No se necesita ser un científico connotado para gobernar. Pero sí, al menos, hace falta una base sólida de conocimientos aportados por las ciencias que permitan tomar decisiones adecuadas; o por lo menos, para no hacer el ridículo, como el que hizo en esta semana López Obrador con sus afirmaciones sobre las energías limpias. S
i cree que el hecho de que no siempre haya aire o sol impide que ese tipo de energía funcione es fácil, entonces, entender por qué nos está yendo tan mal como país.
El presidente gobierna con las tripas.
Sus decisiones claramente están orientadas por sus filias y sus fobias, en ningún momento por la razón ni por ningún conocimiento emanado de la actividad científica a la cual, sin duda, desdeña.
En realidad, cree que no hace falta saber para gobernar. Por eso menosprecia todo lo que suponga una metodología rigurosa o una argumentación basada en datos duros y evidencias.
A propósito de eso, tiene ya 5 meses que prometió públicamente que en 10 días presentaría las pruebas de que había corrupción en los fideicomisos y todavía nada.
Muestra de que eran sus vísceras, movidas por su urgente necesidad de tener dinero para completar los apoyos clientelares, lo que lo llevó a eliminar fideicomisos tan relevantes como el destinado a los desastres naturales.
Es posible que la situación en la sierra de Arteaga no sería muy distinta en cuanto al impacto ambiental sufrido por los incendios.
Pero, al menos habría recursos para intentar recuperar, aunque sea un poco, lo perdido.
Hoy los hechos demuestran que no existe un mecanismo que sustituya al Fondo de Desastres, lo que corrobora la forma en que se dirige al país desde la ignorancia y la testarudez.
Pero también la codicia de un hombre que sólo está interesado por el poder y en nada más.
Ese dinero que debería estar invirtiéndose en disminuir los impactos del desastre, está siendo cambiado por votos.
Al tiempo, se frena lo poco que había de desarrollo científico y tecnológico en México.
Es cierto que nunca se ha invertido suficiente a esos rubros; pero lo de ahora es una tragedia de la que tardaremos años en reponernos.