Leo (NYT, 9/3/25) sobre una “cosa inquietante”: es posible que nunca se conozcan los detalles pero el actor Gene Hackman, de 95 años y con Alzheimer avanzado, estuvo solo siete días porque su esposa y única cuidadora murió antes que él.
Juro que vi esto mientras preparaba mi nota sobre el poeta Dante Gabriel Rossetti y la memoria. Cómo Rossetti urdió alrededor de ella maravillas como decir que la forma poética del soneto era un monumento al momento, perdurable en la memoria. O cómo tiene en “Luz súbita” el mejor poema de la memoria y el eterno retorno (“He estado aquí antes, pero cuándo o cómo, no sé”; “Has sido mía antes, hace cuánto, no puedo saberlo”), donde el instante más hermoso del déjà vu es cuando ella vuelve el cuello en y hacia el punto exacto en que emprende el vuelo una golondrina. O cómo en uno de sus sonetos, cuando ya las alegrías volaron, el ardor y la memoria aman aún las cancioncitas y las endechas. O cómo en el poema “Inclusiveness” (1850), que le encantaba a Borges, planteó memorias filiales superpuestas como en un momento cinematográfico: “¿Qué hombre se ha inclinado sobre el rostro/ de su hijo para pensar cómo esa cara/ se inclinará sobre él cuando esté muerto?”.
O cómo Rossetti pintó en 1881 el cuadro Mnemosyne, madre de las nueve musas a quien en la poesía épica griega había que invocar como ayuda de memoria para la historia que iba a cantarse. En su pintura la diosa sostiene en su mano derecha la lámpara de la memoria y en la izquierda un cáliz alado junto a una flor de pensamiento, símbolo del recuerdo. Rossetti escribió con el mismo título un poema de dos versos referidos a su cuadro: “Desde el cáliz alado del alma llenas/ Tu lámpara, oh memoria…”
Mala memoria la mía. En un cuaderno tengo una frase que ya no recuerdo si es de Rossetti o si yo la inventé derivada de ¿quién? La uso como un breve ruego, una escueta petición para que no vaya a írseme: la memoria. Le digo en silencio: “Sólo contigo sé algo; sólo contigo soy alguien”.