¿Noche de amor y paz, o de ansiedad y depresión? Esta es la pregunta que, aunque no nos guste reconocer, se hacen miles de personas alrededor del mundo ante la inminente llegada de las fiestas decembrinas.
Se sabe que la temporada de fin de año puede incrementar entre 20 y 30 por ciento el Trastorno Afectivo Estacional, el cual se caracteriza por un profundo sentimiento de tristeza, pérdida, frustración e incluso ira.
Este trastorno, también conocido como “depresión blanca”, tiene varias causas. De entrada la disminución de luz solar y el frío, sobre todo en regiones australes o boreales, afecta los niveles de serotonina, la llamada hormona de la felicidad, encargada de regular las emociones y el estado de ánimo.
Pero además el estrés de las reuniones familiares con sus anquilosadas dinámicas, las expectativas poco realistas que nos auto imponemos, y la nostalgia de tiempos pasados o seres queridos ausentes se suman al cuadro.
La situación se intensifica por la influencia de las redes sociales donde todos debemos ser, o al menos parecer, felices las 24 horas del día, lo que se extiende al romanticismo navideño con sus sentimientos de amor, paz, alegría, esperanza, solidaridad y unión, que puede provocar en aquellos que no logran conectar con esas cualidades, una sensación de no ser lo suficientemente “buenos” para estar a la altura de estas exigencias a todas luces poco realistas e incluso, inhumanas.
Es importante tener siempre presente que las condiciones adversas como una mala situación financiera o el dolor de la pérdida de una relación o de un ser querido, terminarán por pasar.
El terapeuta Jay Prasad, mete el dedo en la llaga de la idealizada familia al señalar que en esta santa, intocable y autocrática institución muy a menudo se ignoran los conflictos, y muchas veces, “no es un espacio seguro”.
Frente al caos, Balasana, la postura del Niño, puede resultar un refugio que aporta calma y seguridad. De acuerdo a la yoguini Ro Versar, esta es una asana de interiorización y restauración: “Llevando el corazón hacia la tierra, es una gran aliada para esos momentos de estrés o desasosiego en los que es necesario entrar en contacto con el centro interno, aunque también es una postura de rendición, donde se entrega la mente y su neurótica construcción de escenarios amenazantes, a la madre tierra para que nos la devuelva transformada en claridad y paciencia”.
(Con información de conecta.tec.mx, elpais.com y milenio.com)