ennegrecidas en aquel momento. Uno de los tallos pendía tronchado con la flor sucia en el extremo; el otro, aunque cubierto de tierra, se mantenía erguido. Se veía que la planta había sido aplastada por una rueda; pero había vuelto a erguirse y seguía viva. Era como si le hubiesen arrancado un trozo del cuerpo, como si le hubiesen abierto las entrañas, amputado un brazo y sacado un ojo. Sin embargo, continuaba en pie, sin dejarse vencer por el hombre, que había aniquilado a sus hermanos a su alrededor”.
Pongo hasta tres veces esto de la planta aplastada por la rueda: había vuelto a erguirse y seguía viva; había vuelto a erguirse y seguía viva; había vuelto a erguirse y seguía viva. Me niego por ejemplo a que esta planta se resigne a resiliencia o a resiliente. Es digna de una palabra mejor, más decidora, compacta y en efecto más hermosa. Voy por ella a mi viejo Velázquez de inglés-español: “Resilience. s. Resalto, elasticidad, el poder, acto o efecto de regresar a una posición anterior”. Y de vuelta: “Resalto. Rebound, resilience”. Es resalto, pues. Nada de resiliencia. Resalto. Resalto. Resalto.